miércoles, 30 de octubre de 2024

HOJA PARROQUIAL. DOMINGO XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO B

                                                     



HOJA PARROQUIAL

2 y 3 de Noviembre de 2024

Domingo XXXI del Tiempo Ordinario. Ciclo B


Parroquias de Ntra. Sra. de la Concepción,
de Ntra. Sra. del Carmen
y de San Joaquín y Santa Ana










ENLACE DEL DIBUJO DE FANO


Amarás al Señor, tu Dios. Amarás a tu prójimo


LECTURAS



Primera lectura del Libro del Deuteronomio 6, 2-6


Moisés habló al pueblo diciendo:
«Teme al Señor, tu Dios, tú, tus hijos y nietos, y observa todos sus mandatos y preceptos, que yo te mando, todos los días de tu vida, a fin de que se prolonguen tus días. Escucha, pues, Israel, y esmérate en practicarlos, a fin de que te vaya bien y te multipliques, como te prometió el Señor, Dios de tus padres, en la tierra que mana leche y miel.
Escucha, Israel: El Señor es nuestro Dios, el Señor es uno solo. Amarás, pues, al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.
Estas palabras que yo te mando hoy estarán en tu corazón».


Salmo 17, 2-3a. 3bc-4. 47 y 51ab R: Yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza.


Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. R/.

Dios mío, peña mía, refugio mío,
escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza
y quedo libre de mis enemigos. R/.

Viva el Señor, bendita sea mi Roca,
sea ensalzado mi Dios y Salvador:
Tú diste gran victoria a tu rey,
tuviste misericordia de tu ungido. R/.


Segunda lectura de la carta a los Hebreos 7, 23-28


Hermanos:
Ha habido multitud de sacerdotes de la anterior Alianza, porque la muerte les impedía permanecer; en cambio, Jesús, como permanece para siempre, tiene el sacerdocio que no pasa. De ahí que puede salvar definitivamente a los que se acercan a Dios por medio de él, pues vive siempre para interceder a favor de ellos.
Y tal convenía que fuese nuestro sumo sacerdote: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y encumbrado sobre el cielo.
Él no necesita ofrecer sacrificios cada día como los sumos sacerdotes, que ofrecían primero por los propios pecados, después por los del pueblo, porque lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.
En efecto, la ley hace sumos sacerdotes a hombres llenos de debilidades. En cambio, la palabra del juramento, posterior a la ley, consagra al Hijo, perfecto para siempre.


Evangelio según San Marcos 12, 28b-34


En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó:
«¿Qué mandamiento es el primero de todos?».
Respondió Jesús:
«El primero es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. El segundo es este: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay mandamiento mayor que estos».
El escriba replicó:
«Muy bien, Maestro, sin duda tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios».
Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo:
«No estás lejos del reino de Dios».
Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.



Los textos son cogidos de la página de 







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Hace unos días contacté con unos profesionales para realizar unas reparaciones en la parroquia. Tras concretar el día y hora en que vendrían a hacer los trabajos, me pidieron: ‘Mándenos su ubicación’. Antes, cuando teníamos que encontrarnos con alguien, le pedíamos la dirección, pero hoy en día, con las nuevas tecnologías, se pide la ubicación, que señala el emplazamiento físico de algo o alguien, y podemos ver en el móvil por dónde ir y si estamos cerca o lejos del destino.  



juzgar



El viernes pasado, con la celebración de Todos los Santos, recordábamos que estamos llamados a una herencia que supera todo lo imaginable: el Reino de Dios. Y que Jesús nos propone un programa de vida, expresado en las Bienaventuranzas, que nos hace caminar con esperanza. 


Pero el camino hacia el Reino no es una línea recta ni está claramente definido de antemano: tiene altibajos, etapas de claridad y etapas de oscuridad, requiere tomar decisiones y hacer opciones, a veces nos desviamos y a veces también nos sentimos perdidos… 


Para que sepamos por dónde ir, hoy Jesús también nos envía ‘la ubicación’ del Reino. Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: “¿Qué mandamiento es el primero de todos?”. Ciertamente, este escriba ya conocía el mandamiento que hemos escuchado en la 1ª lectura: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas”. Pero, según la tradición judía, la Torá (el conjunto de los cinco primeros libros de la Biblia) contiene 613 mandamientos, y por eso quiere conocer el itinerario correcto para llegar al encuentro con Dios. 


