miércoles, 15 de octubre de 2025

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 16 DE OCTUBRE DE 2025

   Lc 11,47-54: Se pedirá cuenta de la sangre de los profetas, desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías.


En aquel tiempo, dijo el Señor:

-¡Ay de vosotros, que edificáis mausoleos a los profetas, después que vuestros padres los mataron!

Así sois testigos de lo que hicieron vuestros padres, y lo aprobáis; porque ellos los mataron y vosotros les edificáis sepulcros.

Por algo dijo la sabiduría de Dios: «Les enviaré profetas y apóstoles: a algunos los perseguirán y matarán»; y así a esta generación se le pedirá cuenta de la sangre de los profetas derramada desde la creación del mundo; desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías, que pereció entre el altar y el santuario.

Sí, os lo repito: se le pedirá cuenta a esta generación.

¡Ay de vosotros, juristas, que os habéis quedado con la llave del saber: vosotros que no habéis entrado y habéis cerrado el paso a los que intentaban entrar!

Al salir de allí, los letrados y fariseos empezaron a acosarlo y a tirarle de la lengua con muchas preguntas capciosas, para cogerlo con sus propias palabras.



Reflexión


Cuando utilizamos la palabra fariseo, pensamos en alguien hipócrita, de doble cara, de fachada, etc. Jesús les llama a los fariseos en muchas ocasiones de hipócritas. 


En la primera sentencia, denuncia precisamente esto. A los que hoy consideran profetas, alguien importante en el pueblo, a ésos anteriormente han asesinado. 


Porque una de las claves de los fariseos es que se creían que lo sabían todo, como Jesús denuncia más abajo. Se encerraban en sus esquemas cerrados, y no dejaban que nadie les advirtiera, corrigiera.


Por ello, los profetas eran molestos y había que eliminarlos. Porque se salían de nuestros esquemas inviolables.


Jesús se caracteriza por ser libre, y por estar abierto a las personas y ello es totalmente compatible con la fe judía, con la Ley, porque fue hecha para el hombre. 


Podemos caer nosotros en un nuevo fariseísmo si nos aferramos a la Ley como si fuera inmutable, como si no pudiera adaptarse a las situaciones de las personas. 


Podemos caer nosotros en un nuevo fariseísmo cuando eliminamos o discriminamos a aquel que habla lo que no queremos oír.


Podemos caer nosotros en un nuevo fariseísmo cuando sólo aceptamos a los que dicen lo que queremos oír. 

HOJA PARROQUIAL. DOMINGO XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C

                                      

                                           
            


HOJA PARROQUIAL

18 y 19 de Octubre de 2025

Domingo XXIX del Tiempo Ordinario. Ciclo C



ENLACE A TODOS LOS PORTALES DE LA PARROQUIA


Parroquias de Ntra. Sra. de la Concepción,
de Ntra. Sra. del Carmen
y de San Joaquín y Santa Ana





“Dios hará justicia a sus elegidos que claman ante Él


LECTURAS

 


Primera lectura del libro del Exodo 17, 8-13


En aquellos días, Amalec vino y atacó a Israel en Refidín.

Moises dijo a Josue:
«Escoge unos cuantos hombres, haz una salida y ataca a Amalec. Mañana yo estaré en pie en la cima del monte, con el bastón de Dios en la mano».

Hizo Josué lo que le decía Moisés, y atacó a Amalec; entretanto, Moisés, Aarón y Jur subían a la cima del monte.

Mientras Moisés tenía en alto las manos, vencía Israel; mientras las tenía bajadas, vencía Amalec. Y, como le pesaban los brazos, sus compañeros tomaron una piedra y se la pusieron debajo, para que se sentase; mientras, Aarón y Jur le sostenían los brazos, uno a cada lado.

Así resistieron en alto sus brazos hasta la puesta del sol.

Josué derrotó a Amalec y a su pueblo, a filo de espada.



Salmo 120, 1-2, 3-4, 5-6, 7-8 R/. Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.


Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra. R/.

No permitirá que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa
el guardián de Israel. R/.

El Señor te guarda a su sombra,
está a tu derecha;
de día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche. R/.

