miércoles, 24 de septiembre de 2025

HOJA PARROQUIAL. DOMINGO XXVI DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C

                                    

                                           
            


HOJA PARROQUIAL

27 y 28 de Septiembre de 2025

Domingo XXVI del Tiempo Ordinario. Ciclo C



ENLACE A TODOS LOS PORTALES DE LA PARROQUIA


Parroquias de Ntra. Sra. de la Concepción,
de Ntra. Sra. del Carmen
y de San Joaquín y Santa Ana



“Recibiste bienes, y Lázaro males; ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado


LECTURAS

 



Primera lectura del Profeta Amós 6, 1a. 4-7


Esto dice el Señor omnipotente:
«¡Ay de aquellos que se sienten seguros en Sion, confiados en la montaña de Samaría!

Se acuestan en lechos de marfil, se arrellanan en sus divanes, comen corderos del rebaño y terneros del establo; tartamudean como insensatos e inventan como David instrumentos musicales; beben el vino en elegantes copas, se ungen con el mejor de los aceites pero no se conmueven para nada por la ruina de la casa de José.

Por eso irán al destierro, a la cabeza de los deportados, y se acabará la orgía de los disolutos».



Salmo 145, 7. 8-9a. 9bc-10 R/. Alaba, alma mía, al Señor.


El Señor mantiene su fidelidad perpetuamente,
hace justicia a los oprimidos,
da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos. R/.

El Señor abre los ojos al ciego,
Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos.
El Señor guarda a los peregrinos. R/.

Sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad. R/.


Segunda lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a Timoteo 6, 11-16


Hombre de Dios, busca la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre.

Combate el buen combate de la fe, conquista la vida eterna, a la que fuiste llamado y que tú profesaste noblemente delante de muchos testigos.

Delante de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Cristo Jesús, que proclamó tan noble profesión de fe ante Poncio Pilato, te ordeno que guardes el mandamiento sin mancha ni reproche hasta la manifestación de nuestro Señor Jesucristo, que, en el tiempo apropiado, mostrará el bienaventurado y único Soberano, Rey de los reyes y Señor de los señores, el único que posee la inmortalidad, que habita una luz inaccesible, a quien ningún hombre ha visto ni puede ver.

A él honor y poder eterno. Amén.


Evangelio según San Lucas 16, 19-31


En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:
«Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día.

Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico.

Y hasta los perros venían y le lamían las llagas.

Sucedió que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán.

Murió también el rico y fue enterrado. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritando, dijo:
“Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas”.

Pero Abrahán le dijo:
“Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado.

Y, además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que los que quieran cruzar desde aquí hacia vosotros no puedan hacerlo, ni tampoco pasar de ahí hasta nosotros”.

Él dijo:
“Te ruego, entonces, padre, que le mandes a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos: que les dé testimonio de estas cosas, no sea que también ellos vengan a este lugar de tormento”.

Abrahán le dice:
“Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen”.

Pero él le dijo:
“No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a ellos, se arrepentirán”.

Abrahán le dijo:
“Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto”».







Los textos son cogidos de la página de 







ver



Un refrán muy popular afirma: “No hay peor ciego que el que no quiere ver”, y que no tiene que ver con la incapacidad física de percibir con los ojos. Significa que es inútil tratar de convencer a alguien de algo que no quiere aceptar, porque su cerrazón es más fuerte que la evidencia o los argumentos racionales que se le presentan. Y es la peor forma de ceguera porque es uno mismo quien elige y decide permanecer en el error.




juzgar


La Palabra de Dios que hemos escuchado nos muestra que ese refrán puede aplicarse a quienes viven con lujo en países empobrecidos, y en general a nuestras sociedades del llamado “primer mundo”; y, como nosotros formamos esa sociedad, también el refrán se aplica a nosotros. 

En la 1ª lectura hemos escuchado: “Ay de aquéllos que se sienten seguros… se arrellanan en sus divanes… beben… pero no se conmueven para nada por la ruina de la casa de José”. Y en la parábola del Evangelio Jesús cuenta que “había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día. Y un mendigo llamado Lázaro esta echado en su portal, cubierto de llagas y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico”. La Palabra de Dios denuncia a quienes, teniendo delante situaciones de necesidad, tanto materiales como de otro tipo, “no quieren verlas”, pretenden vivir y actuar como si no existieran. Y también nosotros corremos el peligro de caer en esto porque «cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás, no nos interesan sus problemas, ni sus sufrimientos, ni las injusticias que padecen… Entonces nuestro corazón cae en la indiferencia: yo estoy relativamente bien y a gusto, y me olvido de quienes no están bien. Esta actitud egoísta, de indiferencia, ha alcanzado hoy una dimensión mundial, hasta tal punto que podemos hablar de una globalización de la indiferencia». (Papa Francisco, Mensaje Cuaresma 2015). Nos convertimos en “espectadores” pasivos de las situaciones de sufrimiento que la mayor parte de la humanidad está viviendo. Las personas que están pidiendo limosna en las puertas de los supermercados, o durmiendo en la calle, se ha convertido en “parte del paisaje” y, salvo excepciones, no nos provocan ninguna reacción. 