Jesús le responde que, efectivamente, “el primero es: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. Pero, para darle la ubicación precisa y que no se pierda en la maraña de mandamientos y preceptos, añade un segundo mandamiento tomado de Levítico 19, 18: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay mandamiento mayor que éstos”. 


Jesús no cambia la ley, sino que la amplía desde su esencia fundamental. El amor a Dios y el amor al prójimo están en un mismo nivel de importancia. El camino hacia el encuentro con Dios no consiste en el mero cumplimiento de los mandamientos, sino en una vida caracterizada por el amor a Dios, un amor que se vive y se concreta en el amor al prójimo. 


Hoy Jesús nos recuerda cuál es la ubicación del Reino de Dios. Nos corresponde comprobar si estamos yendo por buen camino, y si estamos cerca o lejos del Reino, evaluando nuestro amor tanto a Dios como al prójimo, sin separarlos. A veces nos centramos mucho en las devociones en la piedad, en el culto a Dios, en una fe intimista, en una ‘espiritualidad desencarnada’; y lo del compromiso cristiano lo dejamos en un lugar secundario. Y viceversa: a veces, en nombre de Dios, caemos en el activismo, en múltiples compromisos, y descuidamos nuestra relación con Dios, no descubrimos la necesidad de la oración, de la formación, de la participación en la Eucaristía. 


La ubicación del Reino de Dios que nos ha dado Jesús, con esas coordenadas del amor a Dios y al prójimo como a un mismo nos recuerda que el camino hacia el encuentro con Dios se recorre amando a Dios sobre todas las cosas; pero ese amor no queda encerrado en nosotros mismos, sino que, teniéndolo como fuente, nos entregamos al prójimo, amándolo como a nosotros mismos para que también pueda conocer y vivir lo que nosotros hemos conocido y disfrutamos.




actuar




La celebración de Todos los Santos ha de ser un impulso para nuestra vida como seguidores de Cristo que nos sentimos llamados a compartir esa meta de gloria. «Los santos que ya han llegado a la presencia de Dios mantienen con nosotros lazos de amor y comunión» (4) y nos ayudan con su intercesión. 

Teniendo en cuenta la ubicación que hoy Jesús nos ofrece, ¿estoy cerca o lejos del Reino de Dios? ¿Mi vida como cristiano se rige principalmente por mandamientos, o ante todo por amor? ¿Qué criterio utilizo para discernir si una persona es buena cristiana, o si una comunidad parroquial ‘tiene vida’? ¿Que cumple los preceptos, que tiene muchas actividades? ¿Qué compromisos hemos de asumir para hacer visible el amor a Dios y el amor al prójimo como una unidad inseparable, tanto en uno mismo como en la comunidad parroquial, asociación o movimiento? 

Terminaba el Evangelio con esta frase: “Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas”. No nos despistemos ni nos dejemos despistar; tenemos la ubicación precisa para llegar al encuentro con Dios en su Reino, no hace falta buscar ni preguntar más. Sólo tenemos que ponernos en marcha.







SECRETARÍA GENERAL DEL SÍNODO

INSTRUMENTUM LABORIS

XVI ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS

PARA LA SEGUNDA SESIÓN

(OCTUBRE DE 2024)



28. El ámbito principal en el que están llamados a manifestarse los carismas, de los que es portador cada bautizado, no es la organización de las actividades o de las estructuras eclesiales si no que es en la vida cotidiana, en las relaciones familiares y sociales, en las situaciones más diversas en las que los cristianos, individualmente o de forma asociada, están llamados a hacer florecer los dones de gracia recibidos para el bien de todos. La fecundidad de los carismas, como la de los ministerios, depende de la acción de Dios, de la vocación que Él dirige a cada uno, de la acogida generosa y sabia de los bautizados y del reconocimiento y acompañamiento por parte de la autoridad. Por tanto, en ningún caso pueden interpretarse como propiedad de quienes los reciben y ejercen, ni destinados a su beneficio exclusivo.


