VIGILIA DEL CORPUS CHRISTI
Ntra. Sra. de la Concepción de Los Realejos
1 DE JUNIO DE 2024
VÍSPERAS
V/. -Dios mío, ven en mi auxilio.
R/. -Señor, date prisa en socorrerme.
V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R/. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya
Que la lengua humana
cante este misterio:
la preciosa sangre
y el precioso cuerpo.
Quien nació de Virgen
Rey del universo,
por salvar al mundo,
dio su sangre en precio.
Se entregó a nosotros,
se nos dio naciendo
de una casta Virgen;
y, acabado el tiempo,
tras haber sembrado
la palabra al pueblo,
coronó su obra
con prodigio excelso.
Fue en la última cena
-ágape fraterno-,
tras comer la Pascua
según mandamiento,
con sus propias manos
repartió su cuerpo,
lo entregó a los Doce
para su alimento.
La palabra es carne
y hace carne y cuerpo
con palabra suya
lo que fue pan nuestro.
Hace sangre el vino,
y, aunque no entendemos,
basta fe, si existe
corazón sincero.
Adorad postrados
este Sacramento.
Cesa el viejo rito;
se establece el nuevo.
Dudan los sentidos
y el entendimiento:
que la fe lo supla
con asentimiento.
Himnos de alabanza,
bendición y obsequio;
por igual la gloria
y el poder y el reino
al eterno Padre
con el Hijo eterno
y el divino Espíritu
que procede de ellos. Amén.
Salmodia
Salmo 110: Grandes son las obras del Señor
Ant 1: El Señor, piadoso y clemente, da alimento a sus fieles en recuerdo de sus maravillas.
Doy gracias al Señor de todo corazón,
en compañía de los rectos, en la asamblea.
Grandes son las obras del Señor,
dignas de estudio para los que las aman.
Esplendor y belleza son su obra,
su generosidad dura por siempre;
ha hecho maravillas memorables,
el Señor es piadoso y clemente.
Él da alimento a sus fieles,
recordando siempre su alianza;
mostró a su pueblo la fuerza de su obrar,
dándoles la heredad de los gentiles.
Justicia y verdad son las obras de sus manos,
todos sus preceptos merecen confianza:
son estables para siempre jamás,
se han de cumplir con verdad y rectitud.
Envió la redención a su pueblo,
ratificó para siempre su alianza,
su nombre es sagrado y temible.
Primicia de la sabiduría es el temor del Señor, tienen buen juicio los que lo practican; la alabanza del Señor dura por siempre.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant1: El Señor, piadoso y clemente, da alimento a sus fieles en recuerdo de sus maravillas.
Salmo 147: Acción de gracias por la restauración de Jerusalén
Ant2: El Señor ha puesto paz en las fronteras de la Iglesia y nos sacia con flor de harina.
Glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti;
ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.
Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz;
manda la nieve como lana,
esparce la escarcha como ceniza;
hace caer el hielo como migajas
y con el frío congela las aguas;
envía una orden, y se derriten;
sopla su aliento, y corren.
Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant2: El Señor ha puesto paz en las fronteras de la Iglesia y nos sacia con flor de harina.
Apocalipsis 11, 17-18;12, 10b-12a: El juicio de Dios
Ant3: Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre él que os da el verdadero pan del cielo. Aleluya.
Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.
Se encolerizaron las gentes,
llegó tu cólera, y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos, los profetas, y a los santos y a los que temen tu nombre, y a los pequeños y a los grandes, y de arruinar a los que arruinaron la tierra.
Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.
Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant3: Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre él que os da el verdadero pan del cielo. Aleluya.
COMPROMISO
Señor: nos presentamos ante Ti los que queremos ser adoradores nocturnos.
Un día más o menos lejano, tú nos saliste al encuentro.
Nos sacaste de las tinieblas en que estábamos sumergidos y nos bañaste con la luz de tu bautismo.
Cuando el peligro empezó a rodearnos en nuestra vida personal, quisiste ungirnos con tu crisma, para hacernos miembros fuertes de tu Cuerpo Místico.
Sobre todo tú, hecho Pan para alimento de los hombres, comenzaste a transformarnos en ti mismo con tu rica vida eucarística.
Hoy, tú nos llamas a cada uno por nuestro nombre. Y nos llamas a ser adoradores nocturnos.
Nuestra respuesta a tu llamada es sólo una: Prometemos vivir fielmente como adoradores.
Nuestros méritos son: nuestra pequeñez, nuestra debilidad, nuestra cobardía; pero por encima de todo, tú sabes que te amamos y que queremos estar contigo en la soledad y en el silencio de tus noches de Eucaristía.
