HOJA PARROQUIAL
4 y 5 de Enero de 2025
Domingo II de Navidad. Ciclo C
“La Palabra se hizo carne y habito entre nosotros”
LECTURAS
Primera lectura del libro del Eclesiástico 24, 1-2. 8-12
La sabiduría hace su propia alabanza, encuentra su honor en Dios y se gloría en medio de su pueblo.
En la asamblea del Altísimo abre su boca y se gloría ante el Poderoso.
«El Creador del universo me dio una orden, el que me había creado estableció mi morada y me dijo: “Pon tu tienda en Jacob, y fija tu heredad en Israel”.
Desde el principio, antes de los siglos, me creó, y nunca más dejaré de existir.
Ejercí mi ministerio en la Tienda santa delante de él, y así me establecí en Sión.
En la ciudad amada encontré descanso, y en Jerusalén reside mi poder.
Arraigué en un pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su heredad».
Salmo 147, 12-13. 14-15. 19-20 R/. El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros
Segunda lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 1, 3-6. 15-18
Bendito sea el Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos.
Él nos eligió en Cristo, antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos e intachables ante él por el amor.
Él nos ha destinado por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, a ser sus hijos, para alabanza de la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en el Amado.
Por eso, habiendo oído hablar de vuestra fe en Cristo y de vuestro amor a todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, recordándoos en mis oraciones, a fin de que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, e ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos.
Evangelio según san Juan 1, 1-18
En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios.
Él estaba en el principio junto a Dios.
Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho.
En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió.
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz.
El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo.
En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció.
Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron.
Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre.
Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios.
Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia.
Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos ha llegado por medio de Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.
Los textos son cogidos de la página de
ver
Como dijimos en la Nochebuena, para la mayoría de personas la Navidad significa poco o nada, y menos aún en este tramo final. El día de Navidad ya ha pasado, también los festejos de la Nochevieja, y toda la atención está puesta en el día de Reyes, pero no por lo que significa la fiesta de la Epifanía, sino por los regalos o en las próximas rebajas. Sin embargo, nosotros debemos tener claro que seguimos en tiempo de Navidad, y este domingo nos ofrece la oportunidad de profundizar en el Misterio que estamos celebrando.
juzgar
Hemos escuchado el prólogo del Evangelio según san Juan, que es un himno en el que están presentes los temas que luego se irán desarrollando a lo largo del Evangelio, y que podemos resumir en la afirmación: “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria”. Es lo que estamos celebrando en Navidad: Jesús es el rostro visible de Dios, es el Dios-con-nosotros, que se ha hecho uno de nosotros para darnos su misma vida, que vence incluso a la muerte.
Como indica el tema 1 del Itinerario de Formación Cristiana para Adultos (IFCA) “Ser cristianos en el corazón del mundo”, «el hecho que está en la base del cristianismo es que Dios se revela, nos muestra quién es. El cristianismo, más que una búsqueda de Dios, consiste en que Dios es quien nos busca amorosamente. Ese misterio de Dios se nos muestra como gracia, don, amor y si hace falta perdón. El Misterio es Vida, plenitud de vida, vida eterna».
Pero hemos escuchado: “En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió…” Este Dios-con-nosotros que nos trae su misma vida no se impone, sino que se propone; por tanto podemos acogerlo o rechazarlo. Por eso, nosotros debemos seguir celebrando la Navidad para ‘recibirla’, sin despistarnos ni dejarnos arrastrar por el ambiente que nos rodea, para que no caigamos en lo que decía san Juan: “Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron”.
Recibir a alguien es admitirlo en nuestra compañía, acogerlo en nuestra casa, integrarlo en nuestra vida; pero ‘recibir’ al Verbo encarnado es algo que va mucho más allá, porque también decía san Juan: “A cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre”. La grandeza de la Navidad es que el Hijo de Dios, la Palabra o Verbo de Dios, por amor “se hizo carne” para que nosotros, si lo recibimos, podamos ser hijos de Dios y vivir ya desde ahora como tales, como decía san Pablo en la 2ª lectura: “Él nos ha destinado por medio de Jesucristo, a ser sus hijos”.
La Navidad también es celebrar que, por Jesucristo, el Verbo de Dios hecho carne, «somos familia de Dios, Él nos asume como hijos. Cada una de sus criaturas humanas está llamada a pertenecer a la gran familia de los hijos de Dios. En el origen y destino de cada ser humano está el deseo de Dios de hacerle partícipe de su vida y amor. Todo ser humano de cualquier sexo, raza o condición es destinatario del don de Dios» (IFCA).
