La vida parroquial de las Parroquias de la Concepción, el Carmen y San Joaquín y Santa Ana
sábado, 31 de mayo de 2025
miércoles, 28 de mayo de 2025
RESULTADOS DE LA ENCUESTA SOBRE LOS HORARIOS DE MISA
Han sido 23 respuestas las que hemos contabilizado hasta el día de hoy (28 de Mayo), fecha en la que fue cerrada la participación.
HOJA PARROQUIAL. DOMINGO DE LA ASCENSIÓN. CICLO C
HOJA PARROQUIAL
31 de Mayo y 1 de Junio de 2025
Domingo de la Ascensión. Ciclo C
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“Mientras los bendecía, fue llevado hacia el cielo”
LECTURAS
Primera lectura de los Hechos de los Apóstoles 1, 1-11
En mi primer libro, Teófilo, escribí de todo lo que Jesús hizo y enseñó desde el comienzo hasta el día en que fue llevado al cielo, después de haber dado instrucciones a los apóstoles que había escogido, movido por el Espíritu Santo.
Se les presentó él mismo después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles del reino de Dios.
Una vez que comían juntos, les ordenó que no se alejaran de Jerusalén, sino: «aguardad que se cumpla la promesa del Padre, de la que me habéis oído hablar, porque Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo dentro de no muchos días».
Salmo 46, 2-3. 6-7. 8-9 R/. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.
Segunda lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Efesios 1, 17-23
Hermanos:
El Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, e ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder en favor de nosotros, los creyentes, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, poder, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no solo en este mundo, sino en el futuro.
Y «todo lo puso bajo sus pies», y lo dio a la Iglesia, como Cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que llena todo en todos.
Evangelio según San Lucas 24, 46-53
Vosotros sois testigos de esto. Mirad, yo voy a enviar sobre vosotros la promesa de mi Padre; vosotros, por vuestra parte, quedaos en la ciudad hasta que os revistáis de la fuerza que viene de lo alto».
Y los sacó hasta cerca de Betania y, levantando sus manos, los bendijo.
Y mientras los bendecía, se separó de ellos, y fue llevado hacia el cielo.
Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.
Los textos son cogidos de la página de
ver
Un creador de contenidos en una plataforma de vídeos, con miles de seguidores, anunció recientemente que dejaba esta actividad. Explicó que ya había dicho todo lo que tenía que decir sobre el tema por el cual abrió su canal, y no quería quedarse estancado en una continua repetición. Aunque nos cueste, es necesario saber marcharse a tiempo de cualquier actividad o relación. Saber marcharse no es ‘dar un portazo’ y desaparecer, requiere una profunda reflexión. Es un acto de valentía, y también de amor, para evitar perjuicios tanto para los demás como para uno mismo. Y también puede ser ocasión de crecimiento y maduración personal, para uno mismo y para los otros.
juzgar
Pero también hemos escuchado que “después de haber dado instrucciones a los apóstoles que había escogido, movido por el Espíritu Santo… una vez que comían juntos, a la vista de ellos, fue elevado al cielo” (1ª lectura). “Mientras los bendecía, se separó de ellos”. (Evangelio)
Jesús, con su Ascensión nos da un ejemplo de lo que es saber marcharse a tiempo. Quizá pensemos que hubiera sido mejor que, tras resucitar, hubiera mantenido su presencia indefinidamente entre nosotros, apareciéndose aquí y allá… quizá pensemos que así habría tenido miles de seguidores. Pero Jesús sabe marcharse a tiempo porque ya ha dicho y hecho todo lo que tenía que hacer y decir, tanto antes como después de su resurrección, y no necesitamos nada más para seguirle.
Jesús es consciente de que alargar ahora su presencia sería incluso perjudicial, porque nos quedaríamos “plantados mirando al cielo”, no veríamos la necesidad de ser sus testigos, porque esperaríamos que Él lo hiciese todo, nos quedaríamos estancados, pasivos.
Jesús se marcha pero no ‘dando un portazo’. Como diremos en el Prefacio: «No se ha ido para desentenderse de nuestra pobreza, sino que nos precede el primero como cabeza nuestra, para que nosotros, miembros de su Cuerpo, vivamos con la ardiente esperanza de seguirlo en su reino». La Ascensión es un marcharse a tiempo porque supone un acto de valentía y de amor de Jesús hacia nosotros, porque significa que se fía de nosotros para que continuemos la misión que Él comenzó de anunciar el Evangelio, y eso supondrá para todos una oportunidad de crecimiento y maduración humana y espiritual.