María, Madre de Dios, Madre de la Iglesia y madre nuestra, ayúdanos siempre a cumplir nuestro propósito.
Todos: Amén.
Preces
Cristo nos invita a todos a su cena, en la cual entrega su cuerpo y su sangre para la vida del mundo. Digámosle:
R/. Cristo, pan celestial, danos la vida eterna.
- Cristo, Hijo de Dios vivo, que mandaste celebrar la cena eucarística en memoria tuya,
enriquece a tu Iglesia con la constante celebración de tus misterios. R/.
- Cristo, sacerdote único del Altísimo, que encomendaste a los sacerdotes ofrecer tu sacramento,
haz que su vida sea fiel reflejo de lo que celebran sacramentalmente. R/.
- Cristo, maná del cielo, que haces que formemos un solo cuerpo todos los que comemos del mismo pan,
refuerza la paz y la armonía de todos los que creemos en ti. R/.
- Cristo, médico celestial, que por medio de tu pan nos das un remedio de inmortalidad y una prenda de resurrección,
devuelve la salud a los enfermos y la esperanza viva a los pecadores. R/.
- Cristo, rey venidero, que mandaste celebrar tus misterios para proclamar tu muerte hasta que vuelvas,
haz que participen de tu resurrección todos los que han muerto en ti. R/.
Cántico Ev. (después de comulgar)
Ant: ¡Qué bueno es, Señor, tu espíritu! Para demostrar a tus hijos tu ternura, les has dado un pan delicioso bajado del cielo, que colma de bienes a los hambrientos, y deja vacíos a los ricos hastiados.
(se hace la señal de la cruz mientras se comienza a recitar)
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: ¡Qué bueno es, Señor, tu espíritu! Para demostrar a tus hijos tu ternura, les has dado un pan delicioso bajado del cielo, que colma de bienes a los hambrientos, y deja vacíos a los ricos hastiados.
Oración de presentación de adoradores
(De la Oración con que el Papa Juan Pablo II inauguró el 2 de diciembre de 1981 la Adoración solemne al Santísimo Sacramento en la Basílica de San Pedro).
«Quédate con nosotros, Señor»
Quédate con nosotros hoy, y quédate de ahora en adelante, todos los días, según el deseo de nuestro corazón.
Quédate para que podamos encontramos contigo en la plegaria de adoración y de acción de gracias, en la plegaria de expiación y de petición.
Quédate tú que estás simultáneamente velado en el misterio eucarístico de la fe, y desvelado bajo las especies del pan y del vino que has asumido en este sacramento.
Deseamos adorarte cada día y cada hora a ti, oculto bajo las especies del pan y del vino, para renovar la esperanza de la «llamada a la gloria» cuyo comienzo lo has instituido tú con tu cuerpo glorificado «a la derecha del Padre».
Señor, un día preguntaste a Pedro: «¿Me amas?» Se lo preguntaste por tres veces. y tres veces el Apóstol respondió: «Señor, tú lo sabes todo, Tú sabes que te amo.»
Que la respuesta de Pedro se exprese mediante la adoración de esta noche y de todo el día. De todos los días.
Que todos los que participamos en la adoración de tu presencia eucarística demos testimonio y hagamos resonar por doquier la verdad encerrada en las palabras del Apóstol:
Señor, tú lo sabes todo. Tú sabes que te amo.
OFICIO DE LECTURA
V/. -Dios mío, ven en mi auxilio.
R/. -Señor, date prisa en socorrerme.
V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R/. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya
Himno
De rodillas, Señor, ante el sagrario,
que guarda cuanto queda de amor y de unidad,
venimos con las flores de un deseo,
para que nos las cambies en frutos de verdad.
Cristo en todas las almas, y en el mundo la paz.
Cristo en todas las almas, y en el mundo la paz.
Como estás, mi Señor, en la custodia igual que la palmera que alegra el arenal, queremos que en el centro de la vida reine sobre las cosas tu ardiente de caridad.
Cristo en todas las almas, y en el mundo la paz.
Cristo en todas las almas, y en el mundo la paz.
Amén.
Salmodia
Salmo 22: El Buen Pastor
Ant1: Decid a los convidados: «Tengo preparado el banquete, venid a la boda.» Aleluya.
El Señor es mi Pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.
Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant1: Decid a los convidados: «Tengo preparado el banquete, venid a la boda.» Aleluya.
Salmo 41: Deseo del Señor y ansias de contemplar el templo
Ant2: El que tenga sed, que venga a mí y beba en la fuente eterna.