El Señor te guarda de todo mal,
él guarda tu alma;
el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre. R/.


Segunda lectura de la segunda carta del Apóstol San Pablo a Timoteo 3, 14 – 4, 2


Querido hermano:
Permanece en lo que aprendiste y creíste, consciente de quiénes lo aprendiste, y que desde niño conoces las Sagradas Escrituras: ellas pueden darte la sabiduría que conduce a la salvación por medio de la fe en Cristo Jesús.

Toda Escritura es inspirada por Dios y además útil para enseñar, para argüir, para corregir, para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté preparado para toda obra buena.

Te conjuro delante de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y a muertos, por su manifestación y por su reino: proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, arguye, reprocha, exhorta con toda magnanimidad y doctrina.


Evangelio según San Lucas 18, 1-8


En aquel tiempo, Jesús decía a sus discípulos una parábola para enseñarles que es necesario orar siempre, sin desfallecer.

«Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres.

En aquella ciudad había una viuda que solía ir a decirle:
“Hazme justicia frente a mi adversario”.

Por algún tiempo se estuvo negando, pero después se dijo a sí mismo:
“Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está molestando, le voy a hacer justicia, no sea que siga viniendo a cada momento a importunarme”».

Y el Señor añadió:
«Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante él día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?».



Los textos son cogidos de la página de 







ver



Es innegable que, para mucha gente, la Iglesia tiene mala fama. Al nombrarla, lo primero que viene a la mente de la gente son los obispos, curas, noticias negativas, escándalos… Se ve como una institución de poder político y de manipulación de gente crédula. Y no hay que esconder que a veces esa mala fama nos la hemos ganado a pulso. Y a menudo, cuando se trata de ‘defender’ a la Iglesia, se recurre a poner de manifiesto la labor social que realiza, y a la entrega de los misioneros en países pobres; pero esto se hace sin mencionar la razón que les impulsa: la evangelización.




juzgar


Hoy estamos celebrando la Jornada del DOMUND, el Domingo Mundial de las Misiones. Este año con el lema ‘Misioneros de esperanza entre los pueblos’. Como se indica en la presentación de esta Jornada, en este mundo en el que vivimos, hay muchas promesas: los políticos, los economistas, los publicistas..., todos nos prometen un mundo mejor, sin tanto sufrimiento, sin tanta guerra. Pero nunca termina de hacerse realidad porque se olvidan de que el ser humano es pecador y, mientras estemos en esta tierra, siempre habrá egoísmo, soberbia, deseos de venganza... Se olvidan de que en este mundo siempre habrá enfermedades, catástrofes, accidentes... 

Por eso, toda la Iglesia, obedeciendo al mandato del Señor, existe para evangelizar, para anunciar la Buena Noticia que Jesús nos trajo. Y, como miembros de la Iglesia, los misioneros anuncian a Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre, el fundamento de la esperanza que no defrauda. 

Y en esa misión por supuesto que trabajan por el desarrollo material de los pueblos, para que toda persona pueda tener una vida digna y disponga de los bienes necesarios, pero sin olvidar que la esperanza no la dan las cosas de esta tierra; la esperanza de verdad la da exclusivamente Dios. 

Por eso los misioneros no atienden sólo a las necesidades materiales, ni hacen promesas ilusorias, no prometen un mundo sin dolor, sin injusticias. No ocultan el sufrimiento, pero al dolor lo llaman Cruz, y en la Cruz muestran a Cristo, que con su resurrección ha vencido toda Cruz. 

Y su misión evangelizadora la llevan a cabo porque están sostenidos por la oración: su oración personal, y la oración de toda la Iglesia. Desde el encuentro con el Señor en la oración pueden vivir y anunciar a quienes no lo conocen a un Dios que nos ama y que quiere para todos lo mejor. Un Dios que nos ha regalado el perdón y la misericordia para que nosotros lo regalemos. Un Dios que nos ha prometido la felicidad para toda la eternidad, pero sin engañarnos. Un Dios que no nos promete que nuestra vida, aquí en la tierra, va a ser perfecta, pero sí nos asegura su compañía y su consuelo en todo momento, y, de modo particular, en los tiempos de dolor, de angustia, de cruz. 

