miércoles, 7 de febrero de 2024

HOJA PARROQUIAL. DOMINGO VI DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO B

                 



HOJA PARROQUIAL

10 y 11 de Febrero de 2024

Domingo VI del Tiempo Ordinario. Ciclo B


Parroquias de Ntra. Sra. de la Concepción,
de Ntra. Sra. del Carmen
y de San Joaquín y Santa Ana

















“Quiero, queda limpio



    Uno de los retos de la vida cristiana de todos los tiempos pasa por construir comunidad. ¡No se puede ser cristiano al margen de la Iglesia! La fe se recibe y se hace real en espacios comunitarios diversos. En ellos se alimenta y se refuerza, se celebra y profundiza, se hace vida. En esta sociedad individualista es una tentación vivir aislados y hacer de la experiencia creyente algo que empieza y acaba en uno mismo. “Yo soy creyente, pero no quiero saber nada de la Iglesia”, escuchamos –o decimos- alguna vez… También, ciertamente, hay ámbitos eclesiales que señalan, separan y marginan a otros hermanos, repartiendo títulos de impureza o pecado.


    En este sexto domingo del Tiempo Ordinario la liturgia nos presenta la curación de un leproso. Marcos recorre, de una forma muy visual y dinámica, el paso de sentirse aislado e impuro, a dejarse tocar por Jesús, el Compasivo, para convertirse finalmente en testigo que crea comunidad y da testimonio con la propia vida. ¡Es el proceso que estamos llamados a recorrer los seguidores de Jesús! 


    Este domingo trae una pausa al Tiempo Ordinario y nos empuja a la Cuaresma que comenzará el próximo miércoles. Que sea para los creyentes, como fue el encuentro de Cristo con el leproso, tiempo de crecimiento personal en la fe y de compromiso por implicarnos aún más en la Iglesia de la que recibimos la fe, y con la que queremos seguir contagiándola.

    

    



LECTURAS



Primera lectura del libro del Levítico 13, 1-2. 44-46


El Señor dijo a Moisés y a Aarón:
«Cuando alguno tenga una inflamación, una erupción o una mancha en la piel, y se le produzca una llaga como de lepra, será llevado ante el sacerdote Aarón, o ante uno de sus hijos sacerdotes.

Se trata de un leproso: es impuro. El sacerdote lo declarará impuro de lepra en la cabeza.

El enfermo de lepra andará con la ropa rasgada y la cabellera desgreñada, con la barba tapada y gritando: “¡Impuro, impuro!”. Mientras le dure la afección, seguirá siendo impuro. Es impuro y vivirá solo y tendrá su morada fuera del campamento».


Salmo 31, 1-2. 5. 11 R. Tú eres mi refugio, me rodeas de cantos de liberación.


Dichoso el que está absuelto de su culpa,
a quien le han sepultado su pecado;
dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito
y en cuyo espíritu no hay engaño. R/.

Había pecado, lo reconocí,
no te encubrí mi delito;
propuse: «Confesaré al Señor mi culpa»,
y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. R/.

Alegraos, justos, y gozad con el Señor;
aclamadlo, los de corazón sincero. R/.


Segunda lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 10, 31 - 11, 1


Hermanos:
Ya comáis, ya bebáis o hagáis lo que hagáis, hacedlo todo para gloria de Dios.

No deis motivo de escándalo ni a judíos, ni a griegos, ni a la Iglesia de Dios; como yo, que procuro contentar en todo a todos, no buscando mi propia ventaja, sino la de la mayoría, para que se salven.

Sed imitadores míos como yo lo soy de Cristo.


Evangelio según san Marcos 1, 40-45


En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas:
«Si quieres, puedes limpiarme».

Compadecido, extendió la mano y lo tocó diciendo:
«Quiero: queda limpio».

La lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente:
«No se lo digas a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés, para que les sirva de testimonio».

Pero cuando se fue, empezó a pregonar bien alto y a divulgar el hecho, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en lugares solitarios; y aun así acudían a él de todas partes.







3. Hacia una Iglesia sinodal misionera

 

3.3 Comunión, participación y corresponsabilidad 


Carismas, vocaciones y ministerios 


66. La responsabilidad de la vida sinodal de la Iglesia no puede delegarse, sino que debe ser compartida por todos en respuesta a los dones que el Espíritu otorga a los fieles: «un grupo de la diócesis de Lae expresó lo siguiente sobre la sinodalidad en su parroquia: “En las reuniones del consejo pastoral parroquial, nos aseguramos de tener en cuenta las opiniones y sugerencias de todos los presentes, incluidas las mujeres, antes de tomar decisiones que tendrán un impacto en la vida de todos en la parroquia”. Otra parroquia comentó: “cuando queremos hacer algo en nuestra parroquia, nos reunimos, escuchamos las sugerencias de todos los miembros de la comunidad, decidimos juntos, y juntos llevamos a cabo las decisiones tomadas”» (CE Papúa Nueva Guinea e Islas Salomón). Sin embargo, no faltan expresiones de una cierta dificultad para practicar realmente la corresponsabilidad: «como obispos reconocemos que la “teología bautismal” que impulsó el Concilio Vaticano II, base de la corresponsabilidad en la misión, no ha sido suficientemente desarrollada, por tanto, la mayoría de los bautizados no sienten una plena identificación con la Iglesia y menos corresponsabilidad misionera. Además, los liderazgos en las actuales estructuras pastorales, así como la mentalidad de muchos presbíteros, no favorecen dicha corresponsabilidad. Igualmente, las y los religiosos, como también los movimientos laicos de apostolado, se mantienen sutil o abiertamente al margen de la dinámica diocesana con mucha frecuencia. De manera que, los llamados “laicos comprometidos” en las parroquias (que son los menos), terminan siendo exigidos y sobrecargados de responsabilidades intraeclesiales que los exceden y que los agotan con el tiempo» (CE México). 


67. Este deseo de corresponsabilidad se declina en primer lugar en clave de servicio a la misión común, es decir, con el lenguaje de la ministerialidad: «la experiencia realizada [...] ha ayudado a redescubrir la corresponsabilidad que proviene de la dignidad bautismal y ha permitido la posibilidad de superar una visión de la Iglesia construida en torno al ministerio ordenado para avanzar hacia una Iglesia “toda ministerial”, que es comunión de carismas y ministerios diferentes» (CE Italia). De la consulta del Pueblo de Dios surge el tema del ministerio como central en la vida de la Iglesia y la necesidad de conciliar la unidad de la misión con la pluralidad de ministerios: reconocer esta necesidad y promoverla «no es un fin en sí mismo, sino una valorización al servicio de la misión: actores y protagonistas diferentes, iguales en dignidad, complementarios para ser signo, para hacer creíble una Iglesia que sea sacramento del Reino» (CE Bélgica). 


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