Y esa indiferencia, ese “ser espectadores”, nos va llevando a convertirnos en “ciegos que no quieren ver”. A veces de un modo consciente, y otras sin darnos cuenta, porque como también dijo el Papa Francisco: «Estamos saturados de noticias e imágenes tremendas que nos narran el sufrimiento humano y, al mismo tiempo, sentimos toda nuestra incapacidad para intervenir» (Mensaje Cuaresma 2015), nos sentimos impotentes y por eso «algunas personas prefieren no buscar, no informarse y viven su bienestar y su comodidad indiferentes al grito de dolor de la humanidad que sufre». (Mensaje Jornada Mundial de la Paz 2016) Y hoy en día lo tenemos muy fácil para quitarnos de delante los sufrimientos de los demás: cambiamos de canal de televisión, deslizamos el dedo en la pantalla para pasar a otra cosa, vemos quién llama y no respondemos… 

Pero esta actitud acarrea unas consecuencias: aparte de que las personas necesitadas siguen sufriendo, la 1ª lectura recordaba que los indiferentes “irán al destierro”; y en la parábola del Evangelio, Abrahán decía al rico: “recuerda que recibiste tus vienes en vida y Lázaro a su vez males: por eso él aquí es consolado mientras que tú eres atormentado”. Como cristianos, sabemos que tras la muerte nos presentaremos ante Dios y, como escribió san Juan de la Cruz: «A la tarde de la vida te examinarán en el amor». Si queremos “aprobar ese examen”, no podemos ser “los peores ciegos, que no quieren ver”; por eso san Pablo indicaba en la 2ª lectura: “Busca la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre”. Y esto debe concretarse en el prójimo: «estamos llamados a que el amor, la compasión, la misericordia y la solidaridad sean nuestro verdadero programa de vida, un estilo de comportamiento en nuestras relaciones de los unos con los otros. Esto pide la conversión del corazón: que la gracia de Dios transforme nuestro corazón de piedra en un corazón de carne, capaz de abrirse a los otros con auténtica solidaridad». (Mensaje Jornada Mundial de la Paz 2016).



actuar




¿Cómo me afectan las situaciones dramáticas que se producen en el ámbito más cercano o a nivel mundial? ¿Estoy simplemente “informado” y sigo a la mía? ¿Prefiero ser ciego, “no querer ver”? 

En la parábola, Abrahán decía al rico: “Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen”. Nosotros tenemos la Palabra de Jesús Resucitado, que nos dijo que en el amor a Dios y al prójimo como a uno mismo se sostienen toda la Ley y los Profetas (Mt 22, 36-40). Ése es el camino que debemos seguir para no ser de los peores “ciegos” y entrar, como Lázaro, en el banquete del Reino.









DOCUMENTO FINAL

POR UNA IGLESIA SINODAL:

COMUNIÓN, PARTICIPACIÓN Y MISIÓN


Parte III –“Echar la red”


Sinodalidad y organismos de participación


103. La participación de los bautizados en los procesos decisionales, así como las prácticas de rendición de cuentas y de evaluación, se desarrollan a través de mediaciones institucionales, en primer lugar, los órganos de participación que, a nivel de la Iglesia local, ya prevé el derecho canónico. En la Iglesia latina, éstos son Sínodo diocesano (cf. CIC, can. 466), Consejo presbiteral (cf. CIC, can. 500, § 2), Consejo pastoral diocesano (cf. CIC, can. 514, § 341), Consejo pastoral parroquial (cf. CIC, can. 536), Consejo diocesano y parroquial para los asuntos económicos (cf. CIC, cc. 493 y 537). En las Iglesias orientales católicas son: Asamblea eparquial (cf. CCEO, cc. 235 ss.), Consejo eparquial para asuntos económicos (cf. CCEO, cc. 262 ss.), Consejo presbiteral (cf. CCEO can. 264), Consejo pastoral eparquial (cf. CCEO cc. 272 ss.), Consejos parroquiales (cf. CCEO can. 295). Los miembros lo son en función de su rol eclesial, según sus responsabilidades diferenciadas en las distintas capacidades (carismas, ministerios, experiencia o competencia, etc.). Cada uno de estos organismos participa en el discernimiento necesario para el anuncio inculturado del Evangelio, la misión de la comunidad en su propio ambiente y el testimonio de los bautizados que la componen. También les competen los procesos decisionales en las formas establecidas y constituyen un ámbito para la rendición de cuentas y la evaluación, ya que a su vez deben evaluar y rendir cuentas de su labor. Los organismos de participación constituyen uno de los ámbitos de actuación más prometedores para una rápida aplicación de las orientaciones sinodales que conduzca a cambios perceptibles a corto plazo.


104. Una Iglesia sinodal se basa en la existencia, eficiencia y vitalidad efectiva, y no meramente nominal, de estos órganos de participación, así como en su funcionamiento conforme a las disposiciones canónicas o a la costumbre legítima, y en el cumplimiento de los estatutos y reglamentos que los rigen. Por esta razón, deberían ser obligatorios, como se requiere en todas las etapas del proceso sinodal, y poder desempeñar plenamente su papel, no de manera puramente formal, sino de forma adecuada a los diferentes contextos locales.

105. En esta misma línea, resulta oportuno intervenir en el funcionamiento de estos organismos, empezando por la adopción de una metodología de trabajo sinodal. La Conversación en el Espíritu, con las adaptaciones oportunas, puede ser un punto de referencia. Debe prestarse especial atención al modo de designación de los miembros. Cuando no esté prevista la elección, deberá realizarse una consulta sinodal que exprese lo más posible la realidad de la comunidad o de la Iglesia local, y la autoridad deberá hacer el nombramiento en función de sus resultados, respetando la articulación entre consulta y deliberación descrita anteriormente. También debe preverse que los miembros de los Consejos pastorales diocesanos y parroquiales tengan la facultad de proponer temas para su inclusión en el orden del día, de forma análoga a lo que sucede con los miembros del Consejo presbiteral.

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