domingo, 30 de junio de 2024

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 1 DE JULIO DE 2024

 Mt 8,18-22: Sígueme

En aquel tiempo, viendo Jesús que lo rodeaba mucha gente, dio orden de atravesar a la otra orilla.

Se le acercó un letrado y le dijo:

-Maestro, te seguiré adonde vayas.

Jesús le respondió:

-Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza.

Otro que era discípulo, le dijo:

-Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre.

Jesús le replicó:

-Tú, sígueme. Deja que los muertos entierren a sus muertos.



Reflexión


Jesús le dice a esta persona: tú sígueme. El seguimiento a Jesús es lo más importante que haremos. No te distraigas, no pongas excusas para dejarlo para otro día.


El seguimiento de Jesús no es "a ratos en los tiempos libres", ni "por asignaturas poco a poco", sino que es un seguimiento total, radical, implica toda nuestra vida.

Es más, toda nuestra vida se puede resumir a esta premisa: lo seguimos o no lo seguimos. En todo lo que hacemos nos podemos plantear: ¿estoy siguiendo a Jesús o me estoy siguiendo a mi? 

miércoles, 26 de junio de 2024

HOJA PARROQUIAL. DOMINGO XIII DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO B

                                    



HOJA PARROQUIAL

29 y 30 de Junio de 2024

Domingo XIII del Tiempo Ordinario. Ciclo B


Parroquias de Ntra. Sra. de la Concepción,
de Ntra. Sra. del Carmen
y de San Joaquín y Santa Ana



Los textos son cogidos de la página de 











“Contigo hablo, niña, levántate


LECTURAS




Primera lectura del Libro de la Sabiduría 1, 13-15; 2, 23-24


Dios no hizo la muerte ni se complace destruyendo a los vivos.

Él todo lo creó para que subsistiera y las criaturas del mundo son saludables: no hay en ellas veneno de muerte, ni el abismo reina en la tierra.

Porque la justicia es inmortal.

Dios creó al hombre incorruptible y lo hizo a imagen de su propio ser; mas por envidia del diablo entró la muerte en el mundo, y la experimentan los de su bando.


Salmo 29, 2 y 4. 5-6. 11-12a y 13b R/. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.


Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.
Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa. R/.

Tañed para el Señor, fieles suyos,
dad gracias a su nombre santo;
su cólera dura un instante;
su bondad, de por vida;
al atardecer nos visita el llanto;
por la mañana, el júbilo. R/.

Escucha, Señor, y ten piedad de mí;
Señor, socórreme.
Cambiaste mi luto en danzas.
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre. R/.


Segunda lectura de la segunda carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 8, 7. 9. 13-15


Hermanos:

Lo mismo que sobresalís en todo - en fe, en la palabra, en conocimiento, en empeño y en el amor que os hemos comunicado -, sobresalid también en esta obra de caridad.

Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza.

Pues no se trata de aliviar a otros, pasando vosotros estrecheces; se trata de igualar. En este momento, vuestra abundancia remedia su carencia, para que la abundancia de ellos remedie vuestra carencia; así habrá igualdad.

Como está escrito:
«Al que recogía mucho no le sobraba; y al que recogía poco no le faltaba».


Evangelio según San Marcos 5, 21-43


En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al mar.

Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia:
«Mi niña está en las últimas; ven, impón las manos sobre ella, para que se cure y viva».

Se fue con él y lo seguía mucha gente.

Llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle:
«Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?».

Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga:
«No temas; basta que tengas fe».

No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encuentra el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos y después de entrar les dijo:
«¿Qué estrépito y qué lloros son éstos? La niña no está muerta, está dormida».

Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo:
«Talitha qumi» (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate»).

La niña se levantó inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y quedaron fuera de sí llenos de estupor.

Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.



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ver



Unas veces por situaciones que la vida nos presenta, otras veces cuando hemos llegado a una edad avanzada, en un momento u otro nos preguntamos: ‘¿Por qué tengo fe?’. Cuando las cosas nos van razonablemente bien, quizá encontremos alguna respuesta satisfactoria a esta pregunta; pero cuando las cosas van mal, o muy mal, o cuando vemos cerca el final, no es extraño que esas mismas razones ahora nos resulten insuficientes. No renegamos de nuestra fe, pero ésta no se apoya en nada ‘tangible’, experimentable. Sólo ‘tenemos fe’, sin pruebas.







juzgar



En el Evangelio hemos escuchado el milagro de la curación de la hija de “un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo”. Este hombre cree que Jesús puede curar a su hija; es una ‘fe’ que se apoya en lo que conoce de Jesús, sus palabras y obras, sus milagros… 

Pero al poco “llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?”. Pero Jesús “le dijo al jefe de la sinagoga: No temas; basta que tengas fe”. 

