HOJA PARROQUIAL
5 y 6 de Julio de 2025
Domingo XIV del Tiempo Ordinario. Ciclo C
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“Descansará sobre ellos vuestra paz”
LECTURAS
Primera lectura del Profeta Isaías 66, 10-14c
Salmo
Salmo 65, 1-3a. 4-5. 6-7a. 16 y 20 R/. Aclamad al Señor, tierra entera.
Segunda lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Gálatas 6, 14-18
Hermanos:
Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo.
Pues lo que cuenta no es la circuncisión ni la incircuncisión, sino la nueva criatura.
La paz y la misericordia de Dios vengan sobre todos los que se ajustan a esta norma; también sobre el Israel de Dios.
En adelante, que nadie me moleste, pues yo llevo en mi cuerpo las marcas de Jesús.
La gracia de nuestro Señor Jesucristo esté con vuestro espíritu, hermanos. Amén
Evangelio según San Lucas 10, 1-12. 17-20
En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos, y los mandó delante de él, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía:
«La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies.
¡Poneos en camino! Mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por el camino.
Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros.
Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa en casa.
Pero si entráis en una ciudad y no os reciben, saliendo a sus plazas, decid: “Hasta el polvo de vuestra ciudad, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que el reino de Dios ha llegado”.
Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para esa ciudad».
Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo».
Los textos son cogidos de la página de
ver
Del 7 al 9 de febrero de 2025 se celebró el ‘Congreso de Vocaciones: ¿Para Quién soy?’, y el próximo 4 de octubre se celebrará en Valencia un ‘Encuentro Diocesano de Vocaciones’. Normalmente hemos entendido la vocación como lo que sienten los que van a ser ‘curas o monjas’; y también que ‘han recibido la llamada’, como si fuera una comunicación directa de Dios, una voz, un fogonazo… Pero, afortunadamente, con estos Congresos y Encuentros se está clarificando lo que es la vocación, la llamada que Dios dirige a todos los que somos su Iglesia.
juzgar
Uno de los objetivos del Congreso era que todos los miembros de la Iglesia (sacerdotes, personas con una especial consagración, y laicos) entendamos la vida, toda nuestra vida, como vocación. Y el Evangelio que hemos escuchado nos ayuda a profundizar en ello:
“Designó el Señor otros setenta y dos”. El punto de partida de la vocación es el Señor, Él es quien llama. La vocación es un don, un regalo que el Señor me da y que he de acoger y agradecer. Tras experimentar esa llamada, la persona inicia el discernimiento y toma una serie de decisiones para orientar y vivir la vida como vocación.
Y vivir la vida como vocación es algo que va más allá de los tiempos y espacios estrictamente eclesiales: “los mandó delante de Él, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir Él”. Como se indicó en el documento preparatorio, «promover la vida como vocación es un asunto de importancia política en la sociedad en la que vivimos. Se echan de menos hombres y mujeres, que, además de enarbolar banderas, estén dispuestos a empeñar su propia vida en aquello que proclaman». Y esto, en todos los ámbitos de la vida familiar, social, política…
Por eso, como se indicó en la ponencia final, citando al Papa Francisco en “Christus vivit”, la misión es inseparable de nuestra identidad como cristianos: «no “tengo” una misión, sino que “soy una misión”. Los talentos que se me han dado no son para mi bienestar sino para el servicio».
Cada miembro de la Iglesia está llamado a vivir la vida como vocación desempeñando la misma misión de formas diferentes, según sea laico, con una especial consagración, o sacerdote. Como dijo Mons. Luis Argüello en la homilía final del Congreso, «la diversidad de estas vocaciones enriquece a la Iglesia y muestra su comunión y misión. Cada vocación contribuye a la misión común de anunciar el Reino de Dios. Todos, cada uno según su propia vocación», pero con unos criterios comunes que ha indicado el Señor: lo principal es el propio testimonio, no los medios materiales que se utilicen (“no llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias”); es algo primordial en mi vida, no es una distracción (“no saludéis a nadie por el camino”); recordando que la fe se propone, no se impone (“cuando entréis en una casa, decid primero: «Paz a esta casa»”); he de centrarme en lo que me pide el Señor (“no andéis cambiando de casa en casa”); he de respetar la libertad de los otros para acoger o rechazar el mensaje (“si os reciben… si no os reciben…”).
También, como decía la 2ª lectura, vivir la vida como vocación no es alzanzar el éxito personal, sino que conlleva muchas dificultades: “Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo”.