Como busca la cierva
corrientes de agua,
así mi alma te busca
a ti, Dios mío;
tiene sed de Dios,
del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver
el rostro de Dios?
Las lágrimas son mi pan
noche y día.
mientras todo el día me repiten:
«¿Dónde está tu Dios?»
Recuerdo otros tiempos,
y desahogo mi alma conmigo:
cómo marchaba a la cabeza del grupo,
hacia la casa de Dios,
entre cantos de júbilo y alabanza,
en el bullicio de la fiesta.
¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío.»
Cuando mi alma se acongoja,
te recuerdo
desde el Jordán y el Hermón
y el Monte Menor.
Una sima grita a otra sima
con voz de cascadas:
tus torrentes y tus olas
me han arrollado.
De día el Señor
me hará misericordia,
de noche cantaré la alabanza
del Dios de mi vida.
Diré a Dios: «Roca mía,
¿por qué me olvidas?
¿Por qué voy andando, sombrío,
hostigado por mi enemigo?»
Se me rompen los huesos
por las burlas del adversario;
todo el día me preguntan:
«¿Dónde está tu Dios?»
¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío.»
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant2: El que tenga sed, que venga a mí y beba en la fuente eterna.
Salmo 80: Solemne renovación de la alianza
Ant 3: El Señor nos alimentó con flor de harina, nos sació con miel silvestre.
Aclamad a Dios, nuestra fuerza;
dad vítores al Dios de Jacob:
acompañad, tocad los panderos,
las cítaras templadas y las arpas;
tocad la trompeta por la luna nueva,
por la luna llena, que es nuestra fiesta.
Porque es una ley de Israel,
un precepto del Dios de Jacob,
una norma establecida para José
al salir de Egipto.
Oigo un lenguaje desconocido:
"Retiré sus hombros de la carga,
y sus manos dejaron la espuerta.
Clamaste en la aflicción, y te libré,
te respondí oculto entre los truenos,
te puse a prueba junto a la fuente de Meribá.
Escucha, pueblo mío, doy testimonio contra ti;
¡ojalá me escuchases Israel!
No tendrás un dios extraño,
no adorarás un dios extranjero;
yo soy el Señor, Dios tuyo,
que te saqué del país de Egipto;
abre la boca que te la llene."
Pero mi pueblo no escuchó mi voz,
Israel no quiso obedecer:
los entregué a su corazón obstinado,
para que anduviesen según sus antojos.
¡Ojalá me escuchase mi pueblo
y caminase Israel por mi camino!:
en un momento humillaría a sus enemigos
y volvería mi mano contra sus adversarios;
los que aborrecen al Señor te adularían,
y su suerte quedaría fijada;
te alimentaría con flor de harina,
te saciaría con miel silvestre.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant 3: El Señor nos alimentó con flor de harina, nos sació con miel silvestre.
Lectura
V/. La sabiduría se ha construido su casa. Aleluya.
R/. Ha mezclado el vino y puesto la mesa. Aleluya.
Vieron a Dios y comieron y bebieron Ex 24,1-11
En aquellos días, el Señor dijo a Moisés:
«Sube a mí con Aarón, Nadab y Abihú y los setenta ancianos de Israel, y prosternaos a distancia. Después se acercará Moisés solo, no ellos; y el pueblo que no suba.»
Moisés bajó y contó al pueblo todo lo que había dicho el Señor y todos sus mandatos; y el pueblo contestó a una:
«Haremos todo lo que dice el Señor.»
Moisés puso por escrito todas las palabras del Señor. Se levantó temprano y edificó un altar en la falda del monte, y doce estelas, por las doce tribus de Israel. Y mandó a algunos jóvenes israelitas ofrecer al Señor holocaustos, y vacas como sacrificio de comunión. Tomó la mitad de la sangre, y la puso en vasijas, y la otra mitad la derramó sobre el altar. Después, tomó el documento de alianza y se lo leyó en alta voz al pueblo, el cual respondió:
«Haremos todo lo que manda el Señor y lo obedeceremos.»
Tomó Moisés la sangre y roció al pueblo, diciendo:
«Ésta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros, sobre todos estos mandatos.»
Subieron Moisés, Aarón, Nadab, Abihú y los setenta ancianos de Israel, y vieron al Dios de Israel: bajo los pies tenía una especie de pavimento, brillante como el mismo cielo. Dios no extendió la mano contra los notables de Israel, que pudieron contemplar a Dios, y después comieron y bebieron.
R/. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto del maná y murieron: Éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.
V/. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan vivirá para siempre.
R/. Éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.
