HOJA PARROQUIAL
20 y 21 de Septiembre de 2025
Domingo XXV del Tiempo Ordinario. Ciclo C
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“No pueden servir a Dios y al dinero”
LECTURAS
Primera lectura del Profeta Amós 8, 4-7
Señor lo ha jurado por la gloria de Jacob: «No olvidará jamás ninguna de sus acciones».
Salmo 112, 1-2. 4-6. 7-8 R/. Alabad al Señor, que alza al pobre
Segunda lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a Timoteo 2, 1-8
Querido hermano:
Ruego, lo primero de todo, que se hagan súplicas, oraciones, peticiones, acciones de gracias, por toda la humanidad, por los reyes y por todos los constituidos en autoridad, para que podamos llevar una vida tranquila y sosegada, con toda piedad y respeto.
Esto es bueno y agradable a los ojos de Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.
Pues Dios es uno, y único también el mediador entre Dios y los hombres: el hombre Cristo Jesús, que se entregó en rescate por todos: este es un testimonio dado a su debido tiempo y para que fui constituido heraldo y apóstol - digo la verdad, no miento -, maestro de las naciones en la fe y en la verdad.
Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, alzando las manos limpias, sin ira ni divisiones.
Evangelio según San Lucas 16, 1-13
Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz.
Y yo os digo: ganaos amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas.
El que es de fiar en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto.
Pues, si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera? Si no fuisteis fieles en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará?
Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero».
Los textos son cogidos de la página de
ver
Muchas personas sienten una gran antipatía hacia “los políticos” en general y hacia algunos en particular. A algunas de estas personas, si se toman en serio su fe cristiana, esto les crea un cierto cargo de conciencia, ya que experimentan sentimientos que saben que no deberían tener pero, a la vez, se sienten incapaces de alejar de sí esos sentimientos.
juzgar
Ante todo, debemos distinguir entre “la política”, que abarca todo lo referente al gobierno de los Estados para un bien común, y “los políticos”, que son los que rigen o aspiran a regir los asuntos públicos. Por lo tanto, la política es mucho más que lo que hacen los políticos: es algo necesario para la vida social, y como cristianos no podemos rechazar ni desentendernos de “la política”.
También debemos tener presente lo que ya afirmó el Vaticano II en “Gaudium et spes” 75: «La Iglesia alaba y estima la labor de quienes, al servicio del hombre, se consagran al bien de la vida pública y aceptan las cargas de este oficio». Y aquí entra lo que nos ha dicho san Pablo en la 2ª lectura: “Ruego que se hagan súplicas, oraciones, peticiones, acciones de gracias, por toda la humanidad, por los reyes y por todos los constituidos en autoridad, para que podamos llevar una vida tranquila y sosegada”. La política bien entendida es una forma de entregarse al servicio de las personas, y eso supone una vocación, y como cualquier vocación, hay que rezar por ella. Un cristiano debe tener presente en su oración a “los políticos”, a todos, sean del signo o tendencia que sean, para que se dediquen a la vida pública por vocación, y no por otros intereses. Como ciudadanos cristianos, tenemos la responsabilidad de orar por “los políticos”, para que vayan haciendo realidad lo que el Papa Francisco planteó en su encíclica “Fratelli tutti” (176-197) y que denominó “caridad política”, y de la que el mismo Papa afirmó que «parece una utopía ingenua, pero no podemos renunciar a este altísimo objetivo».
El Papa indica que «necesitamos una política que piense con visión amplia. Una sana política, capaz de reformar las instituciones, coordinarlas y dotarlas de mejores prácticas, que permitan superar presiones e inercias viciosas.
Ante tantas formas mezquinas e inmediatistas de política, la grandeza política se muestra cuando, en momentos difíciles, se obra por grandes principios y pensando en el bien común a largo plazo. Al poder político le cuesta mucho asumir un proyecto común para la humanidad presente y futura. Pensar en los que vendrán no sirve a los fines electorales, pero es lo que exige una justicia auténtica.
