miércoles, 11 de diciembre de 2024

HOJA PARROQUIAL. DOMINGO III DE ADVIENTO. CICLO C

  

                                           
            

HOJA PARROQUIAL

14 y 15 de Diciembre de 2024

Domingo III de Adviento. Ciclo C


Parroquias de Ntra. Sra. de la Concepción,
de Ntra. Sra. del Carmen
y de San Joaquín y Santa Ana












ENLACE DEL DIBUJO DE FANO


“ Y nosotros, qué debemos hacer


LECTURAS



Primera lectura del Profeta Sofonías 3, 14-18a


Alégrate, hija de Sión, grita de gozo Israel; regocíjate y disfruta con todo tu ser, hija de Jerusalén.
El Señor ha revocado tu sentencia, ha expulsado a tu enemigo.

El rey de Israel, el Señor, está en medio de ti, no temas mal alguno.

Aquel día se dirá a Jerusalén:
«¡No temas!, ¡Sión, no desfallezcas!»

El Señor, tu Dios, está en medio de ti, valiente y salvador; se alegra y goza contigo, te renueva con su amor;
exulta y se alegra contigo como en día de fiesta.


Salmo Is 12, 2-3. 4bcd. 5-6 R.Gritad jubilosos: «Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel.»


«Él es mi Dios y Salvador: confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación».
Y sacaréis aguas con gozo
de las fuentes de la salvación. R.

«Dad gracias al Señor, invocad su nombre,
contad a los pueblos sus hazañas, proclamad que su nombre es excelso». R.

Tañed para el Señor, que hizo proezas, anunciadlas a toda la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sión:
porque es grande en medio de ti el Santo de Israel. R.


Segunda lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Filipenses 4, 4-7


Hermanos:

Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos.
Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca.
Nada os preocupe; sino que, en toda ocasión, en la oración y en la súplica, con acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios.
Y la paz de Dios, que supera todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.


Evangelio según San Lucas 3, 10-18


En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan:
«¿Entonces, qué debemos hacer?».

Él contestaba:
«El que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo».

Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron:
«Maestro, ¿qué debemos hacer nosotros?».

Él les contestó:
«No exijáis más de lo establecido».

Unos soldados igualmente le preguntaban:
«Y nosotros ¿qué debemos hacer?».

Él les contestó:
«No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie con falsas denuncias, sino contentaos con la paga».

Como el pueblo estaba expectante, y todos se preguntaban en su interior sobre Juan si no sería el Mesías, Juan les respondió dirigiéndose a todos:
«Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; en su mano tiene el bieldo para aventar su parva, reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga».

Con estas y otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo el Evangelio.





Los textos son cogidos de la página de 







ver





Aunque nuestra parroquia no se encuentra en la zona afectada por las inundaciones acaecidas en la provincia de Valencia y otros lugares de España a finales de octubre, tenemos muy presente el escenario de dolor y destrucción que sufren tantas personas y cuya recuperación, en lo material y sobre todo en lo personal, llevará mucho tiempo y esfuerzo, sabiendo que las pérdidas humanas son irreparables. Hablando de ello, alguien dijo: “Además, qué panorama, de cara a la Navidad…” Y el comentario fue unánime: “Este año no estamos para alegrías”.  





juzgar




Este tercer domingo de Adviento es conocido como “Domingo de Gaudete”. Este nombre proviene de la palabra latina “gaudete”, que significa “alegraos”, y que aparece en la antífona de entrada de la Misa de hoy. Esta antífona está tomada del comienzo de la 2ª lectura de hoy: “Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos”. 


También en la 1ª lectura hemos escuchado: “Alégrate, hija de Sión, grita de gozo, regocíjate y disfruta…” Estas llamadas a la alegría que hoy nos hace la liturgia están motivadas porque ya ha transcurrido la mitad del Adviento y está cada vez más cerca la Navidad. Sin embargo, la realidad del sufrimiento y de tantos males que aquejan a nuestro mundo nos hacen sentir que “no estamos para alegrías”. 


Pero no olvidemos que el Adviento es el tiempo que se nos ofrece para prepararnos a celebrar la Navidad, y precisamente la dureza de la realidad es la ocasión para despojar a la Navidad de toda esa “falsa alegría” hecha de adornos, regalos, festejos… bajo los cuales la hemos ocultado. 


Porque, como decíamos el domingo pasado, la Navidad es un Encuentro con Dios por medio de su Hijo hecho hombre. Un Encuentro que tiene tres dimensiones: una hace referencia al pasado, al nacimiento de Jesucristo; pero las otras dos hacen referencia al presente, como actualización hoy de esa primera venida, y al futuro como espera de su venida definitiva en gloria. Y sobre estas dos dimensiones, presente y futuro, se apoya la llamada a la alegría que hoy hemos escuchado en la Palabra de Dios: “El Señor tu Dios está en medio de ti” (1ª lectura)… “El Señor está cerca” (2ª lectura). 


La alegría cristiana no es diversión ni optimismo ingenuo; es algo muy serio, enraizado en lo profundo del corazón. Es la certeza de que la venida del Hijo de Dios hecho hombre es una Buena Noticia para todos, pero especialmente para quienes más sufren el misterio del dolor, porque Él ha querido parecerse en todo a nosotros, menos en el pecado, y por eso pasó por la muerte de Cruz. 


