HOJA PARROQUIAL
6 y 7 de Julio de 2024
Domingo XIV del Tiempo Ordinario. Ciclo B
“¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada”
LECTURAS
Primera lectura del Profeta Ezequiel 2, 2-5
Salmo 122, 1-2a. 2bcd. 3-4 R. Nuestros ojos están en el Señor, esperando su misericordia
Segunda lectura de la segunda carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 12, 7-10
Evangelio según San Marcos 6, 1-6
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La semana pasada decíamos que, unas veces por situaciones que la vida nos presenta y otras veces cuando hemos llegado a una edad avanzada, en un momento u otro nos preguntamos: ‘¿Por qué tengo fe?’. Y que ésta es una de las preguntas básicas que debemos hacernos, por nosotros mismos y para poder dar razón de esa fe, aunque otros no la entiendan e incluso la rechacen, porque todos conocemos a muchas personas que no tienen fe y esto no les genera ningún problema. Por eso, también es necesario preguntarnos: ‘¿Por qué no tienen fe?’.
juzgar
En el Evangelio hemos visto que Jesús también se encontró con esta situación: “Se dirigió a su ciudad, empezó a enseñar en la sinagoga... pero se escandalizaban a cuenta de él”. Tienen delante a Jesús en persona, escuchan sus palabras, conocen sus milagros… pero no tienen fe. Por eso, Jesús “no pudo hacer allí ningún milagro. Y se admiraba de su falta de fe”. El propio Jesús se pregunta: ‘¿Por qué no tienen fe?’
Ante esta realidad debemos tener presente lo que ya se dijo en la constitución “Gaudium et spes”, del Concilio Vaticano II, que estamos recordando de cara al Jubileo de 2025: «Desde su mismo nacimiento, el ser humano es invitado al diálogo con Dios. Muchos son, sin embargo, los que hoy día se desentienden del todo de esta íntima y vital unión con Dios o la niegan en forma explícita. Otros ni siquiera se plantean la cuestión de la existencia de Dios, porque, al parecer, no sienten inquietud religiosa alguna y no perciben el motivo de preocuparse por el hecho religioso» (19).
Al preguntarnos: ‘¿Por qué no tienen fe?’, tampoco podemos olvidar, como indica el Catecismo Alemán que, «con frecuencia, la realidad que vivimos habla un lenguaje completamente distinto al de la Palabra de Dios. Las contradicciones de la vida, el sufrimiento injusto y la muerte parecen un sarcasmo al mensaje del amor de Dios».
En el Foro de Profesionales Cristianos de Madrid (8 de febrero de 2010), se abordó este tema, y puede servirnos para profundizar en la pregunta: ‘¿Por qué no tienen fe?’: «Hay personas que no viven superficialmente, que tienen un proyecto vital, pero que no son creyentes: viven sin Dios. Y los creyentes nos preguntamos: ¿Cómo puede ser que, siendo Dios el principio de todo lo que existe, haya tantas personas que no creen en Él?
Los creyentes tenemos una explicación: Dios ha querido crearnos de tal forma que podamos ser no creyentes. Dios no nos crea y nos deja sin capacidad de reaccionar. Somos a su imagen y semejanza. Nuestra inteligencia y nuestra voluntad reflejan el ser espiritual de Dios, lo que significa que tenemos que responderle con la misma libertad con la que Él nos ha dotado, por lo que podemos rechazar lo que nos he hecho ser.
Toda persona está dotada de una dimensión de trascendencia, pero esa dimensión se puede ejercitar de muchas maneras y puede no ejercitarse religiosamente; por eso es posible que haya personas que desarrollen esa dimensión sin ejercitar ninguna religión o desconociendo a la Iglesia».
Debemos tener presente lo que indica el Catecismo de la Iglesia Católica (154-160): «Sólo es posible creer por la gracia y los auxilios interiores del Espíritu Santo. Pero no es menos cierto que creer es un acto auténticamente humano. En la fe, la inteligencia y la voluntad humanas cooperan con la gracia divina. El motivo de creer no radica en el hecho de que las verdades reveladas aparezcan como verdaderas e inteligibles a la luz de nuestra razón. El ser humano, al creer, debe responder voluntariamente a Dios; nadie debe estar obligado contra su voluntad a abrazar la fe. Dios llama a los seres humanos a servirle en espíritu y verdad. Por ello quedan vinculados por su conciencia, pero no coaccionados».
