HOJA PARROQUIAL
22 y 23 de Marzo de 2025
Domingo III de Cuaresma. Ciclo C
ENCUESTA SOBRE LOS HORARIOS DE MISA
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“Si no se convierten, todos perecerán de la misma manera”
LECTURAS
Primera lectura del Libro del Exodo 3, 1-8a. 13-15
En aquellos días, Moisés pastoreaba el rebaño de su suegro Jetró, sacerdote de Madián. Llevó el rebaño trashumando por el desierto hasta llegar a Horeb, la montaña de Dios.
El ángel del Señor se le apareció en una llamarada entre las zarzas. Moisés se fijó: la zarza ardía sin consumirse.
Moisés se tapó la cara, porque temía ver a Dios.
He bajado a librarlo de los egipcios, a sacarlo de esta tierra, para llevarlo a una tierra fértil y espaciosa, tierra que mana leche y miel».
Salmo 102, 1-2. 3-4. 6-7. 8 y 11 R/. El Señor es compasivo y misericordioso.
Segunda lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 10, 1-6. 10-12
No quiero que ignoréis, hermanos, que nuestros padres estuvieron todos bajo la nube y todos atravesaron el mar y todos fueron bautizados en Moisés por la nube y por el mar; y todos comieron el mismo alimento espiritual; y todos bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo. Pero la mayoría de ellos no agradaron a Dios, pues sus cuerpos quedaron tendidos en el desierto.
Estas cosas sucedieron en figura para nosotros, para que no codiciemos el mal como lo codiciaron ellos. Y para que no murmuréis, como murmuraron algunos de ellos, y perecieron a manos del Exterminador.
Todo esto les sucedía alegóricamente y fue escrito para escarmiento nuestro, a quienes nos ha tocado vivir en la última de las edades. Por lo tanto, el que se crea seguro, cuídese de no caer.
Evangelio según San Lucas 13, 1-9
En aquel tiempo se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de los sacrificios que ofrecían.
Los textos son cogidos de la página de
ver
En pocas semanas he tenido conocimiento de problemas que están sufriendo varias personas de mi entorno: enfermedades graves, conflictos familiares muy serios, otras circunstancias repentinas que afectan dolorosamente a las personas… Esto provoca, en quienes pasan por esas situaciones, que se pregunten ‘¿por qué?’. Pero esta pregunta, a menudo no tiene respuesta, y se cae en el fatalismo y la desesperanza. Y lo mismo ocurre con los grandes problemas mundiales: están ahí, millones de personas los sufren, pero la pregunta de ‘¿por qué?’ no encuentra una respuesta satisfactoria y, lo que es peor, tampoco se les ve vías de solución o, por lo menos, de avance.
juzgar
Es lógico que, ante el dolor, el sufrimiento, propio o ajeno, nos preguntemos ‘¿por qué?’ y busquemos respuestas y, si podemos, busquemos culpables. Pero es muy común que no encontremos una causa concreta o un culpable para esas situaciones. Es lo que Jesús ha dicho en el Evangelio, cuando “se presentaron algunos a contar lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de los sacrificios que ofrecían”; y lo que Jesús añade al referirse a “aquellos dieciocho sobre los que cayó la torre en Siloé y los mató”. La gente buscaba explicaciones, ‘culpables’, pero Jesús les responde: “¿Pensáis que eran más pecadores que los demás…? Os digo que no”. Hay cosas malas que ‘ocurren’, que nos sobrevienen, sin más, sin que sean consecuencia de algo que nosotros o los demás hemos hecho.
Y esto lleva, también muy a menudo, a otras preguntas: ‘¿Y por qué Dios no hace nada? ¿Por qué no lo ha evitado? ¿Por qué no me saca de ésta? ¿Por qué no me cura o cura a esta persona?’. Y, como tampoco para esta pregunta hay una respuesta clara, surge la desesperanza y, al final se acaba negando la existencia de Dios o abandonándolo porque nos parece que no nos hace caso.
Pero, como hemos escuchado en la 1ª lectura, Dios no es indiferente al dolor y sufrimiento: “He visto la opresión de mi pueblo… he oído sus quejas… conozco sus sufrimientos… He bajado a librarlo de los egipcios”. Bajó entonces por medio de Moisés, siguió bajando por medio de diferentes miembros de su pueblo, y finalmente bajó Él mismo en su Hijo hecho hombre, que murió y resucitó por nosotros y por nuestra salvación, para librarnos de la desesperanza que provoca el dolor y el sufrimiento.
De ahí la llamada de Jesús: “Si no os convertís, todos pereceréis…” La Cuaresma es el tiempo para ‘convertirnos’, para confiar más en este Dios que no nos protege del sufrimiento, que no responde a nuestros ‘¿por qué?’ sino que se mete con nosotros en medio del sufrimiento para que, por su muerte y su resurrección, encontremos en Él nuestra fuerza y esperanza.
