HOJA PARROQUIAL
6 y 7 de Abril de 2024
Domingo II de Pascua. Ciclo B
“Bienaventurados los que crean sin haber visto”
El evangelio de hoy nos presenta una primera aparición de Jesús resucitado a los discípulos, en el Cenáculo, la noche de la Pascua, y otra aparición que tiene lugar ocho días después.
A pesar de la resurrección los discípulos se encierran, llenos de miedo. Las puertas estaban cerradas “por temor a los judíos” (Jn 20, 19). Jesús aparece y les dice dos veces “la paz esté con vosotros” (20, 19.21). Ese encuentro es también una gran alegría: “Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor” (20,20). Somos invitados a experimentar esa paz que nos regala Jesús con su resurrección, y esa paz es la clama a gritos nuestro mundo.
A continuación, después de repetir el deseo de paz, añade una tarea para los discípulos: “Como el Padre me envió, yo os envió a vosotros”. La resurrección de Jesús no es un hecho individual, que sólo tiene que ver con él, sino que nos implica a todos. Él nos comunica su vida nueva: una vida de amor intenso, que quiere transformar el mundo. Jesús resucitado confía misiones para cumplir: a María Magdalena, a las mujeres, y ahora a los apóstoles y hoy nos toca a todos los bautizados.
“Felices los que crean sin haber visto”. La enseñanza dada a Tomás supone un beneficio para nosotros. De este modo nos hace comprender que la fe nos pone en una relación muy bella con él, más profunda que la visión material de su cuerpo resucitado. En efecto, nuestra relación con él debe ser una relación de fe. Y cuanto más pura sea la fe, tanto más profunda y perfecta nuestra relación con él.
LECTURAS
Primera lectura de los Hechos de los Apóstoles 4, 32-35
El grupo de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma: nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía, pues lo poseían todo en común.
Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor.
Y se los miraba a todos con mucho agrado. Entre ellos no había necesitados, pues los que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero de lo vendido y lo ponían a los pies de los apóstoles; luego se distribuía a cada uno según lo que necesitaba.
Salmo 117, 2-4.16ab-18.22-24 R: Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia
Segunda lectura de la primera carta del Apóstol San Juan 5, 1-6
Queridos hermanos:
Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y todo el que ama al que da el ser ama también al que ha nacido de él.
En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos.
Pues en esto consiste el amor de Dios: en que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados, pues todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo. Y lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe.
¿Quién es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?
Este es el que vino por el agua y la sangre: Jesucristo. No solo en el agua, sino en el agua y en la sangre; y el Espíritu es quien da testimonio, porque el Espíritu es la verdad.
Evangelio según San Juan 20, 19-31
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.
3. Hacia una Iglesia sinodal misionera
94. Una fuente particular de sufrimiento son todas aquellas situaciones en las que el acceso a la Eucaristía y a los demás sacramentos se ve obstaculizado o impedido por diversas causas. Son intensas las peticiones para que se busque una solución a estas formas de privación de los sacramentos. Se citan, por ejemplo, las comunidades que viven en zonas muy remotas, o el uso del cobro de tarifas por el acceso a las celebraciones, que discrimina a los más pobres. Muchas síntesis también dan voz al dolor que experimentan los divorciados vueltos a casar por no poder acceder a los sacramentos, así como los que han contraído un matrimonio polígamo. No hay unanimidad sobre cómo tratar estas situaciones: «se niega la posibilidad de recibir la Sagrada Comunión a los divorciados vueltos a casar, que expresan su dolor por esta exclusión. Algunos creen que la Iglesia debería ser más flexible, mientras que otros piensan que esta práctica debe mantenerse» (CE Malasia).
Celebrar con estilo sinodal
95. Al mismo tiempo, el proceso sinodal ha representado una oportunidad para experimentar de nuevo la diversidad de formas de oración y celebración, acrecentando el deseo de hacerla más accesible a la vida ordinaria de las comunidades. La síntesis francesa da voz a tres aspiraciones: «la primera [...] se refiere a la diversificación de las liturgias en beneficio de las celebraciones de la Palabra, es decir, momentos de oración que pongan en el centro la meditación de textos bíblicos. La segunda, menos frecuente, recuerda la importancia de las peregrinaciones y la piedad popular. La tercera desea una formación litúrgica renovada, para hacer frente a un problema denunciado por muchas síntesis, a saber, la incomprensibilidad del lenguaje que normalmente usa la Iglesia» (CE Francia). Algunas regiones plantean la cuestión de la reforma de la liturgia, incluso en las Iglesias orientales, donde está profundamente ligada a la identidad de la Iglesia: «En nuestra Iglesia, es oportuna una reforma litúrgica, para releer a la luz del Espíritu Santo la acción y la participación del Pueblo de Dios en la obra de Dios en nuestro tiempo» (Iglesia greco-melquita).
96. Muchas Iglesias subrayan también la importancia de hacer habituales los vínculos de la celebración auténtica y propia con las diversas formas de intercambio dialógico y de convivencia fraterna. «La convivialidad y la fraternidad siempre formaron parte de la experiencia [de las reuniones sinodales]. En todas las reuniones, desde la inicial hasta las posteriores consultas en las parroquias y estructuras pastorales, hubo salu-salo (compartir de la comida). Muchos destacaron cómo las reuniones [sinodales] influyeron positivamente en la celebración de las liturgias» (CE Filipinas).
97. La variedad de tradiciones rituales de la oración litúrgica, así como las formas simbólicas con las que se expresan las diferentes culturas, es considerada por todos como una riqueza. Un renovado amor por la espiritualidad y el compromiso de cuidar la belleza y el estilo sinodal de la celebración apoyan el resplandor de una Iglesia misionera: «todos los informes hablan de las celebraciones como espacios que pueden inspirar y ayudar a vivir la fe en nuestra vida personal, familiar, laboral, en el barrio y la misma comunidad» (CE Uruguay).
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