Jesús le está invitando a dar un salto: de una fe ‘con pruebas’, a la sola fe, sin nada que la apoye; una fe débil, pero que de algún modo se mantiene aun cuando los hechos parecen desmentirla, aunque los demás no la compartan (“Se reían de él”). Y por esa fe, Jesús obra el milagro: “Entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo: ‘Levántate’. La niña se levantó inmediatamente y echó a andar”. 

Este pasaje del Evangelio nos invita a hacernos la pregunta: ‘“¿Por qué tengo fe?’. El Catecismo Alemán dice al respecto: «Cuando en la vida diaria decimos: ‘Yo creo que…’, con estas palabras entendemos un saber vago, inseguro. De modo similar, muchos piensan que la fe cristiana es un ‘dar por verdaderos’ unos enunciados de la fe que no se pueden demostrar. Ésta es la razón de que a muchos les parezca la fe una actitud inmadura, infantil». 

Para encontrar una respuesta satisfactoria a la pregunta: ‘¿Por qué tengo fe?’, «debemos saber el fundamento en que se apoya esa fe. El punto de partida y fundamento de la fe cristiana no es una ilusión o proyección de nuestros deseos; no consiste tampoco en especulaciones, ni es confianza simplista en un final feliz». 

¿Por qué tengo fe? «Por Jesucristo. El fundamento de nuestra fe es Jesucristo, muerto y resucitado. La fe es la confianza, por Jesucristo, de que Dios es fiel en cualquier situación de la vida. La fe no es ‘yo creo que…’ sino ‘yo creo en…’ La fe es confiar en Dios, es un proyecto de vida que lo abarca todo y una actitud integral ante la existencia. Creer significa sentirse seguro en Dios, confiar en Él y basar la existencia en Él. 

La fe es la respuesta del ser humano a la revelación que Dios ha hecho de sí mismo, porque Dios previamente se nos ofrece en Jesucristo. La fe es encuentro, amistad con Dios, es un acto libre y responsable. 

Pero, con frecuencia, la realidad que vivimos habla un lenguaje completamente distinto al de la Palabra de Dios. Las contradicciones de la vida, el sufrimiento injusto y la muerte parecen un sarcasmo al mensaje del amor de Dios. 

De ahí que la respuesta de fe ha de darse a lo largo de toda la vida, y abarca todas las preguntas, esperanzas y desengaños. Ante estos interrogantes, el creyente tiene que robustecer y profundizar su fe. Constantemente tenemos que creer ‘contra el mundo’», como hizo Jairo. «Pero, para que la fe no sea ‘irracional’, Dios ha querido que los auxilios interiores del Espíritu Santo vayan acompañados de pruebas exteriores» (Catecismo Iglesia Católica 156). Para dar esa respuesta de fe que ha de producirse a lo largo de toda la vida, hemos de estar atentos a los signos de Dios, que manifiestan su presencia también cuando estamos rodeados de oscuridad.



actuar





¿Me he planteado por qué tengo fe? ¿Qué respuestas doy? ¿Me apoyo en ‘pruebas’? Si me encontrase en una situación muy dura, como la de Jairo, ¿cuál sería mi reacción? ¿Mantengo mi fe, aunque los demás se rían de mí? ¿Doy la respuesta de fe a lo largo de toda mi vida? ¿Sé descubrir los signos de la presencia de Dios, incluso en los peores momentos? ¿He vivido esta experiencia? 

‘¿Por qué tengo fe?’ es una de las preguntas básicas que debemos hacernos, por nosotros mismos y para poder dar razón de esa fe, aunque otros no la entiendan e incluso la rechacen. Y la mejor respuesta la daremos si nuestra vida, en las diversas etapas y circunstancias, está iluminada y orientada por esa fe que afirmamos tener, apoyados en el único Fundamento: Cristo. 

«La fe es un camino que hay que recorrer fundados en la esperanza. La fe es un riesgo, un cambio radical de los puntos de vista y modos de conducta habituales. Se trata de dar a la vida y a la muerte un sentido trascendente, y esto para los cristianos significa que únicamente en la fe podemos encontrar respuesta. La vida de Dios apareció definitivamente en Jesucristo. El mismo Jesús es la Resurrección y la Vida». Y Él es la respuesta, la razón por la que tenemos fe.







SECRETARÍA GENERAL DEL SÍNODO


¿Cómo ser una Iglesia sinodal en misión?


