jueves, 26 de diciembre de 2024

HOJA PARROQUIAL. DOMINGO I DE NAVIDAD. SAGRADA FAMILIA. CICLO C

   

                                           
            

HOJA PARROQUIAL

21 y 22 de Diciembre de 2024

Domingo IV de Adviento. Ciclo C


Parroquias de Ntra. Sra. de la Concepción,
de Ntra. Sra. del Carmen
y de San Joaquín y Santa Ana














ENLACE DEL DIBUJO DE FANO


“Jesús iba creciendo en sabiduría


LECTURAS



Primera lectura del Libro del Eclesiástico 3, 2-6. 12-14


El Señor honra más al padre que a los hijos y afirma el derecho de la madre sobre ellos.

Quien honra a su padre expía sus pecados, y quien respeta a su madre es como quien acumula tesoros.

Quien honra a su padre se alegrará de sus hijos y cuando rece, será escuchado.

Quien respeta a su padre tendrá larga vida, y quien honra a su madre obedece al Señor.

Hijo, cuida de tu padre en su vejez y durante su vida no le causes tristeza.

Aunque pierda el juicio, sé indulgente con él y no lo desprecies aun estando tú en pleno vigor.

Porque la compasión hacia el padre no será olvidada y te servirá para reparar tus pecados.


Salmo 127, 1-2. 3. 4-5 R/. Dichosos los que temen al Señor y siguen sus caminos


Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien. R/.

Tu mujer, como parra fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa. R/.

Ésta es la bendición del hombre
que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida. R/.


Segunda lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Colosenses 3, 12-21


Hermanos:

Como elegidos de Dios, santos y amados, revestíos de compasión entrañable, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia.

Sobrellevaos mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga quejas contra otro.

El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo.

Y por encima de todo esto, el amor, que es el vínculo de la unidad perfecta.

Que la paz de Cristo reine en vuestro corazón: a ella habéis sido convocados en un solo cuerpo.

Sed también agradecidos. La Palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; exhortaos mutuamente.

Cantad a Dios, dando gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados.

Y todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre del Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.

Mujeres, sed sumisas a vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas. Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, que eso agrada al Señor.

Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan el ánimos.


Evangelio según San Lucas 2, 41-52


Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por la fiesta de la Pascua.

Cuando cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres.

Estos, creyendo que estaba en la caravana, anduvieron el camino de un día y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén buscándolo.

Y sucedió que, a los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba.

Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre:
«Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados».

Él les contestó:
«¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?».

Pero ellos no comprendieron lo que les dijo.

Él bajó con ellos y fue a Nazaret y estaba sujeto a ellos.

Su madre conservaba todo esto en su corazón.

Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.


Los textos son cogidos de la página de 







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Del 7 al 9 de febrero de 2025 se celebrará en Madrid un Congreso de Vocaciones, con el lema: “¿Para quién soy?” El objetivo de este Congreso es mostrar la Iglesia como una ‘asamblea de llamados para la misión’, para impulsar la vida como vocación, como respuesta a la llamada que el Señor nos hace a cada uno. Y, para esto, hace falta iniciar procesos que ayuden a entender y vivir la vida como vocación, como respuesta al Plan que el Señor tiene para cada uno de nosotros.  






juzgar




No hay que entender la vocación como restringida al ministerio sacerdotal o a la especial consagración en órdenes religiosas o institutos seculares, «porque la vida que Jesús nos regala es una historia de amor, una historia de vida que quiere mezclarse con la nuestra y echar raíces en la tierra de cada uno, que se entreteje con nuestras historias; que vive y quiere nacer entre nosotros para que demos fruto allí donde estemos, como estemos y con quien estemos. Allí viene el Señor a plantar y a plantarse». (Christus vivit 252) Por tanto, hemos de incluir también la vocación laical, en sus múltiples formas, como respuesta a la llamada de Dios. 