Y, sobre todo, vivir la vida como vocación ha de apoyarse en esta certeza: «Dios llama por amor y su llamada nos envía a extender el amor. La llamada de Dios que toca nuestro corazón se sustancia en un mandato. Lo podríamos decir de muchas maneras: el amor es la fuente de donde brota la llamada y es el mandato que hemos recibido. En esencia la misión no es otra cosa que inundar el mundo de fe, amor y esperanza».
actuar
“La mies es abundante y los obreros pocos”. Todos los miembros de la Iglesia debemos vivir la vida como vocación, para hacer presente el amor de Dios en todos los ámbitos de la vida humana. Como dijo Benedicto XVI en “Dios es amor”, 39: «La fe nos muestra a Dios que nos ha dado a su Hijo y así suscita en nosotros la certeza de que realmente es verdad que Dios es amor. De este modo transforma nuestras dudas en la esperanza segura de que el mundo está en manos de Dios y que, no obstante las oscuridades, al final vencerá Él. La fe, que hace tomar conciencia del amor de Dios revelado en el corazón traspasado de Jesús en la cruz, suscita a su vez el amor. El amor es una luz —en el fondo la única— que ilumina constantemente a un mundo oscuro y nos da la fuerza para vivir y actuar. El amor es posible, y nosotros podemos ponerlo en práctica. Vivir la vida como vocación es nuestra respuesta a Quien nos ha amado primero (1Jn 4, 19) y nos ha llamado amigos (Jn 15, 15). Y esa amistad es la que me lleva a anunciar a otros el Amor que Dios me ha manifestado.
DOCUMENTO FINAL
POR UNA IGLESIA SINODAL:
COMUNIÓN, PARTICIPACIÓN Y MISIÓN
Parte II - En la barca, juntos
61. Dentro de la comunidad cristiana, hay que prestar una atención especial a los niños: no sólo tienen necesidad de ser acompañados en la aventura de crecer, sino que tienen mucho que aportar a la comunidad de los creyentes. Cuando los apóstoles discuten entre ellos quién es el más grande, Jesús pone en el centro a un niño, presentándolo como criterio para entrar en el Reino (cf. Mc 9, 33-37). La Iglesia no puede ser sinodal sin la aportación de los niños, portadores de un potencial misionero que hay que valorizar. Su voz es necesaria para la comunidad: debemos escucharla y comprometernos para que todos en la sociedad la escuchen, especialmente los que tienen responsabilidades políticas y educativas. Una sociedad que no sabe acoger y cuidar a los niños es una sociedad enferma; el sufrimiento que muchos de ellos padecen a causa de la guerra, la pobreza y el abandono, los abusos y el tráfico es un escándalo que requiere el valor de la denuncia y el compromiso de la solidaridad.
62. Los jóvenes tienen también una contribución que aportar a la renovación sinodal de la Iglesia. Son particularmente sensibles a los valores de fraternidad y de compartir, al tiempo que rechazan las actitudes paternalistas o autoritarias. A veces su actitud hacia la Iglesia aparece como una crítica, pero a menudo adopta la forma positiva de un compromiso personal a favor de una comunidad acogedora, comprometida en la lucha contra la injusticia social y en el cuidado de la casa común. La petición de “caminar juntos en la vida cotidiana”, planteada por los jóvenes en el Sínodo a ellos dedicado en 2018, corresponde exactamente al horizonte de una Iglesia sinodal. Por eso, es esencial ofrecerles un acompañamiento atento y paciente; en particular, merece ser asumida la propuesta, surgida gracias a su contribución, de “una experiencia de acompañamiento con vistas al discernimiento”, que incluye la vida fraterna compartida con educadores adultos, un compromiso apostólico para vivir juntos al servicio de los más necesitados; la oferta de una espiritualidad enraizada en la oración y la vida sacramental (cf. Documento final de la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”, 161).
63. Al promover la corresponsabilidad en la misión de todos los bautizados, reconocemos las capacidades apostólicas de las personas con discapacidades que se sienten llamadas y enviadas como sujetos activos de evangelización. Queremos valorar la aportación que proviene de la inmensa riqueza de humanidad que traen consigo. Reconocemos sus experiencias de sufrimiento, marginación, discriminación, a veces sufridas incluso dentro de la propia comunidad cristiana, debido a actitudes paternalistas de lástima. Para favorecer su participación en la vida y misión de la Iglesia, se propone la creación de un Observatorio Eclesial de la Discapacidad.
64. Entre las vocaciones con las que la Iglesia se enriquece, destaca la de los esposos. El Concilio Vaticano II enseñó que “tienen en su modo y estado su carisma propio dentro del Pueblo de Dios” (LG 11). El sacramento del matrimonio confiere una misión particular que concierne al mismo tiempo a la vida de la familia, a la edificación de la Iglesia y al compromiso en la sociedad. En particular, en los últimos años ha crecido la conciencia de que las familias son sujetos y no sólo destinatarios de la pastoral familiar. Por eso necesitan encontrarse y trabajar en red, también con la ayuda de las instituciones eclesiales dedicadas a la educación de niños y jóvenes. Una vez más, la Asamblea expresa su propia cercanía y apoyo a todos aquellos que viven una condición de soledad como elección de fidelidad a la tradición y al magisterio de la Iglesia in materia matrimonial y de ética sexual, en la que reconocen una fuente de vida.
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