HOJA PARROQUIAL
20 y 21 de Julio de 2024
Domingo XVI del Tiempo Ordinario. Ciclo B
“Andaban como ovejas que no tienen pastor”
LECTURAS
Primera lectura del Profeta Jeremías 23, 1-6
¡Ay de los pastores que dispersan y dejan que se pierdan las ovejas de mi rebaño! - oráculo del Señor -.
Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas de todos los países adonde las expulsé, y las volveré a traer a sus dehesas, para que crezcan y se multipliquen. Les pondré pastores que las apacienten, y ya no temerán ni se espantarán. Ninguna se perderá - oráculo del Señor -».
Mirad que llegan días - oráculo del Señor - en que daré a David un vástago legítimo: reinará como monarca prudente, con justicia y derecho en la tierra.
En sus días se salvará Judá, Israel habitará seguro.
Y le pondrán este nombre: El-Señor-nuestra-justicia».
Salmo 22, 1-3a. 3b-4. 5. 6 R: El Señor es mi pastor, nada me falta
Segunda lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Efesios 2, 13-18
Él es nuestra paz: el que de los dos pueblos ha hecho uno, derribando en su cuerpo de carne el muro que los separaba: la enemistad.
Él ha abolido la ley con sus mandamientos y decretos, para crear, de los dos, en sí mismo, un único hombre nuevo, haciendo las paces. Reconcilió con Dios a los dos, uniéndolos en un solo cuerpo mediante la cruz, dando muerte, en él, al hostilidad.
Vino a anunciar la paz: paz a vosotros los de lejos, paz también a los de cerca. Así, unos y otros, podemos acercarnos al Padre por medio de él en un mismo Espíritu.
Evangelio según San Marcos 6, 30-34
Porque eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer.
Se fueron en barca a solas a un lugar desierto.
Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas que no tienen pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas.
ver
Un pastor es la persona que cuida de un rebaño, y un rebaño es un conjunto de cabezas de ganado. Pero la palabra ‘rebaño’ también es utilizada en sentido despectivo para referirse a una masa anónima de personas, sin ideas propias, manipulable… Y a menudo la sociedad en que vivimos, y por tanto nosotros mismos, se parece en muchos aspectos a ‘un rebaño’: no hay un rumbo fijo ni una meta definida, sino que se vive ‘al día’, sin grandes planes, sin esperanza, sólo buscando momentos gratificantes. También falta capacidad de reflexión y crítica para discernir y, por eso, abundan ‘pastores’ (aunque ahora se llamen “influencers” o “coaches”) que se aprovechan de la necesidad de esperanza de la gente para conseguir miles de seguidores que, de un modo irreflexivo, adoptan las ideas y se dejan llevar por lo que estos nuevos ‘pastores’ les dicen.
juzgar
En el Evangelio hemos escuchado que Jesús “vio una multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas que no tienen pastor”. Jesús ve la realidad de su tiempo: no faltaban ‘falsos pastores’ que se presentaban como ‘el mesías’ para liberar al pueblo de la dominación romana; también muchos de los ‘pastores oficiales’ (sacerdotes del templo, escribas, fariseos…) dejaban mucho que desear, como ya denunció Jeremías: “¡Ay de los pastores que dispersan y dejan que se pierdan las ovejas de mi rebaño!”. Por eso, no es de extrañar que la gente ya no supiera a qué atenerse, y por eso andaban por la vida sin rumbo fijo, perdidas “como ovejas que no tienen pastor”, y eran fácilmente manipulables.
Pero Jesús no ve ‘un rebaño’; Jesús ve una multitud de personas que, aunque no lo expresen, sufren por esa falta de rumbo y de meta para su vida; por eso “se puso a enseñarles muchas cosas”.
El Evangelio de hoy nos hace varias llamadas: la primera, a pensar si soy ‘rebaño’, si vivo ‘como oveja que no tiene pastor’, sin un rumbo fijo ni una meta definida, si me dejo llevar de un modo irreflexivo por las opiniones y criterios de otros, en todas las dimensiones de mi vida.
La segunda llamada es a revisar cómo es mi mirada sobre esta sociedad que, a menudo, parece un ‘rebaño’ sin pastor: ¿Es una mirada indiferente, despreciativa? ¿O es compasiva, como la de Jesús?
La tercera llamada es: ¿Qué estoy haciendo al respecto? ¿Qué puedo ‘enseñar’ a otros? Porque todos, por nuestro Bautismo, estamos llamados a ser ‘pastores’, siguiendo a Jesús, el Buen Pastor.
Y, aunque en cada lugar y circunstancia ese ‘enseñar’ se concretará de formas diversas, hay algo básico para proponer, a la gente que nos rodea, un rumbo fijo y una meta definida: la esperanza.