La alegría cristiana es realista, no niega la experiencia del dolor y del sufrimiento, a veces muy crueles. La alegría cristiana lo que hace es afirmar y proponer, con delicadeza y respeto, que “el Señor tu Dios está en medio de ti, el Señor está cerca”, porque Jesús ha pasado por la prueba del dolor y por eso puede acompañar y auxiliar a quienes ahora pasan por ella (cfr. Hb 2, 18). Por Cristo, por su muerte en la Cruz y por su resurrección, se nos abre un horizonte más allá del dolor y la muerte, mostrándonos un camino de esperanza hacia el encuentro definitivo con Él. Desde esta fe y confianza es desde donde hoy podemos seguir afirmando: “Alegraos”.




actuar




¿He tenido que preparar con otras personas un encuentro? ¿Soy capaz de dialogar, o voy a la mía? ¿Estoy aprovechando el Adviento para preparar el Encuentro que es la Navidad? ¿Hablo con Dios en la oración? ¿Es un diálogo, o sólo hablo yo, sin escuchar? ¿Acojo lo que me va sugiriendo? 

Ya estamos a mitad del Adviento: el gran Encuentro que es la Navidad está cada vez más cerca. Por eso hoy, de nuevo, Dios nos dice: “Tenemos que hablar” para prepararla. Y en María tenemos un buen modelo para hacerlo. Ella vivió en plenitud el encuentro con el Dios hecho hombre y nos enseña a nosotros a abrirnos al Espíritu Santo con una oración que sea verdadero diálogo con Dios desde la interioridad, el silencio, la confianza, preguntando sin miedo a Dios todo lo que nos surja y, a la vez, poniéndonos a la escucha de su Palabra para fiarnos de Él aunque haya cosas que no entendamos. Así podremos decir también: “Aquí estoy, hágase en mí según tu palabra”, y al terminar el Adviento tendremos preparado el gran Encuentro con Dios que es la Navidad. 








SECRETARÍA GENERAL DEL SÍNODO

INSTRUMENTUM LABORIS

XVI ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS

PARA LA SEGUNDA SESIÓN

(OCTUBRE DE 2024)



59. El discernimiento compromete a quienes participan en él, a nivel personal y todos juntos a nivel comunitario, pidiéndoles que cultiven las disposiciones de libertad interior, de apertura a la novedad y de abandono confiado a la voluntad de Dios, y que se escuchen unos a otros para oír «lo que el Espíritu dice a las Iglesias» (Ap 2,7). María, con su presencia orante en el corazón de la comunidad apostólica en el Cenáculo (cf. Hch 1,14), es para todos un modelo vivo y una guía generadora de una auténtica espiritualidad sinodal: en la escucha perseverante y responsable de la Palabra y en el discernimiento meditativo de los acontecimientos (cf. Lc 1,26-38; 2,19.51), en la apertura generosa a la acción del Espíritu Santo (cf. Lc 1,35), en el compartir la acción de gracias por la obra del Señor (cf. Lc 1,39-56) y en el servicio concreto y puntual a todas y cada una de las personas (cf. Jn 2,1-12) que Jesús encomendó a sus cuidados maternales (cf. Jn 19,25-27).


60. Precisamente dado que requiere que cada uno comparta su punto de vista en la perspectiva de la misión común, un proceso de discernimiento articula concretamente comunión, misión y participación. En otras palabras, es una forma de caminar juntos. Por eso es fundamental promover una amplia participación en los procesos de discernimiento, cuidando especialmente la implicación de quienes se encuentran en los márgenes de la comunidad cristiana y de la sociedad.


61. El punto de partida y el criterio de referencia de todo discernimiento eclesial es la escucha de la Palabra de Dios. Las Sagradas Escrituras constituyen el testimonio por excelencia de la comunicación de Dios con la humanidad. Atestiguan que Dios ha hablado a su pueblo y sigue haciéndolo, y presentan distintos canales a través de los cuales se produce esta comunicación. Dios habla a través de la meditación personal de las Escrituras, en la que

resuena “algo” del texto bíblico sobre el que se reza. Dios habla a la comunidad en la liturgia, lugar hermenéutico por excelencia de lo que el Señor dice a su Iglesia. Dios habla a través de la Iglesia, que es madre y maestra, a través de su tradición viva y sus prácticas, incluidas las de la piedad popular. Dios sigue hablando a través de  los acontecimientos que tienen lugar en el espacio y en el tiempo, siempre que sepamos discernir su significado. De nuevo, Dios se comunica con su Pueblo a través de los elementos del cosmos, cuya existencia misma remite a la acción del Creador y que está lleno de la presencia del Espíritu Santo “que da la vida”. Por último, Dios habla en la conciencia personal de cada uno, que «es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que éste se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo de aquélla» (GS 16). Un auténtico discernimiento no puede descuidar ninguno de estos canales de comunicación.


62. El discernimiento comunitario no es una técnica organizativa, sino una práctica exigente que cualifica la ida y la misión de la Iglesia vivida en Cristo y en el Espíritu Santo. Por eso debe realizarse siempre con la conciencia y la voluntad de estar reunidos en el nombre del Señor Jesús (cf. Mt 18,20), escuchando la voz del Espíritu Santo. Como  rometió Jesús, sólo el Espíritu Santo puede conducir a la Iglesia por el camino de la plenitud de la verdad (cf. Jn 16,13) y de la vida, para dispensarlas a un mundo sediento de sentido. El método con el que el Pueblo de Dios vive su camino de anuncio y testimonio del Evangelio tiene aquí sus raíces. Por tanto, es prioritario aprender a practicar a todos los niveles ese arte evangélico que permitió a la comunidad apostólica de Jerusalén sellar el resultado del primer acontecimiento sinodal de la historia de la Iglesia con las palabras: «Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros» (Hch 15,28). En este espíritu, la práctica de la vida sinodal misionera de la Iglesia en lugares, organismos y acontecimientos concretos, debe recomponerse y reorientarse.

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