29. Como expresión de la libertad del Espíritu a la hora de otorgar sus dones y como respuesta a las necesidades de las comunidades individuales, existe en la Iglesia una variedad de ministerios que pueden ser ejercidos por cualquier bautizado, hombre o mujer. Se trata de servicios no ocasionales, reconocidos por la comunidad y por quienes tienen la responsabilidad de dirigirla. Pueden denominarse ministerios bautismales, para indicar su raíz común (el bautismo) y distinguirlos de los ministerios ordenados, arraigados en el sacramento del orden. Encontramos, por ejemplo, hombres y mujeres que ejercen el ministerio de coordinar una pequeña comunidad eclesial, el ministerio de dirigir momentos de oración (en funerales o de otro tipo), el ministerio extraordinario de la comunión u otros servicios, no necesariamente de naturaleza litúrgica. El ordenamiento canónico latino y el oriental ya prevén que, en determinados casos, los fieles laicos, hombres o mujeres, puedan ser también ministros extraordinarios del bautismo. En el ordenamiento latino, el obispo puede delegar a fieles laicos, hombres o mujeres, la asistencia a los matrimonios. Es útil seguir reflexionando sobre cómo confiar estos ministerios a los laicos de forma más estable. Ésta, debe ir acompañada de la reflexión sobre la promoción de formas más numerosas de ministerialidad laical, también fuera del ámbito litúrgico.


30. En los últimos tiempos, algunas modalidades de servicio, presentes desde hace tiempo en la vida de la Iglesia, han recibido una nueva configuración como ministerios instituidos: el ministerio del lectorado y del acolitado (cf. Carta apostólica en forma de Motu proprio Spiritus Domini, 10 de enero de 2021), que no se limitan al ámbito litúrgico. Ha tomado forma también el ministerio instituido de catequista (cf. Carta apostólica en forma de Motu proprio Antiquum ministerium, 10 de mayo de 2021). Los ministerios instituidos son conferidos por el obispo a hombres y mujeres, una vez en la vida, con un rito específico, tras un discernimiento apropiado y una formación adecuada. Los plazos y las modalidades de su ejercicio deben definirse mediante un mandato de la autoridad legítima. La profundización en algunas cuestiones teológicas y canónicas en torno a formas específicas de ministerialidad eclesial – en particular la cuestión de la necesaria participación de las mujeres en la vida y la dirección de la Iglesia – ha sido encomendada al Dicasterio para la Doctrina de la Fe, en diálogo con la Secretaría General del Sínodo (Grupo de estudio n. 5).


31. Aunque no todos los carismas adoptan una configuración propiamente ministerial, todos los ministerios se basan en carismas otorgados a determinados miembros del Pueblo de Dios, que están llamados a actuar de diferentes maneras para que cada uno en la comunidad pueda participar en la edificación del cuerpo de Cristo (cf. Ef 4,12), en un servicio recíproco. Al igual que los carismas, los ministerios también deben ser reconocidos, promovidos y valorados. El proceso sinodal ha evidenciado en reiteradas ocasiones cómo el discernimiento y la promoción de los carismas y de los ministerios, así como la identificación de las necesidades de las comunidades y de las sociedades a las que están llamadas a responder, debe ser un aspecto sobre el que las Iglesias locales necesitan crecer, dotándose de criterios, herramientas y procedimientos adecuados. El Concilio Vaticano II enseña que es tarea de los pastores reconocer los ministerios y los carismas «de tal suerte que todos, a su modo, cooperen unánimemente en la obra común» (LG 30). El discernimiento de los carismas y ministerios es una acción propiamente eclesial: para reconocerlos y promoverlos, el obispo está obligado a escuchar la voz de cuantos están implicados: fieles, comunidades, órganos de participación. Para ello, deberán identificarse procedimientos adecuados para los diferentes contextos, procurando siempre alcanzar un consenso real sobre los criterios y los resultados del discernimiento. Las conclusiones del encuentro “Párrocos para el Sínodo” subrayan con fuerza estas necesidades.

martes, 29 de octubre de 2024

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 30 DE OCTUBRE DE 2024

 Lc 13,22-30: Vendrán de oriente y occidente y se sentarán a la mesa en el Reino de Dios.