Por eso, ante la pregunta: ‘¿Por qué no tienen fe?’ el Concilio ya indicaba un camino a seguir: «la exposición adecuada de la doctrina y en la integridad de vida de la Iglesia y de sus miembros» (GS 19), porque «la unidad de vida de los cristianos es en muchas ocasiones la tarjeta de visita de la fe cristiana, la primera impresión que las personas reciben de lo que es la fe, de lo que la fe consigue en las personas. Si nuestra vida no es coherente con lo que anunciamos, nuestro mensaje suena a hueco» (ACG – “Llamados y enviados a evangelizar).
actuar
La pregunta: ‘¿Por qué no tienen fe?’, a menudo, no va a tener una respuesta concreta. A nosotros nos corresponde dar razón de nuestra esperanza y proponer la fe, pero «no somos los responsables de que cada persona acoja a Jesucristo. Nuestra responsabilidad radica en difundir el Evangelio con alegría, creatividad y de forma comprensible» (ACG – “Llamados y enviados a evangelizar), “te hagan caso o no te hagan caso” (1ª lectura).
Por eso, siguiendo el ejemplo de Jesús, también debemos asumir que hay personas, grupos, colectivos… que van a rechazar esta propuesta. Y nos ‘admirará’ que no tengan fe pero, siguiendo el ejemplo de Jesús, no debemos ser insistentes ni, mucho menos, juzgarlos y condenarlos, porque «Cristo invitó a la fe y a la conversión, pero Él no forzó a nadie jamás. Dio testimonio de la verdad, pero no quiso imponerla por la fuerza a los que le contradecían». (Catecismo Iglesia Católica 160)
SECRETARÍA GENERAL DEL SÍNODO
¿Cómo ser una Iglesia sinodal en misión?
Cinco perspectivas para profundizar teológicamente con vistas a la Segunda Sesión
de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos
a) el desarrollo de una eclesiología atenta a la dimensión cultural del Pueblo de Dios (en referencia a lo que dice el Papa Francisco en Evangelii gaudium, n. 115: “La gracia supone la cultura, y el don de Dios se encarna en la cultura de quien lo recibe”). De hecho, parece necesario traducir también a nivel institucional el dinamismo recíproco entre evangelización de la cultura e inculturación de la fe, dando espacio a las hermenéuticas locales, sin que “lo local” se convierta en motivo de división y sin que “lo universal” se convierta en una forma de hegemonía;
b) la referencia al “lugar” en la dinámica del anuncio, en relación con el principio de que “esta adaptación de la predicación de la palabra revelada debe mantenerse como ley de toda la evangelización. Porque así en todos los pueblos se hace posible expresar el mensaje cristiano de modo apropiado a cada uno de ellos y al mismo tiempo se fomenta un vivo intercambio entre la Iglesia y las diversas culturas” (Gaudium et spes, n. 44);
c) la referencia a la particularidad del “lugar” y a las necesidades de la comunión eclesial (en los distintos niveles) a la hora de abordar las grandes cuestiones morales y pastorales;
d) el impacto de los fenómenos migratorios que representan “una realidad que remodela a las Iglesias locales como comunidades interculturales. Con frecuencia, migrantes y refugiados, muchos de los cuales llevan las heridas de la erradicación, de la guerra y de la violencia, se convierten en una fuente de renovación y de enriquecimiento de las comunidades que los acogen, y en una oportunidad para establecer lazos directos con Iglesias geográficamente lejanas” (IdS 5d);
e) el impacto de la cultura del entorno digital y de las nuevas tecnologías en la noción de “local”. Por ejemplo, todas las relaciones e iniciativas, incluidas las eclesiales, que tienen lugar en línea “tienen un alcance y un radio de acción que se extiende más allá de los tradicionales confines territoriales” (IdS 17h);
f) las cuestiones canónicas y pastorales abiertas por la constante emigración de fieles del Oriente católico a territorios de mayoría latina, para lo cual “se necesita que las Iglesias locales de rito latino, en nombre de la sinodalidad, ayuden a los fieles orientales migrantes a perseverar en su identidad y a cultivar su patrimonio específico, sin someterlos a procesos de asimilación” (IdS 6c).
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