Y, como «no se ha ido para desentenderse», nos dice también: “yo voy a enviar sobre vosotros la promesa de mi Padre” (Evangelio). “Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y ‘hasta el confín de la tierra’”. (1ª lectura)
Jesús se marcha a tiempo para que podamos recibir su Espíritu Santo, como celebraremos el próximo domingo, y así comience el tiempo de la Iglesia, para que nos revistamos “de la fuerza que viene de lo alto” y se proclame “la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos”. La Ascensión de Jesús no es un punto final, sino el comienzo de una nueva etapa para todos nosotros, como testigos suyos, como “Peregrinos de Esperanza”, porque proclamamos que «más allá del umbral de la muerte está la vida eterna con Jesús, que consiste en la plena comunión con Dios, en la contemplación y participación de su amor infinito. Lo que ahora vivimos en la esperanza, después lo veremos en la realidad». (Bula Jubileo, n. 21)
actuar
¿Sé ‘marcharme a tiempo’? ¿He sufrido las consecuencias de que otras personas no lo hayan sabido hacer? ¿Desearía que Jesús hubiese continuado indefinidamente su presencia resucitada? ¿Entiendo la Ascensión del Señor como una demostración de confianza hacia nosotros?
En esta solemnidad de la Ascensión, demos gracias al Señor por saber marcharse a tiempo, como una prueba más de su amor. No nos quedemos “plantados mirando al cielo”, respondamos a su confianza siendo “testigos de esto” allí donde nos encontremos, «dejémonos atraer desde ahora por la esperanza y permitamos que a través de nosotros sea contagiosa para cuantos la desean» (Bula n. 25) y, como decía la 2ª lectura, “mantengámonos firmes en la esperanza que profesamos, porque es fiel quien hizo la promesa”.
DOCUMENTO FINAL
POR UNA IGLESIA SINODAL:
COMUNIÓN, PARTICIPACIÓN Y MISIÓN
Parte II - En la barca, juntos
La conversión de las relaciones
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo; Natanael, el de Caná de Galilea; los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. Simón Pedro les dice: «Me voy a pescar». Ellos contestan: «Vamos también nosotros contigo» (Jn 21,2-3)
49. El lago de Tiberíades fue el lugar en el que empezó todo. Pedro, Andrés, Santiago y Juan habían dejado la barca y las redes para ir tras Jesús. Después de Pascua, partieron de nuevo de aquel lago. Por la noche, un diálogo resuena en la orilla: “Voy a pescar”. “Nosotros también vamos contigo”. También el camino sinodal comenzó así: escuchamos la invitación del sucesor de Pedro y la acogimos; partimos con él y detrás de él. Juntos hemos orado, reflexionado, luchado y dialogado. Pero sobre todo hemos experimentado que son las relaciones las que sostienen su vitalidad, animando sus estructuras. Una Iglesia sinodal misionera necesita renovar ambas cosas.
Nuevas relaciones
50. A lo largo del recorrido del Sínodo y en todas las latitudes, surgió la llamada a una Iglesia más capaz de alimentar las relaciones: con el Señor, entre hombres y mujeres, en las familias, en las comunidades, entre todos los cristianos, entre los grupos sociales, entre las religiones, con la creación. Muchos expresaron su sorpresa por haber sido interpelados y su alegría por poder hacer oír sus voces en la comunidad; tampoco faltaron quienes compartieron el sufrimiento de sentirse excluidos o juzgados también por su situación matrimonial, su identidad y su sexualidad. El deseo de relaciones más auténticas y significativas no sólo expresa la aspiración a pertenecer a un grupo cohesionado, sino que corresponde a una profunda conciencia de fe: la calidad evangélica de las relaciones comunitarias es decisiva para el testimonio que el Pueblo de Dios está llamado a dar en la historia. “En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros” (Jn 13,35). Las relaciones renovadas por la gracia y la hospitalidad ofrecida a los últimos según la enseñanza de Jesús son el signo más elocuente de la acción del Espíritu Santo en la comunidad de los discípulos. Ser Iglesia sinodal exige, pues, una verdadera conversión relacional. Debemos aprender de nuevo del Evangelio que el cuidado de las relaciones no es una estrategia o una herramienta para una mayor eficacia organizativa, sino que es la forma en que Dios Padre se ha revelado en Jesús y en el Espíritu. Cuando nuestras relaciones, incluso en su fragilidad, dejan traslucir la gracia de Cristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu, confesamos con nuestra vida nuestra la fe en Dios Uno y Trino.