Ésta es la razón del Jubileo de 2025, cuyo lema es ‘Peregrinos de la Esperanza’, porque, como indica el Papa Francisco en la Bula de convocatoria, «todos esperan. En el corazón de toda persona anida la esperanza como deseo y expectativa del bien, aun ignorando lo que traerá consigo el mañana. Sin embargo, la imprevisibilidad del futuro hace surgir personas desanimadas, que miran el futuro con escepticismo y pesimismo, como si nada pudiera ofrecerles felicidad. Debemos mantener encendida la llama de la esperanza que nos ha sido dada».
¿Y cuál es el fundamento de esa esperanza? «‘Creo en la vida eterna’. Tenemos la certeza de que la historia de la humanidad y la de cada uno de nosotros no se dirigen hacia un punto ciego o un abismo oscuro, sino que se orientan al encuentro con el Señor de la gloria. Jesús muerto y resucitado es el centro de nuestra fe. Más allá de este umbral [de la muerte] está la vida eterna con Jesús, que consiste en la plena comunión con Dios, en la contemplación y participación de su amor infinito. Lo que ahora vivimos en la esperanza, después lo veremos en la realidad».
actuar
«La vida cristiana es un camino, que necesita momentos fuertes para alimentar y robustecer la esperanza que permite vislumbrar la meta: el encuentro con el Señor Jesús». El próximo Jubileo será para todos una ocasión de reavivar y anunciar la esperanza, «para poder exclamar, ya desde ahora: Soy amado, luego existo; y existiré por siempre en el Amor que no defrauda y del que nada ni nadie podrá separarme jamás».
SECRETARÍA GENERAL DEL SÍNODO
¿Cómo ser una Iglesia sinodal en misión?
Cinco perspectivas para profundizar teológicamente con vistas a la Segunda Sesión
de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos
El tercer principio es la articulación entre lo local y lo universal, considerando al mismo tiempo la pluralidad y la coherencia de los niveles intermedios. La Iglesia una, santa, católica y apostólica existe en y desde las Iglesias locales (cf. Lumen gentium, n. 23) en comunión entre sí y con la Iglesia de Roma. Cada Iglesia es en Cristo y por el Espíritu Santo el sujeto comunitario, convocado por la Palabra y edificado por los Sacramentos, en el que vive y camina el único Pueblo de Dios en un contexto cultural y social específico, dentro del cual se encarna el don de Dios. Al mismo tiempo, cada Iglesia está llamada a compartir con todas las demás los dones con los que está enriquecida. Esto se realiza a través del ministerio de su Obispo, principio y garante de la unidad en la participación sinodal de todos en su misión, en comunión colegial con los demás Obispos cum Petro y sub Petro al servicio de toda la Iglesia (cf. Comisión Teológica Internacional, La sinodalidad en la vida y en la misión de la Iglesia, n. 61). La sinodalidad constituye, por tanto, el contexto eclesial adecuado para entender y promover la colegialidad episcopal y describe el camino a seguir para promover la unidad y la catolicidad en el discernimiento de los caminos a seguir en cada Iglesia y en la comunión de las Iglesias. Lo que buscamos es un modo adecuado al mundo de hoy de vivir la unidad en la diversidad, experimentando la interconexión sin aplastar las diferencias y peculiaridades, pero también sin perder de vista que algunos desafíos -como el cuidado de la casa común, la emigración o la cultura digital- sólo pueden afrontarse juntos.
El cuarto principio, el más radical y exigente, pero al mismo tiempo capaz de dar esperanza y generatividad, es el carácter exquisitamente espiritual del proceso sinodal. Reunidos por Dios Padre, en Jesucristo, por la fuerza del Espíritu Santo, hermanas y hermanos en la fe se encuentran y se escuchan, aportando cada uno la perspectiva y la contribución de su propia vocación, carismas y ministerio recibidos. Este encuentro y esta escucha no son un fin en sí mismos: abren un espacio en el que se hace posible, juntos, discernir la voz del Espíritu y acoger su llamada. A todos los niveles, aspiramos al mismo resultado: comprender lo que el Señor nos pide y estar dispuestos a hacerlo. La tarea de los discípulos, más aún, su propia identidad, es seguir al Maestro adonde él decida ir, colaborar en una misión de salvación que es originalmente suya.
5. Caminando juntos hacia octubre de 2024
Mientras avanza la preparación de la Segunda Sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, también gracias a las orientaciones aquí formuladas, prosigue el trabajo sobre las otras dos directrices identificadas a partir del Informe de Síntesis de la Primera Sesión.
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