En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y aldeas enseñando.

Uno le preguntó:

-Señor, ¿serán pocos los que se salven?

Jesús les dijo:

-Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta diciendo: «Señor, ábrenos» y él os replicará: «No sé quiénes sois». Entonces comenzaréis a decir: «Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas». Pero él os replicará: «No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados».

Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios y vosotros os veáis echados fuera. Y vendrán de Oriente y Occidente, del Norte y del Sur y se sentarán a la mesa en el Reino de Dios.

Mirad: hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos.


Reflexión


Uno le hace una pregunta aparentemente sencilla, pero tiene su complejidad. La salvación es un don de Dios (regalo), pero que hay que acoger. Jesús invita a entrar por la puerta estrecha. Por una puerta estrecha no cabe todo, hay que aligerarse, despojarse. La salvación es un regalo, pero requiere una elección y eso supone algunas renuncias. 


Y al final, la afirmación: vendrán de oriente y occidente y se sentarán en la mesa del Reino de Dios. Con todas estas afirmaciones, quiere Jesús que los judíos entiendan que ser el pueblo elegido, no significa que tengan la salvación ipsofacto, sino que hay que entrar por la puerta estrecha.


Eso significa que otros también pueden entrar por la puerta estrecha. Que incluso, yo que me creía a salvo, no pueda entrar luego por esa puerta; y otro que consideraba que no pudiera entrar, al final entre. 


En definitiva, es una llamada a la responsabilidad, a acoger a Jesús de lleno y no andarse con tradiciones, costumbres y rutinas, como si todo ya lo tuviera conseguido.

lunes, 28 de octubre de 2024

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 28 DE OCTUBRE DE 2024. SAN SIMÓN Y SAN JUDAS

 Lc 6,12-19: Escogió de entre ellos a doce, a los que también nombró apóstoles.


En aquellos días, Jesús salió al monte a orar y pasó la noche orando a Dios.

Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió de entre ellos a doce, a los que también nombró apóstoles: Simón, al que puso de nombre Pedro, y Andrés, su hermano; Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Simón, llamado el Zelote; Judas el de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor.

Después de bajar con ellos, se paró en una llanura con un grupo grande de discípulos y una gran muchedumbre del pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón.

Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; los atormentados por espíritus inmundos quedaban curados, y toda la gente trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que los curaba a todos.



Reflexión


Jesús antes de elegir a los apóstoles, se pasó la noche orando. Era una elección importante, y necesitaba tener clara la elección del Padre. Por eso, su oración fue más intensa y durante más tiempo.


La oración puede tener diversos fines: el más importante es la unión con Dios, la amistad con Él.


Pero también la oración es una fortaleza para la persona que tiene que hacer una opción importante en la vida. 

Algunas veces, nuestras oración son pobres, sin sustancia, consistencia y nuestras opciones no somos capaces de llevarlas a cabo. Sucumbimos en la primeras de cambio. 


También la oración es el medio privilegiado para conocer la voluntad de Dios, para discernirla. 


Por último, la oración puede ser el momento también de descanso en Él. Para renovar las fuerzas, volver a orientarme en el camino de Dios, etc. 


Pensemos, cuanto mayor es la necesidad, mayor debe ser mi oración: mayor en deseo, en intensidad y en tiempo. Hay circunstancias o motivos que necesitan o merecen de una oración mayor. 

miércoles, 23 de octubre de 2024

HOJA PARROQUIAL. DOMINGO XXX DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO B

                                                    



HOJA PARROQUIAL

26 y 27 de Octubre de 2024

Domingo XXX del Tiempo Ordinario. Ciclo B


Parroquias de Ntra. Sra. de la Concepción,
de Ntra. Sra. del Carmen
y de San Joaquín y Santa Ana








ENLACE DEL DIBUJO DE FANO


Rabunni, haz que recobre la vista


LECTURAS



Primera lectura del Profeta Jeremías 31, 7-9


Esto dice el Señor:
«Gritad de alegría por Jacob,
regocijaos por la flor de los pueblos;
proclamad, alabad y decid:
“¡El Señor ha salvado a su pueblo,
ha salvado al resto de Israel!”.
Los traeré del país del norte,
los reuniré de los confines de la tierra.
Entre ellos habrá ciegos y cojos,
lo mismo preñadas que paridas:
volverá una enorme multitud.
Vendrán todos llorando
y yo los guiaré entre consuelos;
los llevaré a torrentes de agua,
por camino llano, sin tropiezos.
Seré un padre para Israel,
Efraín será mi primogénito».


