miércoles, 30 de julio de 2025

HOJA PARROQUIAL. DOMINGO XVIII DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C

                               

                                           
            


HOJA PARROQUIAL

2 y 3 de Agosto de 2025

Domingo XVIII del Tiempo Ordinario. Ciclo C


ENLACE A TODOS LOS PORTALES DE LA PARROQUIA


Parroquias de Ntra. Sra. de la Concepción,
de Ntra. Sra. del Carmen
y de San Joaquín y Santa Ana


















ENLACE DEL DIBUJO DE FANO


“¿De quién será lo que has preparado?


LECTURAS

 



Primera lectura del libro del Eclesiastés 1, 2; 2, 21-23


Vaciedad sin sentido, dice el Predicador,
vaciedad sin sentido; todo es vaciedad.

Hay quien trabaja con destreza,
con habilidad y acierto,
y tiene que legarle su porción
al que no la ha trabajado.
También esto es vaciedad y gran desgracia.

¿Qué saca el hombre de todo su trabajo
y de los afanes con que trabaja bajo el sol?

De día dolores, penas y fatigas;
de noche no descansa el corazón.
También esto es vaciedad.


Salmo 89, 3-4. 5-6. 12-13. 14 y 17 R/. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.


Tú reduces el hombre a polvo,
diciendo: «Retornad, hijos de Adán».
Mil años en tu presencia son un ayer que pasó;
una vela nocturna. R/.

Si tú los retiras
son como un sueño,
como hierba que se renueva
que florece y se renueva por la mañana,
y por la tarde la siegan y se seca. R/.

Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?
Ten compasión de tus siervos. R/.

Por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Baje a nosotros la bondad del Señor
y haga prósperas las obras de nuestras manos.
Sí, haga prósperas las obras de nuestras manos. R/.


Segunda lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Colosenses 3, 1-5. 9-11


Hermanos:

Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra.

Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos, juntamente con él.

En consecuencia, dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros: la fornicación, la impureza, la pasión, la codicia y la avaricia, que es una idolatría.

¡No os mintáis unos a otros!: os habéis despojado del hombre viejo, con sus obras, y os habéis revestido de la nueva condición que, mediante el conocimiento, se va renovando a imagen de su Creador, donde no hay griego y judío, circunciso e incircunciso, bárbaro, escita, esclavo y libre, sino Cristo, que lo es todo, y en todos.


Evangelio según San Lucas 12, 13-21


En aquel tiempo, dijo uno de entre la gente a Jesús:
«Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia».

Él le dijo:
«Hombre, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre vosotros?».

Y les dijo:
«Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes».

Y les propuso una parábola:
«Las tierras de un hombre rico produjeron una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos, diciéndose: “¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha”.

Y se dijo: “Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el trigo y mis bienes. Y entonces me diré a mí mismo: alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe, banquetea alegremente”.

Pero Dios le dijo:
“Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y ¿de quién será lo que has preparado?”.

Así es el que atesora para SÍ y no es rico ante Dios».




Los textos son cogidos de la página de 







ver



En tiempo de verano es muy común que en revistas, televisión, páginas web… aparezca información sobre lugares de veraneo, o cómo lo están pasando los personajes famosos de la vida social: cantantes, actores y actrices, deportistas… También las redes sociales se llenan de fotografías de viajes, fiestas… Todo muy idílico. Pero cuando surge alguna noticia dramática, o simplemente terminan las vacaciones, se rompe esa burbuja de felicidad y nos damos un baño de realidad: la mayor parte de nuestra vida tiene muy poco que ver con todo eso, más bien al contrario. Y, para muchas personas, las circunstancias en las que viven son un verdadero y durísimo ‘valle de lágrimas’.




juzgar


La semana pasada, citando al Papa León, decíamos que necesitamos pedir en la oración que el Espíritu Santo nos haga descubrir un nuevo modo de ver y vivir la vida, lo que de verdad necesitamos. Y la Palabra de Dios de este domingo incide en esta línea. 