Cinco perspectivas para profundizar teológicamente con vistas a la Segunda Sesión


de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos


f) La promoción de un estilo celebrativo adecuado a una Iglesia sinodal, que permita vivir y testimoniar la participación común de todos, respetando y promoviendo la especificidad de las funciones, carismas y ministerios de cada uno.


V. El "lugar" de la Iglesia sinodal en la misión


El actual proceso sinodal muestra claramente cómo la referencia al principio de “interioridad recíproca” entre las Iglesias locales y la Iglesia universal favorece el ejercicio sinfónico de la sinodalidad, la colegialidad y la primacía a distintos niveles (local, regional, universal). El “lugar” en el que la Iglesia está llamada a vivir la comunión, la participación y la misión está constituido por muchos “lugares”. Esto no es sólo un hecho, sino que corresponde al modo en que “Dispuso Dios en su sabiduría revelarse [revelarse en persona] a Sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad” (Dei Verbum, n. 2). La relación con Jesucristo -mediador y plenitud de toda la revelación- es siempre contextual: “tiene lugar”. El “lugar”, en este sentido, es generador de la experiencia creyente. Es también un espacio hermenéutico en el que “va creciendo en la comprensión de las cosas y de las palabras transmitidas” (Dei Verbum, n. 8) y el anuncio de la verdad salvífica encuentra expresiones siempre nuevas: el “dónde” es constitutivo de la forma kerigmática.


Vivimos en una época en la que la relación de las personas y las comunidades con la dimensión del espacio está cambiando profundamente. La movilidad humana, la presencia en un mismo contexto de culturas y experiencias religiosas diferentes, la omnipresencia del entorno digital (la infosfera) pueden considerarse “signos de los tiempos” que es necesario discernir.


Los cambios que se están produciendo y la conciencia de la pluralidad de los rostros del Pueblo de Dios exigen una renovada atención a las relaciones entre las Iglesias locales que, en comunión entre sí y con el Obispo de Roma, constituyen la Iglesia de Dios, santa, católica y apostólica. En un mundo marcado por la violencia y la fragmentación, parece cada vez más urgente dar testimonio de la unidad de la humanidad, de su origen común y de su destino común, en una solidaridad coordinada y fraterna hacia la justicia social, la paz, la reconciliación y el cuidado de la casa común, superando así el potencial divisorio de algunas formas erróneas de entender la referencia a un lugar, a sus habitantes y a su cultura.


martes, 25 de junio de 2024

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL 26 DE JUNIO DE 2024

Mc 7, 15-20


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Cuidado con los profetas falsos; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. A ver, ¿acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Los árboles sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es decir, que por sus frutos los conoceréis”.



Reflexión


Seguimos con el sermón del monte con esas indicaciones para los discípulos. En este caso como siempre, pone el dedo en la llaga sobre la religiosidad verdadera o falsa.


Al fin y al cabo se puede resumir en algo bien fácil de entender: la coherencia o autenticidad.


Jesús sabe de la falsedad que muchas veces puede rodear la religión. Se puede enmascarar de un empeño de asegurar o proteger su buena imagen.


Se confunde el servicio, que debe ser la motivación para tener cargos de relieve, con el afán desmedido de poder, prestigio, ambición y reconocimiento. La forma para no dejarnos embaucar por los falsos profetas, o para no caer en su trampa es contemplar los frutos. San Ignacio de Loyola lo utiliza en el discernimiento de espíritus para reconocer si una moción es de Dios o del enemigo, según a donde me lleve…


Estamos rodeados de encantadores de serpientes, de vendedores de humo, también en la religión, y hay poca coherencia. Al final, cada uno tendrá que revisar que es lo que está haciendo, sirviendo, sembrando. Cada cual será juzgado por los frutos que haya producido en su vida: por el ambiente de bondad, de paz, de sosiego y felicidad que haya sembrado con su conducta.


No nos olvidemos que el “hecho religioso” se constituye de tres componentes fundamentales: 1) Los “ritos” religiosos. 2) Las “creencias” o los dogmas. 3) La “conducta” o forma de vida. No sólo del primero y segundo. El tercero es el que verifica lo anterior. 

miércoles, 19 de junio de 2024

HOJA PARROQUIAL. DOMINGO XII DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO B

                                   



HOJA PARROQUIAL

22 y 23 de Junio de 2024

Domingo XII del Tiempo Ordinario. Ciclo B


Parroquias de Ntra. Sra. de la Concepción,
de Ntra. Sra. del Carmen
y de San Joaquín y Santa Ana



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“¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y el mar le obedecen!