Lectura Patrística
¡Oh banquete precioso y admirable!
Santo Tomás de Aquino
Opúsculo 57, en la fiesta del Cuerpo de Cristo 1-4
El Hijo único de Dios, queriendo hacernos partícipe de su divinidad, tomó nuestra naturaleza, a fin de que hecho hombre, divinizase a los hombres.
Además, entregó por nuestra salvación todo cuanto tomó de nosotros. Porque, por nuestra reconciliación ofreció, sobre el altar de la cruz, su cuerpo como víctima a Dios, su Padre, y derramó su sangre como precio de nuestra libertad y como baño sagrado que nos lava, para que fuésemos liberados de una miserable esclavitud y purificados de todos nuestros pecados.
Pero, a fin de que guardásemos por siempre jamás en nosotros la memoria de tan gran beneficio, dejó a los fieles, bajo la apariencia de pan y de vino, su cuerpo, para que fuese nuestro alimento, y su sangre, para que fuese nuestra bebida.
¡Oh banquete precioso y admirable, banquete saludable y lleno de toda suavidad! ¿Qué puede haber, en efecto, más precioso que este banquete en el cual no se nos ofrece, para comer, la carne de becerros o de machos cabríos, como se hacía antiguamente, bajo la ley, sino al mismo Cristo, verdadero Dios?
No hay ningún sacramento más saludable que éste, pues por él se borran los pecados, se aumentan las virtudes y se nutre el alma con la abundancia de todos los dones espirituales.
Se ofrece, en la Iglesia, por los vivos y por los difuntos para que a todos aproveche, ya que ha sido establecido para la salvación de todos.
Finalmente, nadie es capaz de expresar la suavidad de este sacramento, en el cual gustamos la suavidad espiritual en su misma fuente y celebramos la memoria del inmenso y sublime amor que Cristo mostró en su pasión.
Por eso, para que la inmensidad de este amor se imprimiese más profundamente en el corazón de los fieles, en la última cena, cuando, después de celebrar la Pascua con sus discípulos, iba a pasar de este mundo al Padre, Cristo instituyó este sacramento como el memorial perenne de su pasión, como el cumplimiento de las antiguas figuras y la más maravillosa de sus obras; y lo dejó a los suyos como singular consuelo en las tristezas de su ausencia.
R/. Reconoced en el pan lo que estuvo colgado en la cruz; en el cáliz, lo que manó del costado. Tomad, pues, y comed el cuerpo de Cristo; tomad y bebed la sangre de Cristo. Ya estáis hechos, vosotros, miembros de Cristo.
V/. Para que no viváis separados, comed al que es vínculo de vuestra unión; para que no os estiméis en poco, bebed vuestro precio.
R/. Ya estáis hechos, vosotros, miembros de Cristo.
HIMNO FINAL
A ti, Oh Dios, te alabamos
A ti, Señor te reconocemos
A Ti, eterno Padre,
Te venera toda la creación.
Los ángeles todos, los cielos
y todas las potestades te honran.
Los querubines y serafines
te cantan sin cesar:
Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del universo.
Los cielos y la tierra
están llenos de la majestad de tu gloria.
A ti te ensalza
el glorioso coro de los apóstoles,
la multitud admirable de los profetas,
el blanco ejército de los mártires.
A ti la Iglesia santa,
extendida por toda la tierra,
te proclama:
Padre de inmensa majestad,
Hijo único y verdadero, digno de adoración,
Espíritu Santo, Defensor.
Tú eres el Rey de la gloria, Cristo.
Tú eres el Hijo único del Padre.
Tú, para liberar al hombre,
aceptaste la condición humana
sin desdeñar el seno de la Virgen.
Tú, rotas las cadenas de la muerte,
abriste a los creyentes el reino del cielo.
Tú te sientas a la derecha de Dios
en la gloria del Padre.
Creemos que un día
has de venir como juez.
Te rogamos, pues, que vengas en ayuda de tus siervos, a quienes redimiste con tu preciosa sangre.
Haz que en la gloria eterna
nos asociemos a tus santos.
Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice tu heredad.
Sé su pastor
y ensálzalo eternamente.
Día tras día te bendecimos
y alabamos tu nombre para siempre,
por eternidad de eternidades.
Dígnate, Señor, en este día
guardarnos del pecado.
Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor,
venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
En ti, Señor, confié,
no me veré defraudado para siempre.
Oremos:
Oh Dios, que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu pasión, te pedimos nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu cuerpo y de tu sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios por los siglos de los siglos. Amén.
¡ALABADO SEA JESÚS EUCARISTÍA