En la 1ª lectura, del libro del Eclesiastés, hemos escuchado unas palabras con las que fácilmente podemos identificarnos: “¡Vanidad de vanidades; todo es vanidad! ¿Qué saca el hombre de todos los trabajos y preocupaciones que lo fatigan bajo el sol? De día su tarea es sufrir y penar; de noche no descansa su mente”. El autor manifiesta que las cosas que nos parecen más deseables en la vida (riqueza, poder, placer…) son incapaces de darnos una satisfacción completa y duradera: pueden darnos algún momento de felicidad, pero son como una burbuja y después llega el baño de realidad: “también eso es vanidad”. Además, la certeza de la muerte es un muro contra el que se estrellan todos los proyectos, esperanzas y alegrías. Aunque el autor cree en Dios, para él es ‘Algo’ lejano, indiferente, que no logra dar un verdadero sentido ni esperanza a su vida, llevándole a un completo pesimismo y resignación en el sentido más negativo. 

Esta experiencia del autor del Eclesiastés, que hoy es compartida por la mayoría de personas, es recogida por Jesús en el Evangelio que hemos escuchado, con esa parábola del hombre rico que se dice a sí mismo: “Tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe, banquetea alegremente”. Si somos sinceros, todos desearíamos poder hacer esta afirmación, pero Jesús rompe esa burbuja de felicidad con un baño de realidad: “Dios le dijo: «Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y ¿de quién será lo que has preparado?»” Jesús, como el autor del Eclesiastés, nos recuerda la certeza de la muerte pero Jesús introduce a Dios no como algo lejano e indiferente sino como Alguien que se preocupa por sus criaturas, que nos cuestiona porque no quiere que desaprovechemos nuestra vida, sino que busquemos lo que de verdad necesitamos. 

Al decirnos al final de la parábola: “Así es el que atesora para sí y no es rico ante Dios”, Jesús nos enseña que el baño de realidad que constituye la mayor parte de nuestra vida no es para llevarnos a los extremos del ‘comamos y bebamos que mañana moriremos’ o del pesimismo desesperanzado, sino la oportunidad que tenemos para ser ‘ricos ante Dios’. Es la llamada que también hemos escuchado en la 2ª lectura: “Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra”. Jesús, con su muerte y resurrección, ha roto los límites que suponen la conciencia de la caducidad de los bienes de la tierra y nuestra propia muerte, para abrirnos a la eternidad: “Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos, juntamente con Él”. Gracias a Cristo Resucitado sabemos que el baño de realidad que constituye nuestra vida incluye también desde ahora la vida eterna junto a Él.




actuar




Los cristianos no vivimos en una burbuja de felicidad; Jesús nos da continuamente un baño de realidad, pero una realidad que nos hace vivir como “Peregrinos de Esperanza” para ser “ricos ante Dios” y aspirar “a los bienes de arriba”, como estamos celebrando en este Jubileo: «Nosotros, mirando al tiempo que pasa, tenemos la certeza de que la historia de la humanidad y la de cada uno de nosotros no se dirigen hacia un punto ciego o un abismo oscuro, sino que se orientan al encuentro con el Señor de la gloria. ¿Qué será de nosotros después de la muerte? Más allá de este umbral está la vida eterna con Jesús, que consiste en la plena comunión con Dios, en la contemplación y participación de su amor infinito. Lo que ahora vivimos en la esperanza, después lo veremos en la realidad. Vivamos por tanto en la espera de su venida y en la esperanza de vivir para siempre en Él». (Bula Jubileo 19.21)









DOCUMENTO FINAL

POR UNA IGLESIA SINODAL:

COMUNIÓN, PARTICIPACIÓN Y MISIÓN


Parte II - En la barca, juntos


Colaboración entre ministros ordenados dentro de la Iglesia sinodal


76. A estos los acompañan ministerios no instituidos ritualmente, pero ejercidos con estabilidad por mandato de la autoridad competente, como, por ejemplo, el ministerio de coordinar una pequeña comunidad eclesial, dirigir la oración comunitaria, organizar acciones caritativas, etc., que admiten una gran variedad según las características de la comunidad local. Un ejemplo de ello son los catequistas que siempre, en muchas regiones de África, han estado a cargo de comunidades carentes de presbíteros. Aunque no exista un rito prescrito, es aconsejable hacer pública la encomienda mediante un mandato ante la comunidad para favorecer su reconocimiento efectivo. También existen ministerios extraordinarios, como el ministerio extraordinario de la comunión, la presidencia de las celebraciones dominicales en espera de presbítero, la administración de ciertos sacramentales y otros. El ordenamiento canónico latino y el oriental ya prevé que, en algunos casos, los fieles laicos, hombres o mujeres, puedan ser también ministros extraordinarios del bautismo. En el ordenamiento canónico latino, el Obispo (con autorización de la Santa Sede) puede delegar la asistencia en los matrimonios a fieles laicos, hombres o mujeres. Sobre la base de las necesidades de los contextos locales, se debe considerar la posibilidad de ampliar y estabilizar estas oportunidades de ejercicio ministerial por parte de los fieles laicos. Por último, están los servicios espontáneos, que no necesitan más condiciones ni reconocimiento explícito. Muestran que todos los fieles, de diversas maneras, participan en la misión a través de sus dones y carismas.


77. A los fieles laicos, hombres y mujeres, se les deben ofrecer más oportunidades de participación, explorando también otras formas de servicio y ministerio en respuesta a las necesidades pastorales de nuestro tiempo, en un espíritu de colaboración y corresponsabilidad diferenciada. Del proceso sinodal surgen, en particular, algunas necesidades concretas, a las que se debe responder de manera adecuada a los diferentes contextos:


a) una participación más amplia de laicos y laicas en los procesos de discernimiento eclesial y en todas las fases de los procesos decisionales (elaboración y toma de decisiones);


b) un acceso más amplio de laicos y laicas a los puestos de responsabilidad en las diócesis y las instituciones eclesiásticas, incluidos los Seminarios, los Institutos y las Facultades de teología, en consonancia con las disposiciones vigentes;


c) un mayor reconocimiento y apoyo a la vida y a los carismas de los consagrados y consagradas y a su empleo en puestos de responsabilidad eclesial;


d) el aumento del número de laicos y laicas cualificados que se desempeñen como jueces en los procesos canónicos;


e) el reconocimiento efectivo de la dignidad y el respeto de los derechos de quienes trabajan como empleados de la Iglesia y de sus instituciones.


78. El proceso sinodal ha renovado la conciencia de que la escucha es un componente esencial de todos los aspectos de la vida de la Iglesia: la administración de los sacramentos, especialmente el de la Reconciliación, la catequesis, la formación y el acompañamiento pastoral. En este marco, la Asamblea dedicó atención a la propuesta de crear un ministerio de escucha y acompañamiento, mostrando diversas orientaciones. Algunos se mostraron a favor, porque dicho ministerio sería una forma profética de subrayar la importancia de la escucha y el acompañamiento en la comunidad. Otros afirmaron que la escucha y el acompañamiento son tarea de todos los bautizados, sin necesidad de que sea un ministerio específico. Otros subrayaron la necesidad de profundizar, por ejemplo, en la relación entre este posible ministerio y el acompañamiento espiritual, el counseling pastoral y la celebración del sacramento de la reconciliación. También surgió la sugerencia de que el posible ministerio de escucha y acompañamiento debería dirigirse especialmente a acoger a los que están al margen de la comunidad eclesial, a los que vuelven después de haberse alejado, a los que buscan la verdad y desean que se les ayude a encontrarse con el Señor. Por tanto, sigue siendo necesario proseguir el discernimiento a este respecto. Los contextos locales donde esta necesidad es más sentida podrán promover su experimentación y desarrollar posibles modelos sobre los que discernir.

miércoles, 23 de julio de 2025

HOJA PARROQUIAL. DOMINGO XVII DEL TIEMPO ORDINARIO. SOLEMNIDAD DE SAN CRISTÓBAL MÁRTIR, TITULAR DE LA DIÓCESIS. CICLO C

                              

                                           
            


HOJA PARROQUIAL

26 y 27 de Julio de 2025

Domingo XVII del Tiempo Ordinario. Ciclo C

SOLEMNIDAD DE SAN CRISTÓBAL, TITULAR DE LA DIÓCESIS


ENLACE A TODOS LOS PORTALES DE LA PARROQUIA


Parroquias de Ntra. Sra. de la Concepción,
de Ntra. Sra. del Carmen
y de San Joaquín y Santa Ana


















ENLACE DEL DIBUJO DE FANO


“Pidan y se les dará


LECTURAS

 



Primera lectura del libro del Génesis 18, 20-32


En aquellos días, el Señor dijo:
«El clamor contra Sodoma y Gomorra es fuerte y su pecado es grave: voy a bajar, a ver si realmente sus acciones responden a la queja llegada a mí; y si no, lo sabré».

