HOJA PARROQUIAL
2 y 3 de Noviembre de 2024
Domingo XXXI del Tiempo Ordinario. Ciclo B
“Amarás al Señor, tu Dios. Amarás a tu prójimo”
LECTURAS
Primera lectura del Libro del Deuteronomio 6, 2-6
Salmo 17, 2-3a. 3bc-4. 47 y 51ab R: Yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza.
Segunda lectura de la carta a los Hebreos 7, 23-28
Evangelio según San Marcos 12, 28b-34
Los textos son cogidos de la página de
ver
Hace unos días contacté con unos profesionales para realizar unas reparaciones en la parroquia. Tras concretar el día y hora en que vendrían a hacer los trabajos, me pidieron: ‘Mándenos su ubicación’. Antes, cuando teníamos que encontrarnos con alguien, le pedíamos la dirección, pero hoy en día, con las nuevas tecnologías, se pide la ubicación, que señala el emplazamiento físico de algo o alguien, y podemos ver en el móvil por dónde ir y si estamos cerca o lejos del destino.
juzgar
El viernes pasado, con la celebración de Todos los Santos, recordábamos que estamos llamados a una herencia que supera todo lo imaginable: el Reino de Dios. Y que Jesús nos propone un programa de vida, expresado en las Bienaventuranzas, que nos hace caminar con esperanza.
Pero el camino hacia el Reino no es una línea recta ni está claramente definido de antemano: tiene altibajos, etapas de claridad y etapas de oscuridad, requiere tomar decisiones y hacer opciones, a veces nos desviamos y a veces también nos sentimos perdidos…
Para que sepamos por dónde ir, hoy Jesús también nos envía ‘la ubicación’ del Reino. Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: “¿Qué mandamiento es el primero de todos?”. Ciertamente, este escriba ya conocía el mandamiento que hemos escuchado en la 1ª lectura: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas”. Pero, según la tradición judía, la Torá (el conjunto de los cinco primeros libros de la Biblia) contiene 613 mandamientos, y por eso quiere conocer el itinerario correcto para llegar al encuentro con Dios.
Jesús le responde que, efectivamente, “el primero es: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. Pero, para darle la ubicación precisa y que no se pierda en la maraña de mandamientos y preceptos, añade un segundo mandamiento tomado de Levítico 19, 18: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay mandamiento mayor que éstos”.
Jesús no cambia la ley, sino que la amplía desde su esencia fundamental. El amor a Dios y el amor al prójimo están en un mismo nivel de importancia. El camino hacia el encuentro con Dios no consiste en el mero cumplimiento de los mandamientos, sino en una vida caracterizada por el amor a Dios, un amor que se vive y se concreta en el amor al prójimo.
Hoy Jesús nos recuerda cuál es la ubicación del Reino de Dios. Nos corresponde comprobar si estamos yendo por buen camino, y si estamos cerca o lejos del Reino, evaluando nuestro amor tanto a Dios como al prójimo, sin separarlos. A veces nos centramos mucho en las devociones en la piedad, en el culto a Dios, en una fe intimista, en una ‘espiritualidad desencarnada’; y lo del compromiso cristiano lo dejamos en un lugar secundario. Y viceversa: a veces, en nombre de Dios, caemos en el activismo, en múltiples compromisos, y descuidamos nuestra relación con Dios, no descubrimos la necesidad de la oración, de la formación, de la participación en la Eucaristía.
La ubicación del Reino de Dios que nos ha dado Jesús, con esas coordenadas del amor a Dios y al prójimo como a un mismo nos recuerda que el camino hacia el encuentro con Dios se recorre amando a Dios sobre todas las cosas; pero ese amor no queda encerrado en nosotros mismos, sino que, teniéndolo como fuente, nos entregamos al prójimo, amándolo como a nosotros mismos para que también pueda conocer y vivir lo que nosotros hemos conocido y disfrutamos.
actuar
La celebración de Todos los Santos ha de ser un impulso para nuestra vida como seguidores de Cristo que nos sentimos llamados a compartir esa meta de gloria. «Los santos que ya han llegado a la presencia de Dios mantienen con nosotros lazos de amor y comunión» (4) y nos ayudan con su intercesión.
Teniendo en cuenta la ubicación que hoy Jesús nos ofrece, ¿estoy cerca o lejos del Reino de Dios? ¿Mi vida como cristiano se rige principalmente por mandamientos, o ante todo por amor? ¿Qué criterio utilizo para discernir si una persona es buena cristiana, o si una comunidad parroquial ‘tiene vida’? ¿Que cumple los preceptos, que tiene muchas actividades? ¿Qué compromisos hemos de asumir para hacer visible el amor a Dios y el amor al prójimo como una unidad inseparable, tanto en uno mismo como en la comunidad parroquial, asociación o movimiento?
Terminaba el Evangelio con esta frase: “Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas”. No nos despistemos ni nos dejemos despistar; tenemos la ubicación precisa para llegar al encuentro con Dios en su Reino, no hace falta buscar ni preguntar más. Sólo tenemos que ponernos en marcha.