Por eso que en esta Jornada lo que se nos pide, ante todo, no es que hagamos una aportación económica, que es totalmente necesaria, sino que oremos con y por los misioneros. 

En la 1ª lectura hemos escuchado que, en la batalla contra Amalec, “mientras Moisés tenía en alto las manos, vencía Israel; mientras las tenía bajadas, vencía Amalec. Y, como le pesaban los brazos, Aarón y Jur le sostenían los brazos”. Y en el Evangelio, Jesús ha contado la parábola de esa viuda que reclamaba continuamente justicia, para enseñarnos “que es necesario orar siempre, sin desfallecer”. En su anuncio del Evangelio, los misioneros deben luchar contra egoísmos, injusticias, intereses económicos, catástrofes, enfermedades… Y necesitan que el resto de miembros de la Iglesia les apoyemos y sostengamos teniéndolos presentes en la oración, sin cansarnos, no sólo un día al año, sino de forma continuada, para que puedan ser verdaderos ‘Misioneros de esperanza entre los pueblos’.



actuar




Para los que somos y formamos la Iglesia, la Jornada del Domund es un día para que demos gracias por los misioneros estén trabajando para llevar la esperanza verdadera al corazón de tantísimas personas que no conocen a Cristo, y les apoyemos con nuestra oración y aportación económica. 

Esos ‘Misioneros de esperanza entre los pueblos’ están haciendo posible que muchos descubran la belleza y dignidad de sus vidas. Están transformando este mundo en el Reino de Dios, el que pedimos en el Padrenuestro: ‘¡Venga a nosotros tu reino!’ Pero no apoyándose en falsas promesas, sino invitando a la conversión del corazón hacia Cristo, con su testimonio de fe y con sus obras.









DOCUMENTO FINAL

POR UNA IGLESIA SINODAL:

COMUNIÓN, PARTICIPACIÓN Y MISIÓN



113. La difusión de la cultura digital, especialmente evidente entre los jóvenes, también está cambiando profundamente la percepción del espacio y del tiempo, influyendo en las actividades cotidianas, las comunicaciones y las relaciones interpersonales, incluida la fe. Las posibilidades que ofrece la red reconfiguran las relaciones, los vínculos y las fronteras. Aunque hoy estamos más conectados que nunca, a menudo experimentamos soledad y marginación. Además, las redes sociales pueden ser utilizadas por quienes tienen intereses económicos y políticos que, manipulando a las personas, difunden ideologías y generan polarizaciones agresivas. Esta realidad nos encuentra desprevenidos y requiere la decisión de dedicar recursos para que el ambiente digital sea un lugar profético para la misión y el anuncio. Las iglesias locales deben animar, apoyar y acompañar a quienes se dedican a la misión en el ambiente digital. Las comunidades y grupos digitales de inspiración cristiana, especialmente de jóvenes, también están llamados a reflexionar sobre el modo cómo crean vínculos de pertenencia, a promover el encuentro y el diálogo, a ofrecer formación entre iguales y desarrollar un modo sinodal de ser Iglesia. La red, constituida por conexiones, ofrece nuevas oportunidades para vivir mejor la dimensión sinodal de la Iglesia.


114. Esta evolución social y cultural exige que la Iglesia se interrogue sobre el significado de su dimensión “local” y cuestione sus formas organizativas para servir mejor a su misión. Sin dejar de reconocer el valor de la presencia en contextos geográficos y culturales concretos, es esencial entender el “lugar” como la realidad histórica en la que toma forma la experiencia humana. Es allí, en la trama de relaciones que se establecen, donde la Iglesia está llamada a expresar su sacramentalidad (cf. LG 1) y a realizar su misión.