Se trata de avanzar hacia un orden social y político cuya alma sea la caridad. Esta caridad, corazón del espíritu de la política, es siempre un amor preferencial por los últimos, que está detrás de todas las acciones que se realicen a su favor». “Los políticos” necesitan tener «una mirada cuyo horizonte esté transformado por la caridad. Esta mirada es el núcleo del verdadero espíritu de la política».
Y, como cristianos, además de la oración también tenemos la responsabilidad de generar un ambiente que favorezca que surjan buenos políticos. Y aquí entra lo que ha dicho Jesús en el Evangelio: “El que es de fiar en lo menudo, también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo, tampoco en lo importante es honrado”. Los cristianos, empezando por nuestros ambientes más cercanos y en los temas más domésticos, debemos ser los primeros en dar ejemplo de “caridad” con los otros, de fidelidad y justicia “en lo poco, en lo ajeno”, para educar, fomentar y cultivar el sentido de la responsabilidad, del servicio y de la entrega, de modo que las vocaciones al ejercicio de la política surjan de ese ambiente y con ese estilo de actuar. Porque sin un sujeto formado y conformado por la caridad, “la política” queda en manos de personas cuya acción puede ser irresponsable.
actuar
DOCUMENTO FINAL
POR UNA IGLESIA SINODAL:
COMUNIÓN, PARTICIPACIÓN Y MISIÓN
Parte III –“Echar la red”
La conversión de los procesos
100. Igualmente necesarias son las estructuras y formas de evaluación periódica del modo en que se ejercen las responsabilidades ministeriales de todo tipo. La evaluación no constituye un juicio sobre las personas, sino que permite poner de relieve los aspectos positivos y las áreas de posible mejora en la actuación de quienes tienen responsabilidades ministeriales, y ayuda a la Iglesia a aprender de la experiencia, a recalibrar los planes de acción y a permanecer atenta a la voz del Espíritu Santo, centrando la atención en los resultados de las decisiones en relación con la misión.
101. Además de observar lo ya previsto por las normas canónicas sobre los criterios y mecanismos de control, corresponde a las Iglesias locales, y sobre todo a sus agrupaciones, construir sinodalmente formas y procedimientos eficaces de rendición de cuentas y de evaluación, adecuados a la variedad de contextos, a partir del marco normativo civil, de las legítimas expectativas de la sociedad y de la disponibilidad efectiva de competencias en la materia. En este trabajo, es necesario privilegiar las metodologías de evaluación participativa, potenciar las competencias de quienes, especialmente los laicos, están más familiarizados con los procesos de rendición de cuentas y evaluación, y discernir las buenas prácticas ya presentes en la sociedad civil local, adaptándolas a los contextos eclesiales. El modo en que se aplican los procesos de rendición de cuentas y evaluación a nivel local forman parte del informe presentado durante las visitas ad limina.
102. En particular, en formas adecuadas a los distintos contextos, parece necesario garantizar como mínimo:
a) un funcionamiento eficaz de los Consejos de Asuntos Económicos;
b) la implicación efectiva del Pueblo de Dios, especialmente de los miembros más competentes, en la planificación pastoral y económica;
c) la preparación y publicación (adecuada al contexto local y con accesibilidad efectiva) de un informe de rendición de cuentas económico anual, certificado en la medida de lo posible por auditores externos, que haga transparente la gestión de los bienes y de los recursos financieros de la Iglesia y de sus instituciones;
d) la elaboración y publicación de un informe de rendición de cuentas anual sobre el desempeño de la misión, que incluya una ilustración de las iniciativas emprendidas en el ámbito de la salvaguardia (safeguarding: protección y cuidado de menores y personas vulnerables) y la promoción del acceso de los laicos a puestos de autoridad y su participación en los procesos decisionales, especificando la proporción en relación con el género;
e) procedimientos para la evaluación periódica del desempeño de todos los ministerios y tareas dentro de la Iglesia.
Tenemos que darnos cuenta de que no se trata de un empeño burocrático en sí mismo, sino de un esfuerzo comunicativo que se revela como una poderosa herramienta educativa para cambiar la cultura, además de permitirnos dar mayor visibilidad a muchas iniciativas valiosas de la Iglesia y sus instituciones, que con demasiada frecuencia permanecen ocultas.







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