LECTURAS



Primera lectura del Libro de Job 38, 1. 8-11


El Señor habló a Job desde la tormenta:

«¿Quién cerró el mar con una puerta, cuando escapaba impetuoso de su seno, cuando le puse nubes por mantillas y nubes tormentosas por pañales, cuando le establecí un límite poniendo puertas y cerrojos, y le dije: “Hasta aquí llegarás y no pasarás; aquí se romperá la arrogancia de tus olas”?».


Salmo 106, 23-24. 25-26. 28-29. 30-31 R/. Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.


Entraron en naves por el mar,
comerciando por las aguas inmensas.
Contemplaron las obras de Dios,
sus maravillas en el océano. R/.

Él habló y levantó un viento tormentoso,
que alzaba las olas a lo alto;
subían al cielo, bajaban al abismo,
el estómago revuelto por el mareo. R/.

Pero gritaron al Señor en su angustia,
y los arrancó de la tribulación.
Apaciguó la tormenta en suave brisa,
y enmudecieron las olas del mar. R/.

Se alegraron de aquella bonanza,
y él los condujo al ansiado puerto.
Den gracias al Señor por su misericordia,
por las maravillas que hace con los hombres. R/.


Segunda lectura de la segunda carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 5, 14-17


Hermanos:

Nos apremia el amor de Cristo, al considerar que, si uno murió por todos, todos murieron.

Y Cristo murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos.

De modo que nosotros desde ahora no conocemos a nadie según la carne; si alguna vez conocimos a Cristo según la carne, ahora ya no lo conocemos así.

Por tanto, si alguno está en Cristo es una criatura nueva. Lo viejo ha pasado, ha comenzado lo nuevo.


Evangelio según San Marcos 4, 35-41


Aquel día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos:

«Vamos a la otra orilla».

Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó una fuerte tempestad y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba en la popa, dormido sobre su cabezal.

Lo despertaron, diciéndole:
«Maestro, ¿no te importa que perezcamos?».

Se puso en pie, increpó al viento y dijo al mar:
«¡Silencio, enmudece!».

El viento cesó y vino una gran calma.

Él les dijo:
«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?».

Se llenaron de miedo y se decían unos a otros:
«¿Pero quién es este? ¡Hasta el viento y el mar le obedecen!».



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El mar siempre ha atraído al ser humano, unas veces en sentido positivo por su belleza, grandiosidad, la vida que contiene… y otras veces en sentido negativo, por su fuerza destructora, por el misterio que encierra en sus profundidades. El mar es uno de los símbolos de los meses de verano, y algo muy relajante es estar sentado tranquilamente contemplándolo. El sonido de las olas, la brisa marina, nos ofrecen el marco adecuado para poder hacer algo necesario pero para lo que no solemos encontrar tiempo, que es reflexionar sobre nuestra vida. Porque nuestra vida a menudo también se compara con el mar, con sus períodos de calma y con las tempestades que la azotan.



juzgar



El mar está muy presente en la Biblia, desde el Génesis al Apocalipsis. Generalmente tiene un sentido peligroso y amenazador, en donde viven criaturas monstruosas (como el Leviatán) o los poderes malignos que se oponen a Cristo, como en el Apocalipsis. Pero también es un lugar donde se manifiesta el poder de Dios, como en el paso del Mar Rojo, porque Dios es superior a esas fuerzas malignas. Así lo hemos escuchado en la 1ª lectura: “¿Quién cerró el mar con una puerta… aquí se romperá la arrogancia de tus olas?”.

Y en los Evangelios encontramos el mar de Galilea, o de Tiberíades, donde Jesús llamó a sus primeros discípulos a seguirle, y donde enseñó, y realizó milagros y curaciones.

Allí se desarrolla el pasaje que hemos escuchado en el Evangelio. “Jesús se puso a enseñar otra vez junto al mar. Acudió un gentío tan enorme, que tuvo que subirse a una barca y, ya en el mar, se sentó; y el gentío se quedó en tierra junto al mar”. Y, poco después, Jesús realiza el signo de la tempestad calmada.

Teniendo presente toda la escena, hoy podemos imaginarnos que estamos sentados junto al mar, con Jesús, como aquella multitud, para contemplar nuestra vida guiada por la fe.

Y lo primero es pensar si tengo verdadero interés en dejarme enseñar por Jesús, si acudo allí donde sé que voy a poder conocerlo mejor (Equipos de Vida, charlas, cursos…), aunque me cueste.