115. La relación entre lugar y espacio sugiere también una reflexión sobre la Iglesia como “casa”. Cuando no se entiende como un espacio cerrado, inaccesible, que hay que defender a toda costa, la imagen de la casa evoca posibilidades de acogida, hospitalidad e inclusión. La creación misma es una casa común, en la que los miembros de la única familia humana viven con todas las demás criaturas. Nuestro compromiso, sostenido por el Espíritu, es asegurar que 38la Iglesia sea percibida como una casa acogedora, un sacramento de encuentro y de salvación, como una escuela de comunión para todos los hijos e hijas de Dios. La Iglesia es también Pueblo de Dios en camino con Cristo, en el que cada uno está llamado a ser peregrino de esperanza. La práctica tradicional de las peregrinaciones es un signo de ello. También la piedad popular es uno de los lugares de una Iglesia sinodal misionera.


116. La Iglesia local, entendida como Diócesis o Eparquía, es el ámbito fundamental en el que se manifiesta de modo más pleno la comunión en Cristo de todos los bautizados. En ella se reúne la comunidad en la celebración de la Eucaristía presidida por el Obispo. Cada Iglesia local se articula en sí misma y, al mismo tiempo, está en relación con las demás Iglesias locales.


jueves, 9 de octubre de 2025

HOJA PARROQUIAL. DOMINGO XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C

                                     

                                           
            


HOJA PARROQUIAL

11 y 12 de Octubre de 2025

Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario. Ciclo C



ENLACE A TODOS LOS PORTALES DE LA PARROQUIA


Parroquias de Ntra. Sra. de la Concepción,
de Ntra. Sra. del Carmen
y de San Joaquín y Santa Ana



“¿No ha habido quién volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?


LECTURAS

 




Primera lectura del segundo libro de los Reyes 5,14-17


En aquellos días, el sirio Naamán bajó y se bañó en el Jordán siete veces, conforme a la palabra de Eliseo, el hombre de Dios. Y su carne volvió a ser como la de un niño pequeño: quedó limpio de su lepra.

Naamán y toda su comitiva regresaron al lugar donde se encontraba el hombre de Dios. Al llegar, se detuvo ante él exclamando: 

«Ahora conozco que no hay en toda la tierra otro Dios que el de Israel. Recibe, pues, un presente de tu siervo». 

Pero Eliseo respondió: 

«Vive el Señor ante quien sirvo, que no he de aceptar nada». 

Y le insistió en que aceptase, pero él rehusó. 

Naamán dijo entonces: 

«Que al menos le den a tu siervo tierra del país, la carga de un par de mulos, porque tu servidor no ofrecerá ya holocausto ni sacrificio a otros dioses más que al Señor».


Salmo 97,1.2-3ab.3cd-4: El Señor revela a las naciones su salvación.


Cantad al Señor un cántico nuevo, 

porque ha hecho maravillas. 

Su diestra le ha dado la victoria, 

su santo brazo. R.


El Señor da a conocer su salvación, 

revela a las naciones su justicia. 

Se acordó de su misericordia y su fidelidad 

en favor de la casa de Israel. R.


Los confines de la tierra han contemplado 

la salvación de nuestro Dios. 

Aclama al Señor, tierra entera; 

gritad, vitoread, tocad. R.


Segunda lectura de la segunda carta del Apóstol San Pablo a Timoteo 2,8-13


Querido hermano: 

Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, nacido del linaje de David, según mi evangelio, por el que padezco hasta llevar cadenas, como un malhechor; pero la palabra de Dios no está encadenada. 

Por eso lo aguanto todo por los elegidos, para que ellos también alcancen la salvación y la gloria eterna en Cristo Jesús. 

Es palabra digna de crédito:

Pues si morimos con él, también viviremos con él;

si perseveramos, también reinaremos con él; 

si lo negamos, también él nos negará.

Si somos infieles, él permanece fiel, 

porque no puede negarse a sí mismo.


Evangelio según san Lucas 17,11-19


Una vez, yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaría y Galilea. Cuando iba a entrar en una ciudad, vinieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: 

«Jesús, maestro, ten compasión de nosotros». 

Al verlos, les dijo: 

«Id a presentaros a los sacerdotes». 

Y sucedió que, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias. 

Este era un samaritano. 

Jesús, tomó la palabra y dijo: 

«¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?». 

Y le dijo: 

«Levántate, vete; tu fe te ha salvado».


