HOJA PARROQUIAL
25 y 26 de Enero de 2025
Domingo III del Tiempo Ordinario. Ciclo C
“Hoy se ha cumplido esta Escritura”
LECTURAS
Primera lectura del Libro de Nehemías 8, 2-4a. 5-6. 8-10
En aquellos días, el día primero del mes séptimo, el sacerdote Esdras trajo el libro de la ley ante la comunidad: hombres, mujeres y cuantos tenían uso de razón. Leyó el libro en la plaza que está delante de la Puerta del Agua, desde la mañana hasta el mediodía, ante los hombres, las mujeres y los que tenían uso de razón. Todo el pueblo escuchaba con atención la lectura de la ley.
El escriba Esdras se puso en pie sobre una tribuna de madera levantada para la ocasión.
Luego se inclinaron y adoraron al Señor, rostro en tierra.
Los levitas leyeron el libro de la ley de Dios con claridad y explicando su sentido, de modo que entendieran la lectura.
Salmo 18, 8. 9. 10. 15 R/. Tus palabras, Señor, son espíritu y vida.
Segunda lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 12, 12-30
Hermanos:
Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo.
Pues todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.
Pues el cuerpo no lo forma un solo miembro sino muchos.
Si el pie dijera: «No soy mano, luego no formo parte del cuerpo», ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? Si el oído dijera: «No soy ojo, luego no formo parte del cuerpo», ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? Si el cuerpo entero fuera ojo, ¿cómo oiría? Si el cuerpo entero fuera oído, ¿cómo olería? Pues bien, Dios distribuyó el cuerpo y cada uno de los miembros como él quiso.
Si todos fueran un mismo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo?
Los miembros son muchos, es verdad, pero el cuerpo es uno solo.
El ojo no puede decir a la mano: «No te necesito»; y la cabeza no puede decir a los pies: «No os necesito». Más aún, los miembros que parecen más débiles son más necesarios. Los que nos parecen despreciables, los apreciamos más. Los menos decentes, los tratamos con más decoro. Porque los miembros más decentes no lo necesitan.
Ahora bien, Dios organizó los miembros del cuerpo dando mayor honor a los que menos valían.
Así, no hay divisiones en el cuerpo, porque todos los miembros por igual se preocupan unos de otros.
Cuando un miembro sufre, todos sufren con él; cuando un miembro es honrado, todos se felicitan.
Pues bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro.
Y Dios os ha distribuido en la Iglesia: en el primer puesto los apóstoles, en el segundo los profetas, en el tercero los maestros, después vienen los milagros, luego el don de curar, la beneficencia, el gobierno, la diversidad de lenguas.
¿Acaso son todos apóstoles? ¿O todos son profetas? ¿O todos maestros? ¿O hacen todos milagros? ¿Tienen todos don para curar? ¿Hablan todos en lenguas o todos las interpretan?
Evangelio según San Lucas 1, 1-4; 4, 14- 21
Ilustre Teófilo:
Puesto que muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han cumplido entre nosotros, como nos los transmitieron los que fueron desde el principio testigos oculares y servidores de la palabra, también yo he resuelto escribírtelos por su orden, después de investigarlo todo diligentemente desde el principio, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.
En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan.
Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
«El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor».
Y, enrollando el rollo y devolviéndolo al que lo ayudaba, se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en él.
Los textos son cogidos de la página de
ver
Hace unos días decía a los niños y jóvenes que en los cuentos y películas de fantasía, a veces se utilizan palabras mágicas, que tienen ‘poder’: Abracadabra, Ábrete Sésamo, los hechizos de Harry Potter… Y también en la vida real las palabras tienen poder, tanto las habladas como las escritas. Las palabras escritas en unas instrucciones nos permiten montar o hacer funcionar algo; las palabras escritas en una receta de cocina nos permiten comer algo bueno y bien hecho. Y las palabras habladas también tienen poder: una información que nos cuentan, un insulto, algo bonito que nos dicen… hace que reaccionemos de diferentes formas. Y ese poder de las palabras aumenta si quien nos lo dice es alguien importante en nuestra vida.