Y como «para cumplir la propia vocación es necesario desarrollarse, hacer brotar y crecer todo lo que uno es» (ChV 257), la familia cristiana es un elemento fundamental para ayudar a descubrir y vivir la propia vocación. Y, para ello, la familia cristiana no debe estar cerrada en sí misma, sino abierta a los demás y a Dios. 


Hoy celebramos la fiesta de la Sagrada Familia. Y la Palabra de Dios nos ha mostrado algunos elementos para que la familia cristiana pueda ser ese ámbito de discernimiento de la vocación y de apertura a Dios. El punto de partida lo encontramos en la 2ª lectura: “Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!”. En la familia cristiana se vive la conciencia de que todos sus miembros son hijos de Dios y, por tanto, la vida de la familia, en todas sus dimensiones, se desarrolla en referencia y apertura a Él, y desde esa centralidad de Dios se entiende lo demás. 


Así, en la 1ª lectura hemos escuchado que Ana, que había rogado a Dios que le concediera un hijo, no vive su maternidad en un sentido posesivo sino como un don de Dios, y por eso cede a su hijo con generosidad al Señor, para su servicio: “…lo llevaré, lo ofreceré al Señor y se quedará allí para siempre”. 


Y en el Evangelio hemos escuchado otro ejemplo de esa apertura a Dios y esa generosidad que debe tener la familia cristiana. Como nos recuerda el Papa Francisco en “Amoris laetitia” 182, José, María y Jesús eran «una familia sencilla, cercana a todos, integrada con normalidad en el pueblo. Jesús tampoco creció en una relación cerrada y absorbente con María y con José, sino que se movía gustosamente en la familia ampliada, que incluía a los parientes y amigos. Eso explica que, cuando volvían de Jerusalén, sus padres aceptaban que el niño de doce años se perdiera en la caravana un día entero, escuchando las narraciones y compartiendo las preocupaciones de todos: “Creyendo que estaba en la caravana, anduvieron el camino de un día”». 


La reacción de José y María es muy lógica: “Al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén buscándolo”. Pero ante la pregunta de María: “Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados”, Jesús responde: “¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?” Este pasaje «nos recuerda que los hijos no son una propiedad de la familia, sino que tienen por delante su propio camino de vida, que la elección de vida del hijo y su misma vocación cristiana pueden exigir una separación para cumplir con su propia entrega al Reino de Dios» (AL 18). 


Y es cierto que “ellos no comprendieron lo que les dijo”. Ayudar a descubrir la vocación y aceptarla no es fácil ni se logra en poco tiempo; de ahí la necesidad de la centralidad de Dios en la familia cristiana y, como María, conservar “todo esto en su corazón, permaneciendo abiertos a lo que Dios vaya mostrando mientras los hijos, como Jesús, vayan “creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia”.




actuar




La familia cristiana está llamada a ser un elemento clave para entender y vivir la vida como vocación porque «bajo el impulso del Espíritu, el núcleo familiar no sólo acoge la vida generándola en su propio seno, sino que se abre, sale de sí para derramar su bien en otros, para cuidarlos y buscar su felicidad». (AL 324) Para ello, ha de ayudar a plantearse a sus miembros la pregunta del lema del Congreso de Vocaciones: “¿Para quién soy yo?” «Eres para Dios, sin duda. Pero Él quiso que seas también para los demás, y puso en ti muchas cualidades, inclinaciones, dones y carismas que no son para ti, sino para otros». (ChV 286) Para que esto sea realidad, es necesario que los padres estén dispuestos a ‘perder al niño’, para que éste pueda descubrir a qué le llama Dios, su propia vocación, y pueda responderle animado y acompañado por su familia. 