51. Es a los Evangelios a donde debemos mirar para trazar el mapa de la conversión que se requiere de nosotros, aprendiendo a hacer nuestras las actitudes de Jesús. Los Evangelios lo “presentan constantemente en escucha de la gente que se encuentra con él por los caminos de Tierra Santa” (DEC 11). Hombres o mujeres, judíos o paganos, doctores de la ley o publicanos, justos o pecadores, mendigos, ciegos, leprosos o enfermos, Jesús no despide a nadie sino que se detiene a escuchar y a entablar un diálogo. Ha revelado el rostro del Padre saliendo al encuentro de cada persona allí donde está su historia y su libertad. De la escucha profunda de las necesidades y de la fe de las personas con las que se encontraba, brotaban palabras y gestos que renovaban sus vidas, abriendo el camino para sanar las relaciones. Jesús es el Mesías que “hace oír a los sordos y hablar a los mudos” (Mc 7,37). Nos pide a nosotros, sus discípulos, que nos comportemos de la misma manera y nos da, con la gracia del Espíritu Santo, la capacidad de hacerlo, modelando nuestro corazón según el suyo: sólo “el corazón hace posible cualquier vínculo auténtico, porque una relación que no se construye con el corazón es incapaz de superar la fragmentación del individualismo” (DN 17). Cuando escuchamos a nuestros hermanos, participamos de la actitud con la que Dios, en Jesucristo, sale al encuentro de cada uno.
viernes, 23 de mayo de 2025
miércoles, 21 de mayo de 2025
HOJA PARROQUIAL. DOMINGO VI DE PASCUA. CICLO C
HOJA PARROQUIAL
“El Espíritu Santo les irá recordando todo lo que les he dicho”
LECTURAS
Primera lectura de los Hechos de los Apóstoles 15, 1-2. 22-29
En aquellos días, unos que bajaron de Judea se pusieron a enseñar a los hermanos que, si no se circuncidaban conforme al uso de Moisés, no podían salvarse. Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y Bernabé; y se decidió que Pablo, Bernabé y algunos más de entre ellos subieran a Jerusalén a consultar a los apóstoles y presbíteros sobre esta controversia.
Habiéndonos enterado de que algunos de aquí, sin encargo nuestro, os han alborotado con sus palabras, desconcertando vuestros ánimos, hemos decidido, por unanimidad, elegir a algunos y enviároslos con nuestros queridos Bernabé y Pablo, hombres que han entregado su vida al nombre de nuestro Señor Jesucristo. Os mandamos, pues, a Silas y a Judas, que os referirán de palabra lo que sigue: Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables: que os abstengáis de carne sacrificada a los ídolos, de sangre, de animales estrangulados y de uniones ilegítimas. Haréis bien en apartaros de todo esto. Saludos».
Salmo 66, 2-3. 5. 6 y 8 R/. Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
Segunda lectura del Libro del Apocalipsis 21, 10-14. 22-23
El ángel me llevó en espíritu a un monte grande y elevado, y me mostró la ciudad santa de Jerusalén que descendía del cielo, de parte de Dios, y tenía la gloria de Dios; su resplandor era semejante a una piedra muy preciosa, como piedra de jaspe cristalino.
Tenía una muralla grande y elevada, tenía doce puertas y sobre las puertas doce ángeles y nombres grabados que son las doce tribus de Israel.
Al oriente tres puertas, al norte tres puertas, al sur tres puertas, al poniente tres puertas, y la muralla de la ciudad tenía doce cimientos y sobre ellos los nombres de los doce apóstoles del Cordero.
Y en ella no vi santuario, pues el Señor, Dios todopoderoso, es su santuario, y también el Cordero.
Y la ciudad no necesita del sol ni de la luna que la alumbre, pues la gloria del Señor la ilumina, y su lámpara es el Cordero.
Evangelio según San Juan 14, 23-29
El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.
Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho.
La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: “Me voy y vuelvo a vuestro lado”. Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es mayor que yo, Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis».