juzgar
Hoy, domingo tercero del tiempo ordinario, se celebra el Domingo de la Palabra de Dios, que fue instituido por el Papa Francisco para «que la Iglesia reviva el gesto del Resucitado que abre también para nosotros el tesoro de su Palabra para que podamos anunciar por todo el mundo esta riqueza inagotable». (Motu proprio “Aperuit illis”, “Les abrió el entendimiento” – 30 de septiembre de 2019)
Dios se ha comunicado siempre con el ser humano. La Palabra de Dios tiene poder, es creadora, como leemos en el relato del Génesis; es Palabra que orienta, que enseña, como hizo por medio de los profetas; en definitiva, es Palabra “viva y eficaz”, como nos dice la carta a los Hebreos (4, 12), y llega a su revelación plena en la Encarnación: “Hágase en mí según tu Palabra”. (Lc 1, 38)
Hoy se nos invita a profundizar en el poder de la Palabra de Dios y, por eso, como estamos diciendo estos últimos domingos, para quienes somos y formamos la Iglesia, la Navidad no ha pasado, porque la verdadera Navidad es celebrar que “la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros”. Jesús es el rostro visible de Dios invisible y se ha manifestado como “Dios-con-nosotros”, para que podamos encontrarnos con Él y dejarnos transformar por el poder de la Palabra.
El Papa Francisco, en su homilía para este domingo en 2022, dijo: «En la primera Lectura y en el Evangelio encontramos dos gestos paralelos: el sacerdote Esdras tomó el libro de la ley de Dios, lo abrió y lo proclamó delante de todo el pueblo; Jesús, en la sinagoga de Nazaret, abrió el volumen de la Sagrada Escritura y leyó un pasaje del profeta Isaías delante de todos. Son dos escenas que nos comunican una realidad fundamental: en el centro de la vida del pueblo santo de Dios y del camino de la fe no estamos nosotros, con nuestras palabras; en el centro está Dios con su Palabra».
Ésta es la primera llamada que hoy recibimos para experimentar el poder de la Palabra de Dios: debe estar en el centro de nuestra vida como cristianos, para que ilumine todas las dimensiones: lo más íntimo y personal, lo familiar, eclesial, social, laboral, político… debemos vivirlo desde la Palabra.
Y también nos dice el Papa: «Al finalizar la lectura de Isaías, Jesús en el Evangelio anuncia algo inaudito: “Esta lectura se ha cumplido hoy”. Se ha cumplido; la Palabra de Dios ya no es una promesa, sino que se ha realizado». La Navidad no ha acabado, sino que continúa, porque «la Palabra, en Jesús, se hizo carne. Por obra del Espíritu Santo habitó entre nosotros y quiere hacernos su morada, para colmar nuestras expectativas y sanar nuestras heridas».
Y ésta es la segunda llamada que hoy recibimos para experimentar el poder de la Palabra de Dios: hemos de acogerla y anunciarla, sobre todo en este año jubilar, como “Peregrinos de esperanza”. Lo expresó Benedicto XVI en su exhortación apostólica “Verbum Domini”: «Esta Palabra no sólo nos concierne como destinatarios de la revelación divina, sino también como sus anunciadores. Lo que la Iglesia anuncia al mundo es la Palabra de la esperanza; el hombre necesita la ‘gran esperanza’ para poder vivir el propio presente, y la gran esperanza que es el Dios que tiene un rostro humano. No podemos guardar para nosotros las palabras de vida eterna que hemos recibido en el encuentro con Jesucristo: son para todos. Toda persona de nuestro tiempo, lo sepa o no, necesita este anuncio. No se trata de anunciar una palabra sólo de consuelo, sino una Palabra que interpela, que llama a la conversión, que hace accesible el encuentro con Él, por el cual florece una humanidad nueva». (91.93)
actuar
Pongamos en el centro de toda nuestra vida la Palabra de Dios y su poder. «La Sagrada Escritura no nos ha sido dada para entretenernos, para mimarnos en una espiritualidad angélica, sino para salir al encuentro de los demás y acercarnos a sus heridas. La Palabra que se ha hecho carne quiere encarnarse en nosotros. Él es un Dios cercano, quiere aliviarte de las cargas que te aplastan, quiere iluminar tus días oscuros, quiere sostener tus pasos inciertos. Y lo hace con su Palabra, con la que te habla para volver a encender la esperanza en medio de las cenizas de tus miedos, para hacer que vuelvas a encontrar la alegría en los laberintos de tus tristezas, para llenar de esperanza la amargura de tus soledades. Él te hace caminar, no dentro de un laberinto, más bien por el camino, para encontrarlo cada día». (Homilía 2022)
SECRETARÍA GENERAL DEL SÍNODO
INSTRUMENTUM LABORIS
XVI ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS
PARA LA SEGUNDA SESIÓN
(OCTUBRE DE 2024)
85. Por último, no podemos pasar por alto la difusión de la cultura del entorno digital, especialmente entre los jóvenes. Afecta radicalmente a su experiencia y concepción del espacio y del tiempo, así como a su forma de vivir las actividades de todo tipo, las comunicaciones y las relaciones, e incluso la fe. No es casualidad que la Primera Sesión afirme que «la cultura digital no es tanto un área distinta de la misión, cuanto una dimensión crucial del testimonio de la Iglesia» (IdS 17b). El trabajo del tercero de los diez grupos de estudio está dedicado a este reto.