Salmo

Sal. 125, 1-2ab. 2cd-3. 4-5. 6 R/. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres


Cuando el Señor hizo volver a los cautivos de Sion,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares. R/.

Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos».
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres. R/.

Recoge, Señor, a nuestros cautivos
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares. R/.

Al ir, iba llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas. R/.


Segunda lectura de la carta a los Hebreos 5, 1-6


Todo sumo sacerdote, escogido de entre los hombres, está puesto para representar a los hombres en el culto a Dios: para ofrecer dones y sacrificios por los pecados.
Él puede comprender a los ignorantes y extraviados, porque también él está sujeto a debilidad.
A causa de ella, tiene que ofrecer sacrificios por sus propios pecados, como por los del pueblo.
Nadie puede arrogarse este honor sino el que es llamado por Dios, como en el caso de Aarón.
Tampoco Cristo se confirió a sí mismo la dignidad de sumo sacerdote, sino que la recibió de aquel que le dijo: «Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy»; o, como dice en otro pasaje: «Tú eres sacerdote para siempre según el rito de Melquisedec».


Evangelio según san Marcos 10,46-52


En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, un mendigo ciego, Bartimeo (el hijo de Timeo), estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar:
«Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí».

Muchos lo increpaban para que se callara. Pero él gritaba más:
«Hijo de David, ten compasión de mí».

Jesús se detuvo y dijo:
«Llamadlo».

Llamaron al ciego, diciéndole:
«Ánimo, levántate, que te llama».
Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús.

Jesús le dijo:
«¿Qué quieres que te haga?».

El ciego le contestó:
«“Rabbuní”, que recobre la vista».

Jesús le dijo:
«Anda, tu fe te ha salvado».
Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.



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El sentido de la vista es el más desarrollado de los cinco sentidos, y el que más valoramos. Gracias a la vista podemos percibir el mundo: personas, cosas, colores, movimientos, distancias… También nos permite disfrutar de eso que vemos: los seres queridos, la naturaleza, las obras de arte… Pero el sentido de la vista necesita un estímulo para actuar: la luz. Sin luz, podemos tener unos ojos muy bonitos, perfectamente sanos y totalmente abiertos, pero no veremos nada.      




juzgar



Hoy en el Evangelio hemos escuchado la curación del ciego Bartimeo. Son muchos los detalles que encontramos en este hecho, pero hay uno que llama la atención. Cuando Jesús pregunta a Bartimeo: “¿Qué quieres que te haga?”, él responde: “Que recobre la vista”. ‘Recobrar’ es volver a tomar o adquirir lo que antes se tenía; por lo tanto, con su petición, Bartimeo manifiesta que no ha sido siempre ciego: hubo un tiempo en el que veía, y quiere recobrar la vista. 


La interpretación espiritual de este pasaje nos recuerda que todos, en algún momento de nuestra vida, podemos identificarnos con Bartimeo: sentimos que hemos ‘perdido la vista’. La fe que hasta ese momento nos ha guiado puede dejar de iluminarnos y ‘no vemos’ un camino claro ni para nosotros, ni para nuestra vida, ni para los demás. Nos encontramos en una oscuridad total. 


Bartimeo podía oír, hablar, moverse… pero se sentía triste, desamparado. Cuando ‘perdemos la vista’ de la fe, aparentemente, nos movemos, hablamos, oímos… pero en realidad ‘no vemos’ y nos sentimos “al borde del camino”: nuestra vida carece de horizonte, no comprendemos muchas de las cosas que ocurren, sentimos miedo e inseguridad, quizá incluso la oscuridad en que vivimos nos hace gritar de desesperación: “Jesús, ten compasión de mí”, pero no percibimos respuesta alguna. 


