HOJA PARROQUIAL
28 y 29 de Junio de 2025
Domingo de San Pedro y San Pablo. Ciclo C
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“Apacienta mis corderos, pastorea mis ovejas”
LECTURAS
Primera lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 12, 1-11
En aquellos días, el rey Herodes decidió arrestar a algunos miembros de la Iglesia para maltratarlos. Hizo pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan. Al ver que esto agradaba a los judíos, decidió detener a Pedro. Eran los días de los Ácimos. Después de prenderlo, lo metió en la cárcel, entregándolo a la custodia de cuatro piquetes de cuatro soldados cada uno; tenía intención de presentarlo al pueblo pasadas las fiestas de Pascua. Mientras Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él.
Cuando Herodes iba a conducirlo al tribunal, aquella misma noche, estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, atado con cadenas. Los centinelas hacían guardia a la puerta de la cárcel.
Salió y lo seguía sin acabar de creerse que era realidad lo que hacía el ángel, pues se figuraba que estaba viendo una visión. Después de atravesar la primera y la segunda guardia, llegaron al portón de hierro que daba a la ciudad, que se abrió solo. ante ellos. Salieron, y anduvieron una calle y de pronto se marchó el ángel.
Salmo 33, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9 R/. El Señor me libró de todas mis ansias.
Segunda lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 4, 6-8. 17-18
He combatido el noble combate, he acabado la carrera, he conservado la fe.
Por lo demás, me está reservada la corona de la justicia, que el Señor, juez justo, me dará en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que hayan aguardado con amor su manifestación.
Mas el Señor me estuvo a mi lado y me dio fuerzas para que, a través de mí, se proclamara plenamente el mensaje y lo oyeran todas las naciones. Y fui librado de la boca del león.
El Señor me librará de toda obra mal y me salvará llevándome a su reino celestial.
A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Evangelio según san Mateo 16, 13-19
Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.
Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».
Los textos son cogidos de la página de
ver
La muerte del Papa Francisco y la elección de León XIV acapararon durante muchos días el centro de atención. Para muchos, el Papa es un líder religioso que actúa desde un centro de poder, el Vaticano; para otros, el Papa representa algo arcaico, con un ceremonial y formas impropias del siglo XXI; para otros, ese ceremonial y formas representan algo ‘seguro’ que debe mantenerse en este cambio de época; otros lloraron por la muerte de Francisco y se entusiasmaron por la elección de León XIV... pero seguramente pocos sabrían explicar qué significa el Papa en la Iglesia Católica.
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Hoy celebramos la Solemnidad de los santos Pedro y Pablo, el primer Papa y el gran evangelizador de los gentiles, dos fundamentos de la Iglesia apostólica, ambos diferentes pero complementarios, como diremos después en el Prefacio: «Pedro fue el primero en confesar la fe, Pablo, el maestro insigne que la interpretó; aquél fundó la primitiva Iglesia con el resto de Israel, éste fue maestro y doctor en la vocación de los gentiles. Así, por caminos diversos, congregaron la única familia de Cristo».
Dos fundamentos de la Iglesia que, de entrada, no parecen ser los más indicados: Pedro es mostrado en los Evangelios como uno de los primeros discípulos que fueron llamados por el Señor, testigo privilegiado de momentos importantes en la vida y predicación de Jesús, el primero en reconocer: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo” (Evangelio del día). Pero también es mostrado como el que rechazó el anuncio de la Pasión de Jesús y acabo negándole tres veces. Pablo afirma que él ha recibido el Evangelio directamente “por revelación de Jesucristo”, pero también reconoce “con qué saña perseguía a la Iglesia de Dios y la asolaba…” Pero, a pesar de sus debilidades, ambos han sido elegidos por el Señor como piedras fundamentales de la Iglesia, edificada sobre la Roca que es Cristo.
Por esta elección del Señor, porque Él así lo quiso, y no por sus méritos personales, es por lo que san Pedro y san Pablo ocupan un lugar destacado y reciben una especial veneración en la Iglesia.
Respecto a Pedro, Jesús le entrega “las llaves del Reino de los cielos”, y le da el poder de ‘atar y desatar’, un poder que Pedro deberá ejercer no como autoritarismo y dominación, sino desde la conciencia de su debilidad, teniendo presentes las tres preguntas de Jesús: “¿Me amas… Me amas… Me quieres?” Como dijo el Papa León XIV en la homilía de inicio de su ministerio petrino: «¿Cómo puede Pedro llevar a cabo esta tarea? El Evangelio nos dice que es posible sólo porque ha experimentado en su propia vida el amor infinito e incondicional de Dios, incluso en la hora del fracaso y la negación». Será entonces cuando podrá realmente apacentar el rebaño del Señor y llevar a cabo lo que Jesús le había dicho: “Cuando te hayas convertido, confirma a tus hermanos”. (Lc 22, 32)
Ésta es la misión y el estilo que deben seguir los sucesores de Pedro, los Papas, como también expresó León XIV en su homilía: «Fui elegido sin tener ningún mérito y, con temor y temblor, vengo a vosotros como un hermano que quiere hacerse siervo de vuestra fe y de vuestra alegría, caminando con vosotros por el camino del amor de Dios. No se trata nunca de atrapar a los demás con el sometimiento, con la propaganda religiosa o con los medios del poder, sino que se trata siempre y solamente de amar como lo hizo Jesús».
