miércoles, 8 de noviembre de 2023

HOJA PARROQUIAL. DOMINGO XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO A

     

   






HOJA PARROQUIAL

11 y 12 de Noviembre del 2023

                   Domingo XXXII del tiempo ordinario. Ciclo A

Parroquias de Ntra. Sra. de la Concepción,
de Ntra. Sra. del Carmen
y de San Joaquín y Santa Ana





“ Velad, porque no sabéis el día ni la hora ”



  


 



    Nos acercamos al final del Año Litúrgico y la liturgia enfoca nuestra mirada sobre la venida definitiva del Señor al final de los tiempos. Dirigir nuestra vista al horizonte del camino no significa quedarnos contemplando este acontecimiento como si de un cuadro apocalíptico se tratase, significa mirar y vivir nuestro presente a la luz de dicho acontecimiento.


    Es tiempo de revisar la vida y la fe en el caminar cotidiano, dejar iluminar cada rincón de nuestro ser por el evangelio y descubrir las actitudes con las que vamos acogiendo el reinado de Dios en nuestra vida y en nuestro mundo.

    

    No es tiempo de dar más espacio a la angustia en nuestras vidas –en nuestro mundo ya hay demasiados motivos– sino de empapar nuestro corazón y nuestra mirada de esperanza. Esta es la actitud del cristiano ante las realidades últimas.



LECTURAS



Primera lectura del libro de la Sabiduría 6, 12-16


Radiante e inmarcesible es la sabiduría,
la ven con facilidad los que la aman
y quienes la buscan la encuentran.
Se adelanta en manifestarse a los que la desean.
Quien madruga por ella no se cansa,
pues la encuentra sentada a su puerta.
Meditar sobre ella es prudencia consumada
y el que vela por ella pronto se ve libre de preocupaciones.
Pues ella misma va de un lado a otro
buscando a los que son dignos de ella;
los aborda benigna por los caminos
y les sale al encuentro en cada pensamiento.


Salmo 62, 2abc. 2d-4. 5-6. 7-8 R/. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.


Oh, Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua. R/.

¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios. R/.

Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos. R/.

En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo. R/.


Segunda lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 4, 13-18


No queremos que ignoréis, hermanos, la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como los que no tienen esperanza.
Pues si creemos que Jesús murió y resucitó, de igual modo Dios llevará con él, por medio de Jesús, a los que han muerto.
Esto es lo que os decimos apoyados en la palabra del Señor:
nosotros, los que quedemos hasta la venida del Señor, no precederemos a los que hayan muerto; pues el mismo Señor, a la voz del arcángel y al son de la trompeta divina, descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán en primer lugar; después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos llevados con ellos entre nubes al encuentro del Señor, por los aires.
Y así estaremos siempre con el Señor.
Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras.


Evangelio según san Mateo 25, 1-13


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
«Se parecerá el reino de los cielos a diez vírgenes que tomaron sus lámparas y salieron al encuentro del esposo.
Cinco de ellas eran necias y cinco eran prudentes.
Las necias, al tomar las lámparas, no se proveyeron de aceite; en cambio, las prudentes se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas.
El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron.
A medianoche se oyó una voz:
“¡Qué llega el esposo, salid a su encuentro!”.
Entonces se despertaron todas aquellas vírgenes y se pusieron a preparar sus lámparas.
Y las necias dijeron a las prudentes:
“Dadnos de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas”.
Pero las prudentes contestaron:
“Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis”.
Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta.
Más tarde llegaron también las otras vírgenes, diciendo:
“Señor, señor, ábrenos”.
Pero él respondió:
“En verdad os digo que no os conozco”.
Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora».






1. La experiencia del proceso sinodal 


   24. En otros lugares, surgen expresiones que evocan más bien la idea de un distanciamiento entre los miembros de una misma familia y un retorno deseado, el fin de una pérdida colectiva de la propia identidad como Iglesia sinodal. Utilizando una imagen bíblica, se podría decir que el proceso sinodal ha marcado los primeros pasos del retorno de un exilio, cuyas consecuencias afectan a todo el Pueblo de Dios: si la Iglesia no es sinodal, nadie puede sentirse realmente en casa. 


2. A la escucha de las Escrituras 


25. Es a un pueblo que vive la experiencia del exilio a quien el profeta dirige palabras que nos ayudan hoy a centrarnos en lo que el Señor nos llama a través de la experiencia de una sinodalidad vivida: «Ensancha el espacio de tu tienda, extiende los toldos de tu morada, no los restrinjas, alarga tus cuerdas, refuerza tus estacas» (Is 54,2).

 

26. La palabra del profeta recuerda al pueblo exiliado la experiencia del éxodo y la travesía del desierto, cuando vivían en tiendas, y anuncia la promesa del regreso a la tierra, signo de alegría y esperanza. Para prepararse, es necesario ampliar la tienda, actuando sobre los tres elementos de su estructura. El primero son los toldos, que protegen del sol, el viento y la lluvia, delineando un espacio de vida y convivencia. Deben desplegarse, para que también puedan proteger a los que todavía están fuera de este espacio, pero que se sienten llamados a entrar en él. El segundo elemento estructural de la tienda son las cuerdas, que mantienen unidos los toldos. Deben equilibrar la tensión necesaria para evitar que la tienda se derrumbe con la flexibilidad que amortigüe los movimientos provocados por el viento. Por lo tanto, si la tienda se expande, deben alargarse para mantener la tensión adecuada. Por último, el tercer elemento son las estacas, que anclan la estructura al suelo y garantizan su solidez, pero que siguen siendo capaces de moverse cuando hay que montar la tienda en otro lugar. 


27. Escuchadas hoy, estas palabras de Isaías nos invitan a imaginar a la Iglesia como una tienda, o más bien como la tienda del encuentro que acompañó al pueblo en su travesía por el desierto. Está llamada a expandirse, pero también a moverse. En su centro está el tabernáculo, es decir, la presencia del Señor. La firmeza de la tienda está garantizada por la solidez de sus estacas, es decir, los cimientos de la fe que no cambian, pero sí pueden ser trasladados y plantados en un terreno siempre nuevo, para que la tienda pueda acompañar al pueblo en su caminar por la historia. Por último, para no hundirse, la estructura de la tienda debe mantener el equilibrio entre las diferentes presiones y tensiones a las que está sometida. Esta metáfora expresa la necesidad del discernimiento. Así es como muchas síntesis imaginan a la Iglesia: una morada espaciosa, pero no homogénea, capaz de cobijar a todos, pero abierta, que deja entrar y salir (cf. Jn 10,9), y que avanza hacia el abrazo con el Padre y con todos los demás miembros de la humanidad. 

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