miércoles, 13 de marzo de 2024

HOJA PARROQUIAL. DOMINGO V DE CUARESMA. CICLO B

                     



HOJA PARROQUIAL

16 y 17 de Marzo de 2024

Domingo V de Cuaresma. Ciclo B


Parroquias de Ntra. Sra. de la Concepción,
de Ntra. Sra. del Carmen
y de San Joaquín y Santa Ana

















“Queremos ver a Jesús



    


    En un espacio poco iluminado u oscuro el ojo no puede dejar de dirigirse a toda luz que brille por más débil que esta sea. Entramos en la última semana de Cuaresma y en el horizonte ya se apuntan signos de la celebración anual de la Semana Santa. La liturgia de la Palabra de este domingo nos aproxima a una comprensión profunda e intensa del Dios de la Nueva Alianza y de su enviado Jesucristo. Jesús, Hijo de Dios, es ante todo nuestro Redentor y Salvador; es decir, aquel que puede perdonar nuestros pecados y salvarnos de sus consecuencias.

La Cuaresma, tiempo de preparación y de catecumenado, es un momento espiritualmente ‘fuerte’ y una oportunidad propicia para contrastar nuestra vida moral y nuestra experiencia de fe a la luz de la propia vida de Jesús, tal como se nos narra en los evangelios, sobre todo, en aquellas circunstancias y acontecimientos que le van a conducir a su Pasión, Muerte y Resurrección. Es por eso que la Iglesia nos enseña, e insiste, que durante el tiempo cuaresmal no debemos desaprovechar la oportunidad de experimentar y degustar el sacramento de la penitencia y la reconciliación, tanto a nivel individual como a nivel comunitario. Se nos invita, con ello, a una experiencia liberadora y gozosa.


    Para el verdadero creyente cristiano el seguimiento de Jesús, como vivencia de su bautismo, no se trata una experiencia espiritual cualquiera, sino de la verdadera y auténtica experiencia. Todo nuestro ser y entorno se transforma de tal modo que ya solo ‘queremos ver a Jesús y estar con Él’, como esos griegos de los que nos habla el Evangelio de hoy que ya han oído hablar de Jesús, pero que quieren dar un paso más. Y a eso es a lo que se nos invita ahora que ya está por terminar este tiempo cuaresmal, a dar un paso más, a ir un poco más allá, a ir madurando en nuestro seguimiento de Jesús.

    



LECTURAS



Primera lectura del libro de Jeremías 31, 31-34


«Ya llegan días —oráculo del Señor— en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva. No será una alianza como la que hice con sus padres, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto, pues quebrantaron mi alianza, aunque yo era su Señor —oráculo del Señor—

Esta será la alianza que haré con ellos después de aquellos días —oráculo del Señor—: Pondré mi ley en su interior y la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Ya no tendrán que enseñarse unos a otros diciendo:
«Conoced al Señor», pues todos me conocerán, desde el más pequeño al mayor —oráculo del Señor—, cuando perdone su culpa y no recuerde ya sus pecados.


Salmo 50, 3-4. 12-13. 14-15 R. Oh, Dios, crea en mí un corazón puro.


Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado. R/.

Oh, Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme.
No me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu. R/.

Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso.
Enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti. R/.


Segunda lectura de la carta a los Hebreos 5, 7-9


Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, siendo escuchado por su piedad filial.

Y, aun siendo Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se convirtió, para todos los que lo obedecen, en autor de salvación eterna.


Evangelio según san Juan 12, 20-33


En aquel tiempo, entre los que habían venido a celebrar la fiesta había algunos griegos; estos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban:
«Señor, queremos ver a Jesús».

Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús.

Jesús les contestó:
«Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo honrará.

Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré? ¿Padre, líbrame de esta hora? Pero si por esto he venido, para esta hora: Padre, glorifica tu nombre».

Entonces vino una voz del cielo:
«Lo he glorificado y volveré a glorificarlo».

La gente que estaba allí y lo oyó, decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel.

Jesús tomó la palabra y dijo:
«Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí».

Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir.







3. Hacia una Iglesia sinodal misionera

 

Formación


    82. La inmensa mayoría de las síntesis señalan la necesidad de proporcionar formación en el tema de la sinodalidad. Las estructuras no son suficientes por sí solas: es necesario un trabajo de formación permanente que apoye una cultura sinodal generalizada, capaz de articularse con las particularidades de los contextos locales para facilitar una conversión sinodal en el modo de ejercer la participación, la autoridad y el liderazgo para un desempeño más eficaz de la misión común. No se trata simplemente de aportar conocimientos técnicos o metodológicos específicos. La formación a la sinodalidad atraviesa todas las dimensiones de la vida cristiana y solo puede ser «una formación integral que atienda a la dimensión personal, espiritual, teológica, social y práctica. Para ello, es imprescindible una comunidad de referencia, porque hay un principio del “caminar juntos” que es el de la formación del corazón, que trasciende los saberes concretos y abarca la vida entera. Es necesario incorporar a la vida cristiana la formación continua y permanente para poner en práctica la sinodalidad, madurar y crecer en la fe, participar en la vida pública, acrecentar el amor y la participación de los fieles en la Eucaristía, asumir ministerios estables, ejercer una corresponsabilidad real en el gobierno de la Iglesia, dialogar con las otras Iglesias y con la sociedad para acercarse fraternalmente a los alejados» (CE España). Esta formación debe dirigirse a todos los miembros del Pueblo de Dios: «Para la realización de estos elementos de sinodalidad, se necesitan urgentemente programas de educación y formación dirigidos al clero y a los laicos para desarrollar una comprensión compartida de la sinodalidad que es crucial para poder “caminar juntos” en las Iglesias locales» (CE Myanmar). De este modo, la perspectiva de la sinodalidad puede entrecruzar la catequesis y la atención pastoral, ayudando a mantenerlas ancladas en la perspectiva de la misión.

    

    83. Sin embargo, también se subraya la necesidad de una formación más específica en materia de escucha y diálogo con la institución, por ejemplo, de agentes y grupos para la promoción de la sinodalidad. En particular, muchas síntesis señalan la necesidad de garantizar la formación en sinodalidad de quienes serán llamados a asumir funciones de responsabilidad, especialmente los sacerdotes: «aunque es larga, la formación en el seminario está orientada a preparar a los clérigos para un estilo de vida sacerdotal y no logra capacitarlos para la coordinación pastoral. La formación teórica y práctica en la colaboración, la escucha mutua y la participación en la misión son esenciales en la formación sacerdotal» (CE Sri Lanka).


Espiritualidad


    84. La cultura de la sinodalidad, indispensable para animar las estructuras y las instituciones, requiere una formación adecuada, pero sobre todo no puede dejar de alimentarse de la familiaridad con el Señor y de la capacidad de escuchar la voz del Espíritu: «el discernimiento espiritual debe acompañar la planificación estratégica y la toma de decisiones, de modo que todo proyecto sea acogido y acompañado por el Espíritu Santo» (Iglesia católica greco-melquita). Por eso necesitamos crecer en una espiritualidad sinodal. Sólo puede basarse en la atención a la interioridad y la conciencia. «En la espiritualidad personal y en el mensaje de la Iglesia debe prevalecer la alegría de Cristo resucitado y no el miedo a un Dios que castiga» (CE República Checa).

 

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