HOJA PARROQUIAL
1 y 2 de Marzo de 2025
Domingo VIII del Tiempo Ordinario. Ciclo C
ENCUESTA SOBRE LOS HORARIOS DE MISA
ENLACE A TODOS LOS PORTALES DE LA PARROQUIA
“De lo que rebosa el corazón habla la boca”
LECTURAS
Primera lectura del libro del Eclesiástico 27, 4-7
Cuando se agita la criba, quedan los desechos; así, cuando la persona habla, se descubren sus defectos.
El horno prueba las vasijas del alfarero, y la persona es probada en su conversación.
El fruto revela el cultivo del árbol, así la palabra revela el corazón de la persona.
No elogies a nadie antes de oírlo hablar, porque ahí es donde se prueba una persona.
Salmo 91 R/. Es bueno darte gracias, Señor.
Segunda lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 15, 54-58
Hermanos:
El aguijón de la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado, la ley.
¡Gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo!
De modo que, hermanos míos queridos, manteneos firmes e inconmovibles.
Entregaos siempre sin reservas a la obra del Señor, convencidos de que vuestro esfuerzo no será vano en el Señor.
Evangelio según san Lucas 6, 39-45
No está el discípulo sobre su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro.
¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame que te saque la mota del ojo”, sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano.
Pues no hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno; por ello, cada árbol se conoce por su fruto; porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos.
El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa el corazón habla la boca».
Los textos son cogidos de la página de
ver
Hace unas semanas fue noticia que una actriz, bastante bien valorada, había publicado tiempo atrás unos comentarios en redes sociales que presuntamente resultaban inaceptables. Esto provocó sorpresa en muchos que hasta ese momento la habían ensalzado y en pocos días vio anuladas sus apariciones públicas. Más allá de las circunstancias de este hecho, esta situación se produce con bastante frecuencia, no sólo en el ámbito público o redes sociales, sino también en nuestro entorno más cercano: tenemos muy buena opinión de una persona, pero un día leemos o escuchamos lo que dice respecto a algún tema y nos sorprende negativamente, y nos sentimos engañados.
juzgar
En la 1ª lectura hemos escuchado: “Cuando la persona habla, se descubren sus defectos… la persona es probada en su conversación. No elogies a nadie antes de oírlo hablar…” Esto es válido para cualquier persona, tenga o no tenga fe, para no dejarnos engañar por las apariencias ni poner la confianza en alguien de un modo irreflexivo, sin conocer realmente a esa persona. Hemos de comprobar siempre la coherencia entre palabras y obras.
Y a nosotros, precisamente porque decimos que tenemos fe, estas palabras nos tienen que cuestionar de un modo especial. Por eso Jesús, en el Evangelio, ha propuesto a sus discípulos unos ejemplos para que también sean coherentes en palabras y en obras. Y Jesús se dirige a todos, por lo tanto, al escuchar sus palabras no hemos de pensar en ‘los otros’, sino en nosotros mismos.
“¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego?” No se trata de ceguera física, sino de la actitud de los discípulos que no tienen la mirada de Dios sobre las personas o sobre los hechos, y lo que hacen es transmitir sus propias ideas, provocando ‘caídas’ en errores.
“No está el discípulo sobre su maestro”. Unido a lo anterior, el que transmite sus propias ideas suplanta al verdadero Maestro, que es Jesús, con las nefastas consecuencias que los ‘mesianismos’ han provocado a lo largo de la historia. Hemos de tener presente lo que dijo el Papa Francisco: «ya no decimos que somos ‘discípulos’ y ‘misioneros’, sino que somos siempre ‘discípulos misioneros’». (EG 120) Y, como ‘discípulos misioneros’, necesitamos una formación que nos ayude a conocer y profundizar cada vez más en el conocimiento de nuestro Maestro, y así, “cuando termine su aprendizaje, será como su maestro”: sólo desde una correcta formación cristiana podremos parecernos algo al Maestro.
“¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo?” El que no tiene la mirada de Dios y suplanta al Maestro acaba convirtiéndose en un hipócrita, alguien que se erige en árbitro y juez de los demás pero que no reconoce sus propias incoherencias. Como discípulos misioneros, necesitamos revisarnos en el Sacramento de la Reconciliación para identificar nuestras ‘vigas’, nuestros pecados, y corregirlos con la gracia de Dios. Sólo entonces, desde la humildad del pecador perdonado, podremos ayudar a que otros descubran sus ‘motas’.