Los hombres se volvieron de allí y se dirigieron a Sodoma, mientras Abrahán seguía en pie ante el Señor.

Abrahán se acercó y le dijo:
«¿Es que vas a destruir al inocente con el culpable? Si hay cincuenta inocentes en la ciudad, ¿los destruirás y no perdonarás el lugar por los cincuenta inocentes que hay en él? ¡Lejos de ti tal cosa!, matar al inocente con el culpable, de modo que la suerte del inocente sea como la del culpable; ¡lejos de ti! El juez de toda la tierra, ¿no hará justicia?».

El Señor contestó:
«Si encuentro en la ciudad de Sodoma cincuenta inocentes, perdonaré a toda la ciudad en atención a ellos».

Abrahán respondió:
«Me he atrevido a hablar a mi Señor, yo que soy polvo y ceniza! Y si faltan cinco para el número de cincuenta inocentes, ¿destruirás, por cinco, toda la ciudad?».

Respondió el Señor:
«No la destruiré, si es que encuentro allí cuarenta y cinco».

Abrahán insistió:
«Quizá no se encuentren más que cuarenta».

Él dijo:
«En atención a los cuarenta, no lo haré».

Abrahán siguió hablando:
«Que no se enfade mi Señor si sigo hablando. ¿Y si se encuentran treinta?».

Él contestó:
«No lo haré, si encuentro allí treinta».

Insistió Abrahán:
«Ya que me he atrevido a hablar a mi Señor, ¿y si se encuentran allí veinte?».

Respondió el Señor:
«En atención a los veinte, no la destruiré».

Abrahán continuó:
«Que no se enfade mi Señor si hablo una vez más: ¿Y si se encuentran diez?».

Contestó el Señor:
«En atención a los diez, no la destruiré».


Salmo 137, 1-2a. 2bc-3. 6-7ab. 7c-8 R/. Cuando te invoqué, me escuchaste, Señor.


Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
porque escuchaste las palabras de mi boca;
delante de los ángeles tañeré para ti;
me postraré hacia tu santuario. R/.

Daré gracias a tu nombre:
por tu misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa supera tu fama.
Cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor en mi alma. R/.

El Señor es sublime, se fija en el humilde,
y de lejos conoce al soberbio.
Cuando camino entre peligros, me conservas la vida;
extiendes tu mano contra la ira de mi enemigo. R/.

Tu derecha me salva.
El Señor completará sus favores conmigo.
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la obra de tus manos. R/.


Segunda lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Colosenses 2, 12-14


Hermanos:

Por el bautismo fuisteis sepultados con Cristo y habéis resucitado con él, por la fe en la fuerza de Dios que lo resucitó de los muertos.

Y a vosotros, que estabais muertos por vuestros pecados y la incircuncisión de vuestra carne, os vivificó con él.

Canceló la nota de cargo que nos condenaba con sus cláusulas contrarias a nosotros; la quitó de en medio, clavándola en la cruz.


Evangelio según San Lucas 11, 1-13


Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo:
«Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos».

Él les dijo:
«Cuando oréis, decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación”».

Y les dijo:
«Suponed que alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche y le dice:

“Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle”; y, desde dentro, aquel le responde:

“No me molestes; la puerta ya está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos”; os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por su importunidad se levantará y le dará cuanto necesite.

Pues yo os digo a vosotros: pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abre.

¿Qué padre entre vosotros, si su hijo le pide un pez, le dará una serpiente en lugar del pez? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?

Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden?».