Los textos son cogidos de la página de 







ver



La expresión “gracias a Dios” se utiliza en general para expresar un sentimiento de alegría o alivio por algo que ha sucedido. En una oficina, una persona llevaba toda la mañana intentando solucionar un problema; cuando al final lo consiguió, exclamó juntando sus manos: “¡Gracias, Dios mío!” Algunos compañeros se extrañaron y burlaron al oírla, porque se notaba que no había sido una simple frase hecha, sino que lo había dicho de corazón: realmente estaba dando gracias a Dios.




juzgar


Hemos escuchado dos ejemplos de dar gracias a Dios de verdad, de corazón. En la 1ª lectura, Naamán el sirio, cuando “quedó limpio de su lepra”, exclamó: “Ahora conozco que no hay en toda la tierra otro Dios que el de Israel”. Y en el Evangelio, el leproso samaritano que había sido curado “se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias”. 

Muchas veces, nosotros nos parecemos a los nueve leprosos: olvidamos decir “gracias”, de corazón, a los demás y a Dios. A los demás, porque actuamos dando por hecho que “tienen” que hacer por nosotros lo que hacen, como si fuera un derecho nuestro. Y así no somos capaces de ver ni de valorar los gestos gratuitos de generosidad y de amor que tienen para con nosotros. 

Y olvidamos dar las gracias a Dios porque tenemos con Él una relación de tipo comercial: “Te doy para que me des”. Acudimos a Él con nuestras oraciones, ofrendas, donativos… para que nos conceda lo que le pedimos; y, una vez hemos obtenido lo que buscábamos o esperábamos, seguimos nuestro camino, como los nueve leprosos. 

Para dar gracias de corazón, a Dios y a los demás, nos hace falta pararnos y volver sobre nuestros pasos, como “Naamán y toda su comitiva que regresaron al lugar donde se encontraba el hombre de Dios”, y como el leproso que, “viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos”. Para ambos, dar las gracias no fue un simple gesto de cortesía, sino el inicio de una nueva vida, gracias a Dios. 

Hoy se nos invita a pensar en padres, abuelos, amigos, educadores, personas de fe, y otras personas de las que hemos recibido mucho más de lo que implica un simple cumplimiento del deber. Y debemos darles gracias de corazón por todo lo que han hecho por nosotros. 

Pero además, como cristianos, en estas personas reconocemos un reflejo del amor de Dios, y el agradecimiento que sentimos hacia ellas nos ayuda a reconocer la presencia del Señor a nuestro lado. Hoy también se nos invita a pensar en todos los dones que hemos recibido de Dios, y que son eso: dones, regalos; y pensemos en esos momentos y situaciones en los que hemos experimentado la acción de Dios; y, sobre todo, en cómo nos ha “limpiado” de nuestra “lepra”, de nuestro pecado, dándonos la oportunidad de seguir adelante con nuestra vida. Y en ese volver sobre nuestros pasos descubriremos que todo eso lo ha hecho y lo hemos recibido por puro amor suyo, gratuitamente, sin ningún merecimiento por nuestra parte. Y esto es lo que nos llevará a darle gracias de corazón, y a vivir toda nuestra vida con actitud de agradecimiento. 

Es necesario saber dar gracias al Señor de corazón, porque la gratitud nos llevará a reconocer y atestiguar su presencia, y también a reconocer y valor la importancia de los demás.



actuar




¿Somos capaces de saber decir “gracias” de corazón, o lo hacemos superficialmente? ¿Nos decimos “gracias” en la familia, entre los amigos, en la comunidad parroquial, en el trabajo…? ¿Damos gracias de corazón a quien nos ayuda, a quien está cerca de nosotros, a quien nos presta algún servicio, por pequeño que sea? ¿Cuántas veces decimos de corazón: “¡Gracias, Dios mío!”? 

Para nosotros, el dar gracias a Dios ha dado nombre al Sacramento más importante: la Eucaristía, que significa acción de gracias. La Eucaristía dominical es el momento para volver sobre nuestros pasos y reconocer la presencia y acción de Dios y de los hermanos, y darles las gracias de corazón. 

