HOJA PARROQUIAL
21 y 22 de Diciembre de 2024
Domingo IV de Adviento. Ciclo C
“¿Quién soy yo para que me visite la Madre de mi Señor?”
LECTURAS
Primera lectura del Profeta Miqueas 5, 1-4a
Salmo 79, 2ac y 3b. 15-16. 18-19 R/. Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
Segunda lectura de la carta a los Hebreos 10, 5-10
Hermanos:
Al entrar Cristo en el mundo dice: «Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas, pero me formaste un cuerpo; no aceptaste holocaustos ni víctimas expiatorias.
Entonces yo dije: He aquí que vengo —pues así está escrito en el comienzo del libro acerca de mí— para hacer, ¡oh Dios!, tu voluntad».
Primero dice: «Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas, pero me formaste un cuerpo; no aceptaste holocaustos ni víctimas expiatorias», que se ofrecen según la ley. Después añade: «He aquí que vengo para hacer tu voluntad».
Niega lo primero, para afirmar lo segundo. Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.
Evangelio según San Lucas 1, 39-45
En aquellos mismos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a un a ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Los textos son cogidos de la página de
ver
Hablando de los adornos de Navidad, una persona dijo: “Yo este año solamente voy a poner el Misterio, no tengo ganas de más”. La semana pasada decíamos que las circunstancias dolorosas que se están viviendo en muchos lugares del mundo, y en concreto aquí en Valencia, hacen que no estemos para alegrías. Lo cierto es que cada vez son más las personas, creyentes y no creyentes, que tienen ganas de que pasen estos días. Se habla mucho de paz, fraternidad, amor, familia… pero muchas personas no ven ni viven esto en su entorno; son unos días de consumo, de despilfarro… pero muchas personas no llegan a fin de mes o malviven en condiciones indignas. No es de extrañar que muchos no vean sentido a estos días y que los signos externos con que hemos envuelto la Navidad provoquen fuerte rechazo.
juzgar
En estas circunstancias, este cuarto domingo de Adviento es una llamada a que también nosotros ‘pongamos sólo el Misterio’, que nos centremos en lo único importante de la Navidad: María, José y el Niño. No hace falta más, no necesitamos más para vivir de verdad el Misterio del Dios hecho hombre en lo pobre y humilde, por nosotros y por nuestra salvación.
Para que nos animemos a ‘poner sólo el Misterio’ en el centro de estos días, para vivir el sentido cristiano de la Navidad, hemos escuchado en el Evangelio la visitación de María a su prima Isabel. No hay una gran escenificación ni adornos superfluos. Lo que ocurre es algo muy simple, pero ese hecho tan sencillo nos hace descubrir que Dios se hace presente en la pobreza y pequeñez de las personas y de los acontecimientos más cotidianos, cuando los vivimos desde la fe en Él.
María, una mujer pobre y humilde de un pueblo pequeño, como celebramos el día de la Inmaculada Concepción, acoge el Misterio de la Encarnación del Hijo de Dios; no sabía bien cómo se desarrollaría ese Misterio, tuvo que conservar todas estas cosas meditándolas en su corazón, pero eso no fue obstáculo para vivir en cuerpo y alma este Misterio y sentirse llamada a compartirlo.
Isabel, también pobre y humilde, y además de avanzada edad, sólo necesita algo tan simple como el saludo de María para acoger en todo su ser el Misterio: “Se llenó Isabel de Espíritu Santo”.
Este cuarto domingo de Adviento nos invita a ‘poner sólo el Misterio’, porque la celebración de la Navidad no depende de las formas, adornos y elementos externos; ni se reduce a un sentimentalismo hecho de buenos deseos e intenciones, ni está en función de nuestro estado de ánimo; menos aún consiste en unos simples días de festejos y consumismo.
El Misterio de la Navidad es el “Dios-con-nosotros”, el Dios que, por amor a nosotros, se ha hecho hombre en Jesús para salvarnos del mal, del pecado y la muerte; es la alegría de saber que se hace presente, sobre todo, en los pobres, humildes, en los que sufren; es la certeza de que podamos seguir sus pasos para compartir su misma vida. Y, si esto lo vivimos con sencillez pero con todo nuestro ser, como María e Isabel, no necesitamos nada más: éste es el Misterio que llevamos dentro de nosotros y, como María, lo llevamos a tantas ‘Isabeles’ que necesitan recibirlo en su vida.
actuar
Precisamente porque humanamente ‘no estamos para alegrías’, necesitamos celebrar la Navidad con su sentido cristiano: ‘Pongamos sólo el Misterio’. Isabel sólo necesitó el saludo de María para compartir la misma alegría y esperanza. Nosotros sólo necesitaremos alguna pequeña acción, pero hecha desde la fe, para que el Misterio del “Dios-con-nosotros” se haga presente en quienes más lo necesitan: un gesto de cariño o agradecimiento, un favor hecho con alegría, una llamada, un tiempo de escucha paciente… pueden hacer que quien lo recibe ‘se llene’ del Espíritu Santo.