En este domingo segundo después de Navidad se nos recuerda que Dios nos ofrece «la plenitud para el ser humano que tiene un centro Jesucristo, el Verbo encarnado. Él es cabeza de la creación, de la historia y de la salvación. Él es el que nos desvela el misterio de nuestra propia vida y la grandeza de nuestra vocación humana».
actuar
Seguimos en Navidad, seguimos celebrando el Misterio del Dios-con-nosotros y su amor, «un Dios que no sólo nos da dones sino que se nos da en sus dones, de tal manera que entramos a participar de la naturaleza del mismo Dios», como verdaderos hijos suyos. Preguntémonos: ¿Vamos a seguir viviendo la Navidad, o la ‘guardaremos’ hasta el año que viene, como hacemos con los adornos y las figuritas del Belén? ¿Cuál va a ser nuestra respuesta personal ante este don que Dios ha hecho de Sí mismo en su Hijo hecho carne: lo vamos a recibir en nuestra vida, con todo lo que eso significa, o no?
Esta noche ‘vienen los Reyes Magos’, y mañana celebraremos la fiesta de la Epifanía del Señor. Muchos, mayores y pequeños han escrito su carta a los Reyes pidiendo diferentes regalos que esperan recibir. Pero el mejor regalo que podemos pedir ya lo escribió san Pablo en la carta a los Efesios y lo hemos escuchado en la 2ª lectura. Para recibir el mayor Regalo, que es el Verbo hecho carne, pedimos para todos “que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, e ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos”.
SECRETARÍA GENERAL DEL SÍNODO
INSTRUMENTUM LABORIS
XVI ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS
PARA LA SEGUNDA SESIÓN
(OCTUBRE DE 2024)
Transparencia, rendición de cuentas, evaluación
73. Una Iglesia sinodal necesita una cultura y una práctica de la transparencia y la rendición de cuentas (accountability, término inglés utilizado también en otras lenguas), indispensables para promover la confianza mutua necesaria para caminar juntos y ejercer la corresponsabilidad en la misión común. En la Iglesia, el ejercicio de la rendición de cuentas no responde en primer lugar a exigencias de carácter social y organizativo. Su fundamento se encuentra más bien en la naturaleza de la Iglesia como misterio de comunión.
74. En el Nuevo Testamento podemos encontrar prácticas de rendición de cuentas en la vida de la Iglesia primitiva, significativamente relacionadas precisamente con la custodia de la comunión. Un ejemplo es el cap. 11 de los Hechos de los Apóstoles: cuando Pedro regresa a Jerusalén tras haber bautizado a Cornelio, un pagano, «los de la circuncisión le dijeron en son de reproche: “Has entrado en casa de incircuncisos y has comido con ellos”» (Hch 11, 2-3). Pedro responde con un relato que da cuenta de las razones de sus acciones. Dar cuenta del propio ministerio a la comunidad pertenece a la tradición más antigua, que se remonta a la Iglesia apostólica. La teología cristiana del servicio (stewardship) ofrece un marco en el que comprender el ejercicio de la autoridad y situar la reflexión sobre la transparencia y la rendición de cuentas.
75. En nuestra época, la exigencia de transparencia y rendición de cuentas en la Iglesia y por parte de la Iglesia, se ha impuesto a raíz de la pérdida de credibilidad debida a los escándalos financieros y, sobre todo, a los abusos sexuales y de otro tipo a menores y personas vulnerables. La falta de transparencia y de rendición de cuentas alimenta el clericalismo, que se basa en el supuesto implícito de que los ministros ordenados no tienen que rendir cuentas a nadie por el ejercicio de la autoridad que se les ha conferido.
76. Si la Iglesia sinodal quiere ser acogedora, la rendición de cuentas y la transparencia deben estar en el centro de su acción a todos los niveles y no sólo a nivel de autoridad. Sin embargo, quienes ocupan puestos de autoridad tienen una mayor responsabilidad a este respecto. La transparencia y la rendición de cuentas no se limitan al ámbito de los abusos sexuales y financieros. También deben referirse a los planes pastorales, a los métodos de evangelización y a las modalidades con que la Iglesia respeta la dignidad de la persona humana, por ejemplo, en lo que respecta a las condiciones de trabajo en sus instituciones.
77. Si bien la práctica de la rendición de cuentas a los superiores se ha conservado a lo largo de los siglos, debe recuperarse la dimensión de la rendición de cuentas de la autoridad ante la comunidad. La transparencia debe ser una característica del ejercicio de la autoridad en la Iglesia. Hoy en día, parecen necesarias estructuras y formas de evaluar periódicamente el modo en que se ejercen las responsabilidades ministeriales de todo tipo. La evaluación, entendida en un sentido no moralista, permite a los ministros realizar los ajustes oportunos y favorece su crecimiento y su capacidad de prestar un mejor servicio.
78. Además de observar lo ya previsto en las normas canónicas en materia de criterios y mecanismos de control, corresponde a las Iglesias locales y especialmente a sus agrupaciones (Conferencias Episcopales y Estructuras Jerárquicas Orientales) construir formas y procedimientos eficaces de transparencia y rendición de cuentas, adecuados a la variedad de contextos, partiendo del marco normativo civil, de las expectativas de la sociedad y de la disponibilidad real de competencias en la materia. Sin embargo, incluso allí donde los recursos sean escasos, la Iglesia trabajará por una evolución de su trabajo y de su mentalidad común en la dirección de la transparencia y de una cultura de rendición de cuentas
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