Que la Eucaristía nos enseñe a ser personas agradecidas, porque eso nos ayudará a ser “Peregrinos de Esperanza”, como nos pide el Jubileo. Seremos portadores de esperanza porque hemos descubierto y damos testimonio de que el Señor se hace presente en nuestra vida para que, como le ocurrió al leproso, por nuestra fe en Él podamos alcanzar la salvación.









DOCUMENTO FINAL

POR UNA IGLESIA SINODAL:

COMUNIÓN, PARTICIPACIÓN Y MISIÓN



Arraigado y peregrino


110. El anuncio del Evangelio, suscitando la fe en el corazón de los hombres y las mujeres, lleva a la fundación de una Iglesia en un lugar particular. La Iglesia no puede entenderse sin estar enraizada en un territorio concreto, en un espacio y en un tiempo donde se forma una experiencia compartida de encuentro con Dios que salva. La dimensión local de la Iglesia conserva la rica diversidad de las expresiones de fe arraigadas en contextos culturales e históricos específicos, y la comunión de las Iglesias manifiesta la comunión de los fieles dentro de la única Iglesia. De este modo, la conversión sinodal invita a cada persona a ampliar el espacio del propio corazón, el primer “lugar” donde resuenan todas nuestras relaciones, enraizadas en la relación personal de cada uno con Cristo Jesús y su Iglesia. Esta es la fuente y la condición de toda reforma en clave sinodal de los vínculos de pertenencia y de los lugares eclesiales. La acción pastoral no puede limitarse a cuidar las relaciones entre personas que se sienten en sintonía entre ellas, sino que debe favorecer el encuentro con cada hombre y cada mujer.


111. La experiencia del enraizamiento debe hacer frente a profundos cambios socioculturales que están modificando la percepción de los lugares. El concepto de lugar ya no puede ser entendido en términos puramente geográficos y espaciales, sino que en nuestra época evoca la pertenencia a una red de relaciones y a una cultura cuyas raíces territoriales son más dinámicas y flexibles que nunca. La urbanización es uno de los principales factores de este cambio: hoy, por primera vez en la historia de la humanidad, la mayoría de la población mundial vive en contextos urbanos. Las grandes ciudades son a menudo aglomeraciones humanas sin historia ni identidad, en las que las personas viven como islas. Los vínculos territoriales tradicionales cambian de significado, haciendo que los límites de las parroquias y de las diócesis estén menos definidos. La Iglesia está llamada a vivir en estos contextos, reconstruyendo la vida comunitaria, dando rostro a realidades anónimas y tejiendo relaciones fraternas. Para ello, además de aprovechar al máximo las estructuras todavía adecuadas, se requiere una creatividad misionera que explore nuevas formas de pastoral e identifique caminos concretos de atención. Sin embargo, también es cierto que las realidades rurales, algunas de las cuales son verdaderas periferias existenciales, no deben descuidarse y requieren una atención pastoral específica, al igual que los lugares de marginación y exclusión.


112. Nuestra época también se caracteriza por el aumento de la movilidad humana, motivada por diversas razones. Los refugiados y los migrantes forman a menudo comunidades dinámicas, incluso en sus prácticas religiosas, haciendo que el lugar donde se instalan sea multicultural. Algunos de ellos mantienen estrechos lazos con sus países de origen, sobre todo gracias a los medios digitales, y experimentan dificultades para tejer vínculos en el nuevo país; otros permanecen desarraigados. Los habitantes de los lugares de inmigración también se ven interpelados por la acogida de los que llegan. Todos experimentan el impacto causado por el encuentro con la diversidad de orígenes geográficos, culturales y lingüísticos, y están llamados a construir comunidades interculturales. No debe pasarse por alto el impacto de los fenómenos migratorios en la vida de las Iglesias. Es emblemática, en este sentido, la situación de algunas Iglesias Católicas Orientales, debido al creciente número de fieles en la diáspora; se requieren nuevos enfoques para que se mantengan los vínculos con su Iglesia de origen y se creen otros nuevos, respetando las diferentes raíces espirituales y culturales.