Los textos son cogidos de la página de
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Como ya dijimos, uno de los procesos abiertos que dejó el Papa Francisco fue el del Sínodo sobre la sinodalidad, cuyo documento final tras la segunda sesión lleva por título: “Hacia una Iglesia sinodal en misión”. Se trata de aprender a caminar juntos, como Iglesia, para anunciar el Evangelio. Y para avanzar en esta dirección, desde el principio se han realizado consultas a todos los miembros del Pueblo de Dios que han querido participar desde las parroquias, movimientos, asociaciones, entidades diocesanas… En esas consultas se han puesto de manifiesto unas ‘cuestiones controvertidas’, que hay que tener en cuenta para anunciar el Evangelio.
juzgar
Esto no es nuevo en la Iglesia. En la 1ª lectura hemos escuchado la cuestión que se planteó en Antioquía: “unos que bajaron de Judea se pusieron a enseñar a los hermanos que, si no se circuncidaban conforme al uso de Moisés, no podían salvarse. Esto provocó un altercado y una violenta discusión…”. La evangelización había comenzado por los judíos pero ahora se extendía también a los paganos. Había dos posturas contrapuestas: ¿Había que ser previamente miembro del pueblo judío, por tanto ser circuncidado, para poder ser cristiano? ¿O era suficiente recibir el Bautismo, sin que importase la procedencia?
Era un tema controvertido, teológica y pastoralmente, más aún en los primeros pasos de la Iglesia y su misión evangelizadora, y creó fuertes tensiones entre los discípulos. Pero, como hemos escuchado, se resolvió desde la sinodalidad: “se decidió que Pablo, Bernabé y algunos más subieran a Jerusalén a consultar a los apóstoles y presbíteros sobre esta controversia”. Y, tras el diálogo, “acordaron elegir a algunos de ellos para mandarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé”, con la respuesta a la controversia suscitada: “hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables: que os abstengáis de carne sacrificada a los ídolos, de sangre, de animales estrangulados y de uniones ilegítimas”.
Para tomar la decisión, no se ha votado por mayoría qué había que hacer; tampoco se ha llegado a un simple ‘consenso’ entre las partes: “hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros…”. Y ésta es la clave que debemos seguir utilizando ahora, ante las actuales cuestiones controvertidas: el discernimiento pero abiertos al “Paráclito, el Espíritu Santo que enviará el Padre en mi nombre”, como ha prometido Jesús.
Como se ha dicho en el Sínodo, «las dificultades que encontramos para traducir la visión evangélica en opciones pastorales es signo de nuestra incapacidad de vivir a la altura del Evangelio y nos recuerda que no podemos sostener a quien tiene necesidad de ayuda, si no es a través de nuestra conversión personal y comunitaria. Si utilizamos la doctrina con dureza y con actitud judicial, traicionamos el Evangelio; si practicamos una misericordia “barata”, no transmitimos el amor de Dios». (15.f) Por eso necesitamos discernir desde el Espíritu Santo porque también ha dicho Jesús que “será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho”.
Ante las cuestiones controvertidas que hoy encontramos en la misión evangelizadora, el Espíritu Santo nos sigue enseñando y recordando el camino a seguir: «Las páginas del Evangelio muestran a Jesús encontrando a las personas en lo concreto de su historia y sus situaciones. Él no parte de prejuicios ni etiquetas, sino de una auténtica relación en la que se implica por entero, exponiéndose, incluso, a la incomprensión y al rechazo. Jesús escucha siempre el grito de auxilio de quien tiene necesidad; hace gestos que transmiten amor y generan confianza; hace posible con su presencia una nueva vida; quien lo encuentra sale transformado». (15.3)
actuar
Como ya dijimos, si queremos continuar avanzando “Hacia una Iglesia sinodal en misión”, todos los que somos y formamos la Iglesia debemos implicarnos en ello. En primer lugar, porque ésa es la misión que el Señor nos ha encomendado; y en segundo lugar, porque las cuestiones controvertidas nos afectan a todos en mayor o menor grado de cercanía. Por eso, desde el discernimiento abierto al Espíritu Santo, «es importante tomar el tiempo necesario para esta reflexión y emplear las mejores energías, sin ceder a juicios simplistas que hieren a las personas y al cuerpo de la Iglesia. El comportamiento de Jesús, asimilado en la oración y en la conversión del corazón, nos indica el camino a seguir».