SECRETARÍA GENERAL DEL SÍNODO
INSTRUMENTUM LABORIS
XVI ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS
PARA LA SEGUNDA SESIÓN
(OCTUBRE DE 2024)
28. El ámbito principal en el que están llamados a manifestarse los carismas, de los que es portador cada bautizado, no es la organización de las actividades o de las estructuras eclesiales si no que es en la vida cotidiana, en las relaciones familiares y sociales, en las situaciones más diversas en las que los cristianos, individualmente o de forma asociada, están llamados a hacer florecer los dones de gracia recibidos para el bien de todos. La fecundidad de los carismas, como la de los ministerios, depende de la acción de Dios, de la vocación que Él dirige a cada uno, de la acogida generosa y sabia de los bautizados y del reconocimiento y acompañamiento por parte de la autoridad. Por tanto, en ningún caso pueden interpretarse como propiedad de quienes los reciben y ejercen, ni destinados a su beneficio exclusivo.
29. Como expresión de la libertad del Espíritu a la hora de otorgar sus dones y como respuesta a las necesidades de las comunidades individuales, existe en la Iglesia una variedad de ministerios que pueden ser ejercidos por cualquier bautizado, hombre o mujer. Se trata de servicios no ocasionales, reconocidos por la comunidad y por quienes tienen la responsabilidad de dirigirla. Pueden denominarse ministerios bautismales, para indicar su raíz común (el bautismo) y distinguirlos de los ministerios ordenados, arraigados en el sacramento del orden. Encontramos, por ejemplo, hombres y mujeres que ejercen el ministerio de coordinar una pequeña comunidad eclesial, el ministerio de dirigir momentos de oración (en funerales o de otro tipo), el ministerio extraordinario de la comunión u otros servicios, no necesariamente de naturaleza litúrgica. El ordenamiento canónico latino y el oriental ya prevén que, en determinados casos, los fieles laicos, hombres o mujeres, puedan ser también ministros extraordinarios del bautismo. En el ordenamiento latino, el obispo puede delegar a fieles laicos, hombres o mujeres, la asistencia a los matrimonios. Es útil seguir reflexionando sobre cómo confiar estos ministerios a los laicos de forma más estable. Ésta, debe ir acompañada de la reflexión sobre la promoción de formas más numerosas de ministerialidad laical, también fuera del ámbito litúrgico.
30. En los últimos tiempos, algunas modalidades de servicio, presentes desde hace tiempo en la vida de la Iglesia, han recibido una nueva configuración como ministerios instituidos: el ministerio del lectorado y del acolitado (cf. Carta apostólica en forma de Motu proprio Spiritus Domini, 10 de enero de 2021), que no se limitan al ámbito litúrgico. Ha tomado forma también el ministerio instituido de catequista (cf. Carta apostólica en forma de Motu proprio Antiquum ministerium, 10 de mayo de 2021). Los ministerios instituidos son conferidos por el obispo a hombres y mujeres, una vez en la vida, con un rito específico, tras un discernimiento apropiado y una formación adecuada. Los plazos y las modalidades de su ejercicio deben definirse mediante un mandato de la autoridad legítima. La profundización en algunas cuestiones teológicas y canónicas en torno a formas específicas de ministerialidad eclesial – en particular la cuestión de la necesaria participación de las mujeres en la vida y la dirección de la Iglesia – ha sido encomendada al Dicasterio para la Doctrina de la Fe, en diálogo con la Secretaría General del Sínodo (Grupo de estudio n. 5).
31. Aunque no todos los carismas adoptan una configuración propiamente ministerial, todos los ministerios se basan en carismas otorgados a determinados miembros del Pueblo de Dios, que están llamados a actuar de diferentes maneras para que cada uno en la comunidad pueda participar en la edificación del cuerpo de Cristo (cf. Ef 4,12), en un servicio recíproco. Al igual que los carismas, los ministerios también deben ser reconocidos, promovidos y valorados. El proceso sinodal ha evidenciado en reiteradas ocasiones cómo el discernimiento y la promoción de los carismas y de los ministerios, así como la identificación de las necesidades de las comunidades y de las sociedades a las que están llamadas a responder, debe ser un aspecto sobre el que las Iglesias locales necesitan crecer, dotándose de criterios, herramientas y procedimientos adecuados. El Concilio Vaticano II enseña que es tarea de los pastores reconocer los ministerios y los carismas «de tal suerte que todos, a su modo, cooperen unánimemente en la obra común» (LG 30). El discernimiento de los carismas y ministerios es una acción propiamente eclesial: para reconocerlos y promoverlos, el obispo está obligado a escuchar la voz de cuantos están implicados: fieles, comunidades, órganos de participación. Para ello, deberán identificarse procedimientos adecuados para los diferentes contextos, procurando siempre alcanzar un consenso real sobre los criterios y los resultados del discernimiento. Las conclusiones del encuentro “Párrocos para el Sínodo” subrayan con fuerza estas necesidades.