“Jesús dijo a sus discípulos: ‘Vamos a la otra orilla’”. ¿Mi vida de fe está ‘amarrada’, me quedo en ‘puerto seguro’, o estoy dispuesto a ‘ir a la otra orilla’, a participar en celebraciones, encuentros o actividades que se desarrollen más allá de los límites de mi parroquia, asociación o movimiento?

“Se levantó una fuerte tempestad”: ¿Qué ‘tempestades’, problemas, situaciones difíciles… he vivido? ¿Estoy atravesando alguna ‘tempestad’ en este momento? ¿Cómo la estoy afrontando?

“Él estaba en la popa…”: La popa es la parte posterior de una embarcación. ¿Qué lugar ocupa Jesús en mi vida? ¿Lo he relegado a ‘mi popa’, hay otros intereses, ocupaciones… por delante de Él?

“…dormido”: ¿Mi fe se ha ‘dormido’, se ha vuelto rutinaria? ¿Jesús está ‘dormido’ en mí? ¿Tengo con Él una relación viva, dialogo con Él en la oración, presto atención a su Palabra, participo de forma consciente y activa en la Eucaristía porque es mi encuentro vivo con Él?

“¿No te importa que perezcamos?”: ¿En qué ocasiones difíciles, propias o ajenas, he preguntado esto mismo a Jesús? ¿He experimentado alejamiento o indiferencia de Dios hacia mí?

“¿Por qué tenéis miedo?”: ¿A qué tengo miedo? ¿Hay algo que me haga dudar de la fe en Él?

“¿Aún no tenéis fe?”: La fe es nuestra respuesta al don que Dios hace de sí mismo. ¿Puedo afirmar que ‘tengo fe’, me fío del Señor, aun en medio de las ‘tormentas’ o cuando parece ‘dormido’? ¿Estoy esperando signos o pruebas… de que Jesús actúa en mi vida para, entonces, creer en Él?



actuar





Por eso, hoy también debemos preguntarnos, como los discípulos: “¿Pero quién es éste?” ¿Quién es Jesús para mí, qué experiencia personal tengo de Él? ¿Sé explicar a otros quién es Él? 

Es muy comprensible que experimentemos preocupación e incluso miedo ante las ‘tempestades’ que sufrimos en nuestra vida. Por eso, del mismo modo que necesitamos tiempos de descanso para aliviar tensiones, también necesitamos tiempo para reflexionar sobre nuestra vida de fe. 

Aprovechemos que en verano, generalmente, el ritmo cotidiano se vuelve más relajado para ‘contemplar el mar’ de nuestra vida junto a Jesús, y así poder ser conscientes de su presencia salvadora también en medio de las tempestades de la vida.






SECRETARÍA GENERAL DEL SÍNODO


¿Cómo ser una Iglesia sinodal en misión?


Cinco perspectivas para profundizar teológicamente con vistas a la Segunda Sesión


de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos


V. El método sinodal


El Grupo de Trabajo, que asumirá la perspectiva transversal del método sinodal, explorará puntos como:


a) la fecunda relación entre el arraigo litúrgico y sacramental de la vida sinodal de la Iglesia (escucha de la Palabra y celebración de la Eucaristía) y la práctica del discernimiento eclesial;


b) una mejor clarificación de la configuración de la conversación en el Espíritu” teniendo en cuenta la pluralidad de declinaciones que conoce a partir de la experiencia de múltiples espiritualidades eclesiales y de diferentes contextos culturales (cf. IdS 2i-j);


c) la invitación formulada por la Primera Sesión de la Asamblea Sinodal, por una parte, a “aclarar en qué modo la conversación en el Espíritu puede integrar las aportaciones del pensamiento teológico y de las ciencias humanas y sociales” (IdS 2h), y por otra, a que “los expertos en los diferentes campos del saber a madurar una sabiduría espiritual que haga de su competencia especializada un verdadero servicio eclesial” (IdS 15i) mediante la escucha mutua, el diálogo y la participación en el discernimiento comunitario;


d) la focalización de los criterios de discernimiento teológico y disciplinar, clarificando la relación circular, en obediencia a la Revelación y a la escucha de los signos de los tiempos, entre el sensus fidei de todo el Pueblo de Dios y el Magisterio de los Pastores, en la perspectiva del “cambio de época” que estamos viviendo;


e) la articulación entre elaboración de decisiones (decision making) y toma de decisiones (decision taking) en la perspectiva eclesiológica de la relación entre la participación de todos y el ejercicio específico de la autoridad por parte de algunos, identificando y especificando las esferas de competencia (doctrinal, pastoral, cultural) de los distintos sujetos eclesiales y de los distintos organismos y eventos en los que se expresa la práctica de la sinodalidad;