“Cada árbol se conoce por su fruto… de lo que rebosa el corazón habla la boca”. Es la consecuencia de todo lo anterior: por mucho que utilicemos palabras o gestos de fe, si no brotan de una verdadera experiencia personal de encuentro con el Señor, acabaremos delatándonos en nuestra hipocresía, porque en realidad nuestro corazón rebosa sólo de nuestras propias ideas, no de las de Jesús. Y, lo que es peor, haremos brotar frutos malos en nosotros y en quienes nos hayan creído.
actuar
¿Procuro tener la mirada de Dios sobre las personas y los acontecimientos, o me ‘ciego’ en mis criterios? Como discípulo, ¿sigo una formación permanente, o creo que no la necesito porque ya sé todo lo que dice el Señor? ¿Recibo regularmente el Sacramento de la Reconciliación para corregir las ‘vigas’ que tengo? ¿Suelo juzgar a los demás? ¿De qué ‘rebosa’ verdaderamente mi corazón?
Estamos a punto de iniciar la Cuaresma, un tiempo de conversión, de volvernos más hacia Dios. Y este domingo nos ofrece varias pistas para llevar a cabo dicha conversión, para crecer en coherencia entre palabras y obras, para no engañarnos ni pretender engañar a otros, para ser mejores discípulos misioneros, y así que vayan surgiendo los frutos buenos que el Señor espera, y que nosotros y nuestro mundo necesitamos.
SECRETARÍA GENERAL DEL SÍNODO
INSTRUMENTUM LABORIS
XVI ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS
PARA LA SEGUNDA SESIÓN
(OCTUBRE DE 2024)
108. La riqueza que representa la participación en la Primera Sesión de los Delegados Fraternos, procedentes de otras Iglesias y Comunidades Eclesiales, nos invita prestar mayor atención a cómo se realiza la sinodalidad en nuestros socios ecuménicos, tanto en Oriente como en Occidente. El diálogo ecuménico es fundamental para desarrollar una comprensión de la sinodalidad y de la unidad de la Iglesia. Sobre todo, nos impulsa a imaginar prácticas sinodales auténticamente ecuménicas, hasta formas de consulta y discernimiento sobre cuestiones de interés compartido y urgente. Lo que fundamenta esta posibilidad es el hecho de que estemos unidos en el único Bautismo, del que brotan la identidad del Pueblo de Dios y el dinamismo de la comunión, la participación y la misión.
Conclusión La Iglesia sinodal en el mundo
109. En este mundo, cada cosa está conectada y determinada por una búsqueda del otro que nunca desaparece. Todo es una llamada a la relación y un testimonio de que nos somos autosuficientes. El mundo entero, cuando se contempla con una mirada educada por la Revelación cristiana, es signo sacramental de una presencia, que le trasciende y anima, conduciéndole al encuentro con Dios, que se realizará definitivamente en la convivencia de las diferencias, que hallará su plena composición en el banquete escatológico preparado por Dios en su monte.
110. Transformada por el anuncio de la Resurrección, la Iglesia quiere convertirse en un lugar donde se respire y se viva la visión de Isaías, para ser «fortaleza para el débil, fortaleza para el pobre en su aflicción, refugio en la tempestad, sombra contra el calor» (Is 25,4). De este modo abre su corazón al Reino. Cuando los miembros de la Iglesia se dejan guiar por el Espíritu del Señor hacia horizontes que antes no habían vislumbrado, experimentan una alegría inconmensurable. En su belleza, humildad y sencillez, ésta es la conversión permanente del estilo de la Iglesia que el proceso sinodal nos invita a emprender.
111. La encíclica Fratelli tutti nos presenta la llamada a reconocernos como hermanas y hermanos en Cristo resucitado, proponiéndonos esto no como un estatus, sino como un estilo de vida. La encíclica subraya el contraste entre el tiempo en que vivimos y la visión de la convivencia preparada por Dios. El velo, el humor sombrío y las lágrimas de nuestro tiempo son el resultado de un aislamiento cada vez mayor, de la creciente violencia y polarización de nuestro mundo y del desarraigo de las fuentes de la vida. Este Instrumentum laboris se interroga y nos interroga sobre cómo ser una Iglesia sinodal misionera, cómo comprometernos en una escucha y un diálogo profundos, cómo ser corresponsables a la luz del dinamismo de nuestra vocación bautismal personal y comunitaria, cómo transformar las estructuras y los procesos para que todos puedan participar y compartir los carismas que el Espíritu derrama sobre cada uno para el bien común y cómo ejercer el poder y la autoridad como servicio. Cada una de estas preguntas es un servicio a la Iglesia y, a través de su acción, a la posibilidad de curar las heridas más profundas de nuestro tiempo.
112. El profeta Isaías termina su oráculo con un himno de alabanza que debemos retomar a una voz: «Aquí está nuestro Dios. Esperábamos en él y nos ha salvado. Este es el Señor en quien esperamos. Celebremos y gocemos con su salvación» (Is 25,9). Como Pueblo de Dios, ¡unámonos a esta alabanza, como peregrinos de la esperanza, sigamos avanzando por el camino sinodal hacia los que aún esperan el anuncio de la Buena Nueva de la salvación!
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