Esta Navidad, ‘pongamos sólo el Misterio’ en el centro de nuestra vida. El Papa Francisco, en su carta apostólica “Admirabile signum”, sobre el significado del Belén, muestra por qué sólo el Misterio es suficiente para vivir plenamente la Navidad. Recordando el primer Belén que san Francisco organizó en la localidad de Greccio, indica: «San Francisco realizó una gran obra de evangelización con la simplicidad de aquel signo. Su enseñanza ha penetrado en los corazones de los cristianos y permanece hasta nuestros días como un modo genuino de representar con sencillez la belleza de nuestra fe. En Jesús, el Padre nos ha dado un hermano que viene a buscarnos cuando estamos desorientados y perdemos el rumbo; un amigo fiel que siempre está cerca de nosotros; nos ha dado a su Hijo que nos perdona y nos levanta del pecado». (3)
SECRETARÍA GENERAL DEL SÍNODO
INSTRUMENTUM LABORIS
XVI ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS
PARA LA SEGUNDA SESIÓN
(OCTUBRE DE 2024)
63. Las opciones procesales concretas, en su variedad, deben ser coherentes con las exigencias de la metodología teológica subyacente. También sobre la base de la experiencia del proceso sinodal, es posible identificar algunos elementos clave para el diseño de cualquier procedimiento: a) una vida de oración personal y comunitaria, que incluya la participación en la Eucaristía; b) una preparación personal y comunitaria adecuada, fundada en la escucha de la Palabra de Dios y de la realidad; c) una escucha respetuosa y profunda de la palabra de cada uno; d) la búsqueda de un consenso lo más amplio posible no por intersección (por tanto, a la baja), sino por desbordamiento, tratando de poner de relieve lo que más hace “arder nuestro corazón” (cf. Lc 24,32); e) la formulación del consenso, por parte de quien conduce el proceso y su devolución a todos los participantes, quienes deben confirmar o no si se sienten reconocidos en esa formulación.
64. El discernimiento siempre tiene lugar “con los pies en la tierra”, es decir, dentro de un contexto concreto, cuyas complejidades y peculiaridades deben conocerse lo mejor posible. Por lo tanto, no podrá más que beneficiarse de la aportación que brota del análisis de las distintas ciencias humanas, sociales y administrativas pertinentes para el asunto en cuestión. A la competencia técnica y científica no le corresponde la última palabra –lo que significaría caer en una deriva tecnocrática– sino «dar una base de concreción al camino ético y espiritual que sigue» (LS 15). Será por tanto necesario garantizar que pueda ofrecer su aportación, de la cual no se puede prescindir, sin adquirir un papel dominante sobre las demás perspectivas.
65. En la Iglesia existe una gran variedad de enfoques para el discernimiento y de metodologías consolidadas. Esta variedad es una riqueza: con las adaptaciones adecuadas a los diferentes contextos, todos los enfoques pueden resultar fecundos. Con vistas al bien común, es importante que entablen un diálogo cordial, sin dispersar las especificidades de cada uno y sin un atrincheramiento identitario. La fecundidad de la conversación en el Espíritu, que surgió en todas las etapas del proceso sinodal, nos invita a considerar esta forma peculiar de discernimiento eclesial como particularmente adecuada para el ejercicio de la sinodalidad.
66. En las Iglesias locales es esencial ofrecer oportunidades de formación que difundan y alimenten una cultura del discernimiento, especialmente entre quienes ocupan puestos de responsabilidad. Es igualmente importante cuidar la formación de acompañantes o facilitadores, cuya aportación resulta a menudo crucial para llevar a cabo los procesos de discernimiento. En esta línea se inscribe también el trabajo del grupo de estudio n. 9, dedicado a la preparación de criterios teológicos y metodologías sinodales para un discernimiento compartido de cuestiones doctrinales, pastorales y éticas controvertidas.
La articulación de los procesos de toma de decisiones decisiones
67. «En la Iglesia sinodal toda la comunidad, en la libre y rica diversidad de sus miembros, es convocada para orar, escuchar, analizar, dialogar, discernir y aconsejar para que se tomen las decisiones pastorales más conformes con la voluntad de Dios» (CTI, n. 68). Más que una profundización, esta afirmación debe ponerse en práctica. Es difícil imaginar una manera más eficaz de promover una Iglesia sinodal que la participación de todos en los procesos de toma de decisiones. Esta participación tiene lugar sobre la base de una responsabilidad diferenciada que respeta a cada miembro de la comunidad y valora sus capacidades y dones con vistas a la decisión compartida.
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