DOCUMENTO FINAL
POR UNA IGLESIA SINODAL:
COMUNIÓN, PARTICIPACIÓN Y MISIÓN
44. La renovación de la comunidad cristiana sólo es posible reconociendo la primacía dela gracia. Si falta la profundidad espiritual personal y comunitaria, la sinodalidad se reduce a un expediente organizativo. Estamos llamados no sólo a traducir los frutos de la experiencia espiritual personal en procesos comunitarios, sino a tener la experiencia de, cómo la práctica del mandamiento nuevo del amor recíproco es lugar y forma del encuentro con Dios. En este sentido, la perspectiva sinodal, a la vez que se inspira en el rico patrimonio espiritual de la Tradición, contribuye a renovar las formas: una oración abierta a la participación, un discernimiento vivido juntos, una energía misionera que nace del compartir y se irradia como servicio.
45. La conversación en el Espíritu es una herramienta que, aun con sus limitaciones, resulta fructífera para permitir la escucha y el discernimiento de “lo que el Espíritu dice a las Iglesias” (Ap 2,7). Su práctica ha provocado alegría, asombro y gratitud y se ha experimentado como un camino de renovación que transforma a las personas, a los grupos y a la Iglesia. La palabra “conversación” expresa algo más que un mero diálogo: entrelaza armoniosamente pensamiento y sentimiento y genera un mundo de vida compartido. Por eso puede decirse que en la conversación está en juego la conversión. Es un dato antropológico que se encuentra en pueblos y culturas diferentes, unidos por la práctica de reunirse solidariamente para tratar y decidir sobre cuestiones vitales para la comunidad. La gracia lleva a término esta experiencia humana: conversar “en el Espíritu” significa vivir la experiencia de compartir a la luz de la fe y en la búsqueda del querer de Dios, en un clima evangélico en el que el Espíritu Santo puede hacer oír Su voz inconfundible.
46. En todas las etapas del proceso sinodal, resonó la necesidad de sanación, reconciliación y reconstrucción de la confianza dentro de la Iglesia, en particular tras demasiados escándalos de abusos, y dentro de la sociedad. La Iglesia está llamada a poner en el centro de su vida y de su acción el hecho de que, en Cristo, por el Bautismo, estamos confiados los unos a los otros. Reconocer esta realidad profunda se convierte en un deber sagrado que nos permite reconocer los errores y reconstruir la confianza. Recorrer este camino es un acto de justicia, un compromiso misionero del Pueblo de Dios en nuestro mundo y un don que debemos invocar desde lo alto. El deseo de seguir recorriendo este camino es el fruto de la renovación sinodal.
La sinodalidad como profecía social
47. Practicado con humildad, el estilo sinodal puede hacer de la Iglesia una voz profética en el mundo de hoy. “La Iglesia sinodal es como un estandarte alzado entre las naciones (cf. Is 11,12)” (Francisco, Discurso para la conmemoración del 50 aniversario de la constitución del Sínodo de los Obispos, 17 de octubre de 2015). Vivimos en una época marcada por el aumento de las desigualdades, la creciente desilusión con los modelos tradicionales de gobierno, el desencanto con el funcionamiento de la democracia, las crecientes tendencias autocráticas y dictatoriales, el dominio del modelo de mercado sin tener en cuenta la vulnerabilidad de las personas y la creación, y la tentación de resolver los conflictos por la fuerza en lugar del diálogo. Las prácticas auténticas de sinodalidad permiten a los cristianos desarrollar una cultura capaz de profetizar críticamente frente al pensamiento dominante y ofrecer así una contribución distintiva a la búsqueda de respuestas a muchos de los retos a los que se enfrentan las sociedades contemporáneas y a la construcción del bien común.
48. El modo sinodal de vivir las relaciones es una forma de testimonio con relación a la sociedad. Además, responde a la necesidad humana de ser acogido y sentirse reconocido dentro de una comunidad concreta. Es un desafío al creciente aislamiento de las personas y al individualismo cultural, que incluso la Iglesia ha absorbido con frecuencia, y nos llama al cuidado recíproco, a la interdependencia y a la corresponsabilidad por el bien común. Asimismo, desafía un exagerado comunitarismo social que asfixia a las personas y no les permite ser sujetos de su propio desarrollo. La disponibilidad de escuchar a todos, especialmente a los pobres, contrasta con un mundo en el que la concentración de poder deja fuera a los pobres, a los marginados, a las minorías y a la tierra, nuestra casa común. Tanto la sinodalidad como la ecología integral asumen la perspectiva de las relaciones e insisten en la necesidad de cuidar los vínculos: por eso se corresponden y se integran en el modo de vivir la misión de la Iglesia en el mundo contemporáneo.