Los textos son cogidos de la página de 







ver



Una persona tenía mucha ilusión en comprarse un robot aspirador; cada vez que limpiaba su casa le parecía más necesario y fortalecía sus razones para comprárselo, y lo tenía prácticamente decidido. Hasta que un día se dio cuenta de que lo que de verdad necesitaba era hacer una serie de reparaciones en su hogar, y a eso debía destinar el dinero. Aunque siguió acordándose del robot cada vez que tenía que limpiar el suelo, agradeció no haberlo hecho para atender lo importante.




juzgar


Esta anécdota nos sirve también para profundizar en nuestra oración. En el Evangelio hemos escuchado a Jesús diciéndonos: “Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá…” Y es muy común que el primer pensamiento que nos venga sea: ‘Pues yo he pedido y no me lo ha dado’. A veces pedimos a Dios cosas que nos parecen muy justas y necesarias, que nos facilitarían la vida a nosotros o a otros, lo esperamos con ilusión… pero, cuando Dios no nos concede eso que hemos pedido, reaccionamos con enfado, tristeza, frustración e incluso rechazo hacia Dios. 

El apóstol Santiago recogió esta experiencia en su carta: “Pedís y no recibís, porque pedís mal” (4, 3). Por eso, en lugar de lamentarnos por lo que no recibimos, la Palabra de Dios de este domingo nos invita a hacer nuestras las palabras de uno de los discípulos: “Señor, enséñanos a orar”, para descubrir lo que de verdad necesitamos en nuestra vida y que sea eso lo que pidamos. 

Y Jesús les enseñó y nos enseñó: “Cuando oréis, decid: «Padre»”. Lo primero en la oración es recordar que Dios es Padre. Y, desde esa conciencia de estar dirigiéndome a ‘mi Padre’, lo segundo es orar con confianza y exponiéndole lo que creo que necesito, como el amigo de la parábola del Evangelio, que acude a pedir “durante la medianoche”, insistiendo aun a sabiendas de que está siendo importuno, pero confiando en que el otro “le dará cuanto necesite”. 

Una confianza que nos lleva, en tercer lugar, a ser insistentes, a no darnos por vencidos a las primeras de cambio como como Abrahán en la 1ª lectura: “Me he atrevido a hablar a mi Señor, ¿y si…?” 

Pero todo esto me debe llevar, en cuarto lugar, a ‘dejar a Dios ser Dios’, a confiar en que Él, como Padre, sabe mejor que yo lo que de verdad necesito en cada momento de mi vida. Por eso el Señor nos ha dicho: “¿Cuánto más vuestro Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden?”. 

Pedir el Espíritu Santo debería ser lo fundamental de nuestra oración. Por supuesto que debemos exponer al Señor nuestras necesidades o las de otros, lo que pensamos o esperamos… pero siempre dejando espacio al Espíritu Santo, que será quien nos hará descubrir la respuesta que Dios, nuestro Padre, da a nuestra oración. Una respuesta que, aunque no sea la que esperamos o queremos, siempre será lo mejor para nosotros, porque será lo que de verdad necesitamos. 

Como dijo el Papa León XIV en su homilía de Pentecostés: «El Espíritu abre las fronteras, ante todo, dentro de nosotros. Es el Don que abre nuestra vida al amor. Y esta presencia del Señor disuelve nuestras durezas, nuestras cerrazones, los egoísmos, los miedos que nos paralizan, los narcisismos que nos hacen girar sólo en torno a nosotros mismos. El Espíritu Santo viene a desafiar, en nuestro interior, el riesgo de una vida que se atrofia, absorbida por el individualismo. El Espíritu de Dios, en cambio, nos hace descubrir un nuevo modo de ver y de vivir la vida. Nos abre al encuentro con nosotros mismos, más allá de las máscaras que llevamos puestas; nos conduce al encuentro con el Señor enseñándonos a experimentar su alegría; nos convence de que sólo si permanecemos en el amor recibimos también la fuerza de observar su Palabra y, por tanto, de ser transformados por ella. Jesús dice que este Don es el amor entre Él y el Padre que viene a habitar en nosotros. Y cuando el amor de Dios mora en nosotros, somos capaces de abrirnos a los hermanos, de vencer nuestras rigideces». (8 de junio de 2025)




actuar




¿He aprendido a descubrir lo que de verdad necesito en mi vida? ¿Cómo reacciono cuando pido algo a Dios y no lo obtengo? ¿Mi oración es insistente, incluso atrevida, como Abraham? ¿Confío en que Dios es Padre? ¿Pido que el Espíritu Santo me haga descubrir un nuevo modo de ver y vivir la vida? 