Como Bartimeo, quizá también nos sentimos incomprendidos e incluso rechazados por los que nos rodean; resulta difícil explicarles que hemos perdido la vista de la fe, incluso pueden sentirse molestos si lo decimos. Y nos parece que sólo podemos esperar “limosna”, pequeños momentos de alivio, porque nos sentimos incapaces de llevar adelante nuestra vida por nosotros mismos. 


Pero Bartimeo no se rindió y, aunque “muchos lo increpaban para que se callara, él gritaba más: Hijo de David, ten compasión de mí”. Si nos identificamos con Bartimeo por su pérdida de la vista, también debemos parecernos a él en su actitud para recobrarla. Y esto sólo lo puede hacer Jesús. 


Como hemos dicho, el sentido de la vista necesita la luz para activarse. Para ‘activar la vista’ de nuestra fe, hemos de recordar lo que Él había dicho: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas sino que tendrá la luz de la vida”. (Jn 8, 12) 


El Evangelio de hoy es una llamada a acercarnos a Jesús. Él no pasa de largo ante nuestra pérdida de la vista de la fe, no nos deja sentados “al borde del camino”. Como hizo con Bartimeo, se detiene y nos pregunta: “¿Qué quieres que te haga?”. Él no se impone, nosotros somos los que hemos de ‘dar un salto y acercarnos a Jesús’, y hacerle nuestra petición: “Que recobre la vista”. 


Quizá, para recobrar la vista de la fe necesitamos escuchar de nuevo el ‘primer anuncio’ que nos iluminó en el pasado: «Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte» (Evangelii gaudium, 164). Quizá hemos ‘perdido la vista’ de la fe porque necesitamos interiorizarlo de nuevo, «ya que cuando a este primer anuncio se le llama ‘primero’, eso no significa que está al comienzo y después se olvida… Es el primero en un sentido cualitativo, porque es el anuncio principal, ése que siempre hay que volver a escuchar de diversas maneras». (Íd.) Y, «si Él vive, entonces sí podrá estar presente en tu vida, en cada momento, para llenarlo de luz. Porque Él no sólo vino, sino que viene y seguirá viniendo cada día para invitarte a caminar hacia un horizonte siempre nuevo». (Christus vivit 125)




actuar




Si sentimos que hemos ‘perdido la vista’ de la fe y queremos recobrarla, es el momento de ‘dar un salto y acercarnos a Jesús’, aprovechando las oportunidades que nos ofrece la comunidad parroquial para ‘cuidar la vista’ mediante la formación y la celebración de nuestra fe. Bartimeo “recobró la vista y lo seguía por el camino”. Que también en esto nos identifiquemos con él, y que por el camino de nuestra vida, sigamos a Jesús haciendo nuestros sus pensamientos, criterios y actitudes para ‘ver’ la vida, en todas sus dimensiones, con la Luz que es Cristo Resucitado.







SECRETARÍA GENERAL DEL SÍNODO

INSTRUMENTUM LABORIS

XVI ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS

PARA LA SEGUNDA SESIÓN

(OCTUBRE DE 2024)



23. Para comprender la naturaleza de una Iglesia sinodal en misión, es indispensable comprender su fundamento trinitario y, en particular, el vínculo inextricable entre la obra de Cristo y la del Espíritu Santo en la historia humana y en la Iglesia: «El Espíritu Santo que habita en los creyentes y llena y gobierna toda la Iglesia efectúa esa admirable unión de los fieles y los congrega tan íntimamente a todos en Cristo» (UR 2). Por ello, el itinerario de iniciación cristiana de adultos es un contexto privilegiado para comprender la vida sinodal de la Iglesia. Pone de relieve su origen y su fundamento: las relaciones que unen y distinguen a las tres Personas divinas. Con los dones bautismales, el Espíritu Santo nos conforma a imagen de Cristo, sacerdote, profeta y rey, nos hace miembros de su cuerpo, que es la Iglesia, y nos convierte en hijos del único Padre. Recibimos así la llamada a la misión y a la corresponsabilidad de lo que nos une en la Iglesia, una y única. Esos dones tienen una orientación triple e indivisible: personal, comunitaria y misionera. Permiten y comprometen a cada bautizado, hombre o mujer, en la construcción de relaciones fraternas en su propia comunidad eclesial, en la búsqueda de una comunión cada vez más visible y profunda con todos los que comparten el mismo Bautismo y en la proclamación y testimonio del Evangelio.