SECRETARÍA GENERAL DEL SÍNODO

INSTRUMENTUM LABORIS

XVI ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS

PARA LA SEGUNDA SESIÓN

(OCTUBRE DE 2024)



68. Para favorecer su aplicación, parece oportuno reflexionar sobre la articulación de los procesos de toma de decisiones. Éste suele incluir una fase de elaboración o instrucción (decision-making, según la terminología inglesa utilizada también en otros idiomas), «mediante un trabajo común de discernimiento, consulta y cooperación» (CTI, n. 69), que informa y apoya la posterior toma de decisiones (decision-taking), que corresponde a la autoridad competente (por ejemplo, en una diócesis o eparquía, al obispo). No hay competencia ni contraste entre las dos fases, sino que, por su articulación, contribuyen a que las decisiones tomadas sean lo más conformes posible con la voluntad de Dios: «La elaboración es una competencia sinodal, la decisión es una responsabilidad ministerial» (ibíd.).


69. En muchos casos, la legislación vigente ya prescribe que, antes de tomar una decisión, la autoridad está obligada a realizar una consulta. Esta consulta eclesial no puede dejar de hacerse y va mucho más allá de la escucha, ya que compromete a la autoridad a no proceder como si no hubiera tenido lugar. La autoridad sigue siendo libre desde el punto de vista jurídico, ya que el dictamen consultivo no es vinculante, pero, si está de acuerdo, no se apartará de él sin una razón convincente (sine praevalenti ratione; CIC, c. 127, § 2, 2°). Si lo hiciera, se aislaría del grupo de los consultados, constituyendo una lesión al vínculo que los une. En la Iglesia, el ejercicio de la autoridad no consiste en la imposición de una voluntad arbitraria, sino que, como ministerio al servicio de la unidad del Pueblo de Dios, constituye una fuerza moderadora de la búsqueda común de lo que el Espíritu requiere.


70. En una Iglesia sinodal, la competencia decisoria del obispo, del Colegio Episcopal y del Romano Pontífice es inalienable, ya que está arraigada en la estructura jerárquica de la Iglesia establecida por Cristo. Sin embargo, no es incondicional: no se puede ignorar una directriz que surja en el proceso consultivo como resultado de un discernimiento correcto, especialmente si lo llevan a cabo los organismos de participación de la Iglesia local. El objetivo del discernimiento eclesial sinodal no es hacer que los obispos obedezcan a la voz del Pueblo, subordinando los primeros al segundo, ni ofrecer a los obispos un expediente para hacer aceptables decisiones ya tomadas, sino conducir a una decisión compartida en obediencia al Espíritu Santo. Una oposición entre consulta y deliberación es, por tanto, inadecuada: en la Iglesia la deliberación tiene lugar con la ayuda de todos, nunca sin que la autoridad pastoral decida en virtud de su cargo. Por esta razón, la fórmula recurrente en el CIC, que habla de un “voto sólo consultivo” (tantum consultivum), disminuye el valor de la consulta y debe corregirse.


71. Corresponde a las Iglesias locales aplicar cada vez más todas las posibilidades de dar vida a procesos de decisión auténticamente sinodales, adecuados a las especificidades de los diferentes contextos. Se trata de una tarea de gran importancia y urgencia, ya que de ella depende en gran medida el éxito de la realización de la fase de implementación del Sínodo. Sin cambios concretos, la visión de una Iglesia sinodal no será creíble y esto alejará a los miembros del Pueblo de Dios que han sacado fuerza y esperanza del camino sinodal. Esto se aplica aún más especialmente a la participación efectiva de las mujeres en los procesos de elaboración y de toma de decisiones, como se pide en muchas de las aportaciones recibidas de las Conferencias Episcopales.


72. Por último, no hay que olvidar que los procesos de consulta, discernimiento comunitario o toma de decisiones sinodales requieren que cuantos participan en éstos, tengan acceso efectivo a toda la información relevante, para que puedan formular su propia opinión con conocimiento de causa. Es responsabilidad de la autoridad que inicia el proceso garantizar que así sea. Unos procesos de toma de decisiones sinodales sólidos requieren un nivel adecuado de transparencia. Del mismo modo, conviene subrayar la delicadeza de la tarea y la especial responsabilidad de quienes expresan su opinión en una consulta.

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