El Espíritu Santo es lo que de verdad necesitamos en nuestra vida, porque Él es el que da contenido a las palabras de Jesús: “Pedid… buscad… llamad, porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abre”. Más allá de las necesidades inmediatas, Él es quien nos hace ‘elegir la parte mejor’, como decíamos el domingo pasado hablando de Marta y María, y así poder afirmar convencidos lo que hemos repetido en el Salmo: “Cuando te invoqué, me escuchaste, Señor”.









DOCUMENTO FINAL

POR UNA IGLESIA SINODAL:

COMUNIÓN, PARTICIPACIÓN Y MISIÓN


Parte II - En la barca, juntos


Colaboración entre ministros ordenados dentro de la Iglesia sinodal


74. Varias veces, durante el proceso sinodal, se expresó gratitud a los obispos, presbíteros y diáconos por la alegría, el compromiso y la dedicación con que desempeñan su servicio. También se escucharon las dificultades que los pastores encuentran en su ministerio, principalmente relacionadas con la sensación de aislamiento, soledad, así como el sentirse abrumados por las exigencias de atender todas las necesidades. La experiencia del Sínodo puede ayudar a obispos, presbíteros y diáconos a redescubrir la corresponsabilidad en el ejercicio de su ministerio, que requiere también la colaboración con otros miembros del Pueblo de Dios. Una distribución más articulada de tareas y responsabilidades, un discernimiento más valiente de lo que pertenece propiamente al ministerio ordenado y de lo que puede y debe delegarse en otros, favorecerá su ejercicio de una manera espiritualmente más sana y pastoralmente más dinámica en cada uno de sus órdenes. Esta perspectiva no dejará de repercutir en unos procesos de toma de decisiones caracterizados por un estilo más claramente sinodal. También ayudará a superar el clericalismo entendido como el uso del poder en beneficio propio y la distorsión de la autoridad de la Iglesia que está al servicio del Pueblo de Dios. Este se expresa especialmente en abusos sexuales, económicos, de conciencia y de poder por parte de los ministros de la Iglesia. “El clericalismo, fomentado tanto por los mismos sacerdotes como por los laicos, genera un cisma en el cuerpo eclesial que fomenta y ayuda a perpetuar muchos de los males que hoy denunciamos” (Francisco, Carta al Pueblo de Dios, 20 de agosto de 2018).


Juntos por la misión


75. En respuesta a las necesidades de la comunidad y de la misión, a lo largo de su historia la Iglesia ha dado origen a ciertos ministerios, distintos de los ordenados. Estos ministerios son la forma que toman los carismas cuando son reconocidos públicamente por la comunidad y por los responsables de guiarla, y se ponen de manera estable al servicio de la misión. Algunos se orientan más específicamente al servicio de la comunidad cristiana. De particular relevancia son los ministerios instituidos, que son conferidos por el obispo, una vez en la vida, con un rito específico, tras un discernimiento apropiado y una formación adecuada de los candidatos. No se trata de un simple mandato o asignación de tareas; la atribución del ministerio es un sacramental que configura a la persona y define su modo de participar en la vida y misión de la Iglesia. En la Iglesia latina, son el ministerio del lector y del acólito (cf. Francisco, Carta apostólica en forma de Motu proprio Spiritus Domini, 10 de enero de 2021), y el del catequista (cf. Francisco, Carta apostólica en forma de Motu proprio Antiquum ministerium, 10 de mayo de 2021). Los términos y modalidades de su ejercicio deben ser definidos por un mandato de la  autoridad legítima. Corresponde a las Conferencias Episcopales establecer las condiciones personales que deben cumplir los candidatos y elaborar los itinerarios de formación para acceder a estos ministerios.