24. Si la sinodalidad misionera está, por una parte, enraizada en la iniciación cristiana, por otra, debe iluminar el modo en que el Pueblo de Dios vive concretamente el itinerario de iniciación y lo asume, haciéndolo suyo por lo que realmente significa, superando una visión estática e individualista del mismo, no suficientemente vinculada al seguimiento de Cristo y a la vida en el Espíritu, para poder recuperar así su valor dinámico y transformador. En los primeros siglos, al leer en el Génesis que el sexto día Dios dijo: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza» (Gen 1,26), los cristianos comprendieron que el dinamismo relacional estaba inscrito en la antropología de la creación. Vieron en la imagen del Hijo encarnado y en la semejanza, la posibilidad gradual de conformación, la manifestación de la aventura benéfica de la libertad de elegir estar con y ser como Cristo. Esta aventura comienza con la escucha de la Palabra de Dios, gracias a la cual el catecúmeno entra progresivamente en el seguimiento de Cristo Jesús. El bautismo está al servicio del dinamismo de la semejanza, razón por la cual no es una acción puntual, encerrada en el momento de su celebración, sino un don que debe ser el compromiso de conversión, el servicio a la misión y la participación en la vida comunitaria. De hecho, la iniciación cristiana culmina en la eucaristía dominical, que se repite cada semana, signo del don incesante de la gracia que nos conforma a Cristo y nos hace miembros de su cuerpo y alimento que nos sostiene en el camino de conversión y en la misión.


25. En este sentido, la asamblea eucarística manifiesta y alimenta la vida sinodal misionera de la Iglesia. En la participación de todos los cristianos, en la presencia de los diferentes ministerios y en la presidencia del obispo o del presbítero, se hace visible la comunidad cristiana, en la que se realiza una corresponsabilidad diferenciada de todos por la misión. La liturgia, como «cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza» (SC 10), es al mismo tiempo la fuente de la vida sinodal de la Iglesia y el prototipo de todo acontecimiento sinodal, haciendo aparecer «como en un espejo» el misterio de la Trinidad (1 Cor 13,12; cf. DV 7).


26. Es necesario que las propuestas pastorales y las prácticas litúrgicas preserven y hagan cada vez más evidente el vínculo entre el itinerario de iniciación cristiana y la vida sinodal y misionera de la Iglesia, evitando su reducción a instrumento meramente pedagógico o a indicador de una pertenencia puramente social. Deben, en cambio, promover la aceptación del don personal orientado a la misión y a la edificación de la comunidad. Es necesario elaborar las oportunas disposiciones pastorales y litúrgicas en la pluralidad de las situaciones históricas y de las culturas en las que están inmersas las distintas Iglesias locales, teniendo en cuenta también la diferencia entre aquellas en las que la iniciación cristiana implica sobre todo a jóvenes o adultos, y aquellas en las que concierne, sobre todo, si no exclusivamente, a los niños.


Para el Pueblo de Dios: carismas y ministerios Para el Pueblo de Dios: carismas y ministerios


27. «Y hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de actuaciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. Pero a cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para el bien común» (1 Cor 12,4- 7). En el origen de la variedad de los carismas (dones de gracia) y de los ministerios (formas de servicio en la Iglesia con vistas a su misión) se halla la libertad del Espíritu Santo: los concede y trabaja incesantemente para que manifiesten la unidad de la fe y la pertenencia a la Iglesia, una y única, en la variedad de personas, culturas y lugares. Los carismas, incluso los más comunes y difundidos, están destinados a responder a las necesidades de la Iglesia y de su misión (cf. LG 12). Al mismo tiempo, contribuyen eficazmente a la vida de la sociedad, en sus diferentes aspectos. Los carismas son a menudo compartidos y dan lugar a las diferentes formas de vida consagrada y al pluralismo de las agregaciones eclesiales.