Por eso, el Papa, sea quien sea, es querido en la Iglesia como el ‘gran puente’ (‘Sumo Pontífice’) que, por medio de su ministerio, ‘nos confirma en la fe’ y nos enseña a acercarnos, también conscientes de nuestra debilidad y pecado, al encuentro con el amor misericordioso de Dios
En cuanto a Pablo, de quien hablamos más extensamente en la fiesta de su conversión (25 de enero), siempre realizó su misión entre los gentiles en comunión con Pedro, y aprendieron a superar las discrepancias y obstáculos desde la común experiencia de su amor por Cristo.
actuar
La Solemnidad de hoy nos debe llevar a valorar y agradecer este regalo que hemos recibido desde Pedro, el primer Papa, y desde Pablo, el gran Apóstol de los gentiles, y que han continuado sus sucesores, los Papas y Obispos. Hoy es ocasión, para nosotros y para los demás, de clarificar lo que es y significa la figura del Papa, sin quedarnos en la persona concreta ni en el ‘ropaje externo’, sino en lo que representa: Cristo Resucitado continúa su misión evangelizadora para que encontremos la salvación que Él nos ofrece, y uno de los modos de hacerlo es servirse del sucesor de Pedro, el Papa, para que continúe ‘confirmando en la fe’ a todos los que somos y formamos la Iglesia.
DOCUMENTO FINAL
POR UNA IGLESIA SINODAL:
COMUNIÓN, PARTICIPACIÓN Y MISIÓN
Parte II - En la barca, juntos
61. Dentro de la comunidad cristiana, hay que prestar una atención especial a los niños: no sólo tienen necesidad de ser acompañados en la aventura de crecer, sino que tienen mucho que aportar a la comunidad de los creyentes. Cuando los apóstoles discuten entre ellos quién es el más grande, Jesús pone en el centro a un niño, presentándolo como criterio para entrar en el Reino (cf. Mc 9, 33-37). La Iglesia no puede ser sinodal sin la aportación de los niños, portadores de un potencial misionero que hay que valorizar. Su voz es necesaria para la comunidad: debemos escucharla y comprometernos para que todos en la sociedad la escuchen, especialmente los que tienen responsabilidades políticas y educativas. Una sociedad que no sabe acoger y cuidar a los niños es una sociedad enferma; el sufrimiento que muchos de ellos padecen a causa de la guerra, la pobreza y el abandono, los abusos y el tráfico es un escándalo que requiere el valor de la denuncia y el compromiso de la solidaridad.
62. Los jóvenes tienen también una contribución que aportar a la renovación sinodal de la Iglesia. Son particularmente sensibles a los valores de fraternidad y de compartir, al tiempo que rechazan las actitudes paternalistas o autoritarias. A veces su actitud hacia la Iglesia aparece como una crítica, pero a menudo adopta la forma positiva de un compromiso personal a favor de una comunidad acogedora, comprometida en la lucha contra la injusticia social y en el cuidado de la casa común. La petición de “caminar juntos en la vida cotidiana”, planteada por los jóvenes en el Sínodo a ellos dedicado en 2018, corresponde exactamente al horizonte de una Iglesia sinodal. Por eso, es esencial ofrecerles un acompañamiento atento y paciente; en particular, merece ser asumida la propuesta, surgida gracias a su contribución, de “una experiencia de acompañamiento con vistas al discernimiento”, que incluye la vida fraterna compartida con educadores adultos, un compromiso apostólico para vivir juntos al servicio de los más necesitados; la oferta de una espiritualidad enraizada en la oración y la vida sacramental (cf. Documento final de la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”, 161).
63. Al promover la corresponsabilidad en la misión de todos los bautizados, reconocemos las capacidades apostólicas de las personas con discapacidades que se sienten llamadas y enviadas como sujetos activos de evangelización. Queremos valorar la aportación que proviene de la inmensa riqueza de humanidad que traen consigo. Reconocemos sus experiencias de sufrimiento, marginación, discriminación, a veces sufridas incluso dentro de la propia comunidad cristiana, debido a actitudes paternalistas de lástima. Para favorecer su participación en la vida y misión de la Iglesia, se propone la creación de un Observatorio Eclesial de la Discapacidad.
64. Entre las vocaciones con las que la Iglesia se enriquece, destaca la de los esposos. El Concilio Vaticano II enseñó que “tienen en su modo y estado su carisma propio dentro del Pueblo de Dios” (LG 11). El sacramento del matrimonio confiere una misión particular que concierne al mismo tiempo a la vida de la familia, a la edificación de la Iglesia y al compromiso en la sociedad. En particular, en los últimos años ha crecido la conciencia de que las familias son sujetos y no sólo destinatarios de la pastoral familiar. Por eso necesitan encontrarse y trabajar en red, también con la ayuda de las instituciones eclesiales dedicadas a la educación de niños y jóvenes. Una vez más, la Asamblea expresa su propia cercanía y apoyo a todos aquellos que viven una condición de soledad como elección de fidelidad a la tradición y al magisterio de la Iglesia in materia matrimonial y de ética sexual, en la que reconocen una fuente de vida.
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