Cuando, como es lógico ante el sufrimiento, nos preguntemos ‘¿por qué?’, podemos tener presentes las palabras del Papa Francisco en la Bula de convocatoria del Jubileo: «La vida está hecha de alegrías y dolores, el amor se pone a prueba cuando aumentan las dificultades y la esperanza parece derrumbarse frente al sufrimiento. Pero en tales situaciones, en medio de la oscuridad se percibe una luz; se descubre cómo lo que sostiene es la fuerza que brota de la cruz y de la resurrección de Cristo.
Cristo murió, fue sepultado, resucitó, se apareció. Por nosotros atravesó el drama de la muerte. El amor del Padre lo resucitó con la fuerza del Espíritu. La esperanza cristiana consiste precisamente en esto: ante la muerte, donde parece que todo acaba, se recibe la certeza de que, gracias a Cristo, a su gracia, que nos ha sido comunicada en el Bautismo, recibimos en Él resucitado el don de una vida nueva, que derriba el muro de la muerte».
actuar
¿Estoy atravesando alguna situación de especial sufrimiento? ¿Me pregunto y pregunto a Dios ‘por qué’? ¿Me des-espero? ¿Siento la necesidad de convertirme a este Dios que padece con nosotros?
En Cuaresma se nos recuerda especialmente que «la vida cristiana es un camino, que también necesita momentos fuertes para alimentar y robustecer la esperanza, compañera insustituible que permite vislumbrar la meta: el encuentro con el Señor Jesús». Aprovechemos este tiempo para que la oración individual y comunitaria, la Eucaristía, el Sacramento de la Reconciliación… sean para nosotros verdaderos momentos fuertes de conversión que alimenten nuestra fe y nuestra esperanza en Jesús, muerto y resucitado
Los ‘¿por qué?’ seguirán a menudo sin respuesta, pero «nosotros, en virtud de la esperanza en la que hemos sido salvados, mirando al tiempo que pasa, tenemos la certeza de que la historia de la humanidad y la de cada uno de nosotros no se dirigen hacia un punto ciego o un abismo oscuro, sino que se orientan al encuentro con el Señor de la gloria. Vivamos por tanto en la espera de su venida y en la esperanza de vivir para siempre en Él».
DOCUMENTO FINAL
POR UNA IGLESIA SINODAL:
COMUNIÓN, PARTICIPACIÓN Y MISIÓN
Introducción
1. Algunos aspectos de las relaciones entre las Iglesias Católicas Orientales y la Iglesia latina.
2. Escuchar el clamor de los pobres y de la tierra.
3. La misión en el ambiente digital.
4. La revisión de la Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis en perspectiva sinodal misionera.
5. Algunas cuestiones teológicas y canónicas en torno a formas ministeriales específicas.
6. La revisión, en una perspectiva sinodal y misionera, de los documentos que rigen las relaciones entre obispos, religiosos y agregaciones eclesiales (asociaciones, movimientos y nuevas comunidades).
7. Algunos aspectos de la figura y del ministerio del obispo (en particular: criterios de selección de los candidatos al episcopado, función judicial del obispo, naturaleza y desarrollo de las visitas ad limina Apostolorum) en perspectiva sinodal misionera.
8. El papel de los Representantes Pontificios en perspectiva sinodal misionera.
9. Criterios teológicos y metodologías sinodales para un discernimiento común de cuestiones doctrinales, pastorales y éticas controvertidas.
10. La recepción de los frutos del camino ecuménico en el Pueblo de Dios.
A estos Grupos se añaden la Comisión Canónica al servicio de las necesarias innovaciones en la normativa eclesiástica, activada de acuerdo con el Dicasterio para los Textos Legislativos, y el discernimiento, confiado al Simposio de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar, sobre el acompañamiento pastoral de las personas en matrimonios polígamos. Los trabajos de estos Grupos y Comisiones iniciaron la fase de implementación, enriquecieron los trabajos de la Segunda Sesión y ayudarán al Santo Padre en sus opciones pastorales y de gobierno.
9. El proceso sinodal no concluye con el final de la actual Asamblea del Sínodo de los Obispos, sino que incluye la fase de implementación. Como miembros de la Asamblea, sentimos que es nuestra tarea comprometernos en su animación como misioneros de la sinodalidad dentro de las comunidades de las que procedemos. Pedimos a todas las Iglesias locales que continúen su camino cotidiano con una metodología sinodal de consulta y discernimiento, identificando caminos concretos e itinerarios formativos para realizar una conversión sinodal tangible en las diversas realidades eclesiales (Parroquias, Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, Asociaciones de Fieles, Diócesis, Conferencias Episcopales, reagrupamientos de Iglesias, etc.). También debería preverse una evaluación de los progresos realizados en materia de sinodalidad y de participación de todos los bautizados en la vida de la Iglesia. Sugerimos que las Conferencias Episcopales y los Sínodos de Iglesias sui iuris dediquen personas y recursos para acompañar el camino de crecimiento como Iglesia 5sinodal en misión y para mantenerse en contacto con la Secretaría General del Sínodo (cf. EC 19 § 1 y 2). Pedimos que no deje de vigilarse la calidad sinodal del método de trabajo de los Grupos de Estudio.
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