86. Estas dinámicas de la sociedad y de la cultura piden a la Iglesia que vuelva a reflexionar sobre el sentido de su propia dimensión local, con vistas al bien de la misión. Sin olvidar que la vida se desarrolla siempre en contextos físicos y en culturas concretas, de las que nunca se puede prescindir, es necesario alejarse de una interpretación puramente espacial del lugar: los lugares, también y sobre todo los de la Iglesia, no son sólo espacios, sino ámbitos y redes en los que pueden desarrollarse relaciones, que ofrecen a las personas una oportunidad de arraigo y un apoyo para la misión, que llevarán a cabo dondequiera que se desarrolle su vida. La conversión sinodal de las mentes y de los corazones debe ir acompañada de una reforma sinodal de los lugares eclesiales, llamados a ser caminos por los que avanzar juntos. Esto no significa encerrar la acción pastoral en pertenencias electivas, ya que debe poder encontrar a cada hombre y a cada mujer.
87. Esta reforma debe realizarse sobre la base de la comprensión de la Iglesia como Pueblo santo de Dios, articulada en la comunión de las Iglesias (Communio Ecclesiarum). La experiencia vivida nos ha demostrado que poner en marcha el proceso sinodal desde las Iglesias locales no compromete la unidad de toda la Iglesia, sino que expresa la variedad y la universalidad del Pueblo de Dios (cf. LG 22), ni perjudica el ejercicio del ministerio de unidad del Obispo de Roma, sino que lo valora. La Iglesia no se puede concebir partiendo de sus instituciones, sino que éstas, incluso las más importantes, deben repensarse en la lógica del servicio misionero.
88. En razón del servicio del Obispo de Roma como principio visible de unidad de toda la Iglesia y de cada obispo como principio visible de unidad en su Iglesia, el Concilio pudo afirmar que la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, es también un cuerpo de Iglesias, en las cuales y a partir de las cuales existe una Iglesia católica, una y única (cf. LG 23). Este cuerpo se articula: a) en las Iglesias individuales como porciones del Pueblo de Dios, cada una confiada a un obispo; b) en las agrupaciones de Iglesias, en las que las instancias de comunión están representadas sobre todo por los organismos jerárquicos; c) en la Iglesia entera (Ecclesia tota), donde la Iglesia como comunión de Iglesias se expresa por el Colegio de los Obispos reunidos en torno al Obispo de Roma en el vínculo de la comunión episcopal (cum Petro) y jerárquica (sub Petro). La reforma de las instituciones eclesiales debe seguir esta articulación ordenada de la Iglesia.
Iglesias locales en la Iglesia católica, una y única
89. La Iglesia local, en su articulación, es el lugar en el que podemos experimentar más inmediatamente la vida sinodal misionera de toda la Iglesia. Las aportaciones de las Conferencias Episcopales hablan de las parroquias, las comunidades de base y las pequeñas comunidades como ámbitos de comunión y participación en la misión. Como afirmaron los párrocos reunidos en Sacrofano, «los miembros de las parroquias son y se convierten en discípulos misioneros de Jesús, reunidos en su nombre para la oración y el culto, el servicio y el testimonio en tiempos de alegría y de dolor, de esperanza y de lucha». Dios actúa en estas realidades eclesiales. Al mismo tiempo, somos conscientes de que debemos hacer más para aprovechar la gran plasticidad de la parroquia, entendida como comunidad de comunidades, al servicio de la creatividad misionera.
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