HOJA PARROQUIAL
15 y 16 de Noviembre de 2025
Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario. Ciclo C
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“Con vuestra perseverancia salvarán vuestras almas”
LECTURAS
Primera lectura del Profeta Malaquías 3, 19-20a
He aquí que llega el día, ardiente como un horno, en el que todos los orgullosos y malhechores serán como paja; los consumirá el día que está llegando, dice el Señor del universo, y no les dejará ni copa ni raíz.
Pero a vosotros, los que teméis mi nombre, os iluminará un sol de justicia y hallaréis salud a su sombra.
Salmo 97, 5-6 7-8. 9 R/. El Señor llega para regir la tierra con justicia.
Segunda lectura de la segunda carta del Apóstol San Pablo a los Tesalonicenses 3, 7-12
Hermanos:
Ya sabéis vosotros cómo tenéis que imitar nuestro ejemplo: No vivimos entre vosotros sin trabajar, no comimos de balde el pan de nadie, sino que con cansancio y fatiga, día y noche, trabajamos a fin de no ser una carga para ninguno de vosotros.
No porque no tuviéramos derecho, sino para daros en nosotros un modelo que imitar.
Además, cuando estábamos entre vosotros, os mandábamos que si alguno no quiere trabajar, que no coma.
Porque nos hemos enterado de que algunos viven desordenadamente, sin trabajar, antes bien metiéndose en todo.
A esos les mandamos y exhortamos, por el Señor Jesucristo, que trabajen con sosiego para comer su propio pan.
Evangelio según San Lucas 21, 5-19
Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico.
Porque es necesario que eso ocurra primero, pero el fin no será enseguida».
Habrá también fenómenos espantosos y grandes signos en el cielo.
Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, y haciéndoos comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre. Esto os servirá de ocasión para dar testimonio.
Por ello, meteos bien en la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro.
Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os entregarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán a causa de mi nombre.
Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».
Los textos son cogidos de la página de
ver
Algo que estamos experimentando con fuerza en este siglo XXI es nuestra fragilidad y vulnerabilidad: crisis económica, catástrofes naturales cada vez más violentas, la pandemia del coronavirus, guerras, consecuencias del cambio climático… En cualquier momento y por muchas circunstancias nuestra vida puede dar un vuelco y, como dijo el Papa Francisco en su oración extraordinaria durante la pandemia, esto «deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades». Pero, a la vez, esta conciencia de fragilidad y vulnerabilidad puede tener un aspecto positivo: «Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente».
juzgar
Esto ha de llevarnos a tener presente lo que también dijo el Papa Francisco: «En esta barca, estamos todos. Descubrimos que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino sólo juntos». Hoy, como Iglesia, celebramos la Jornada Mundial de los Pobres, este año con el lema: ‘Tú, Señor, eres mi esperanza’, unas palabras que, como dice el Papa León XIV en su Mensaje, «brotan de un corazón oprimido por grandes dificultades» (1). A todos nos pueden afectar grandes dificultades, por lo que todos, en un momento dado, podemos ser y sentirnos ‘pobres’. De ahí la llamada a vivir la esperanza cristiana: «Reconociendo que Dios es nuestra primera y única esperanza, nosotros también realizamos el paso de las esperanzas efímeras a la esperanza duradera» (5).
Como «en esta barca estamos todos», en ese ‘nosotros’ están también incluidos quienes sufren en propia carne la pobreza en su aspecto más dramático, y el Señor nos llama a ayudarles a que descubran ‘la esperanza que no defrauda’, como indica la Bula de convocación del Jubileo. «La invitación bíblica a la esperanza conlleva el deber de asumir responsabilidades coherentes en la historia, sin dilaciones. La pobreza tiene causas estructurales que deben ser afrontadas y eliminadas. Mientras esto sucede, todos estamos llamados a crear nuevos signos de esperanza que testimonien la caridad cristiana, como lo hicieron muchos santos y santas de todas las épocas» (5).
En la 2ª lectura, san Pablo decía: “Ya sabéis vosotros cómo tenéis que imitar nuestro ejemplo”. En este sentido, el Papa León ha publicado recientemente su exhortación apostólica ‘Dilexi te’ (‘Te he amado’), sobre el amor a los pobres, y nos recuerda que «la vida de las primeras comunidades eclesiales se nos ofrece como ejemplo a imitar y como testimonio de la fe que obra por medio de la caridad, y que continúa como exhortación permanente para las generaciones venideras» (34). Y que «el cuidado de los pobres forma parte de la gran Tradición de la Iglesia, como un faro de luz que, desde el Evangelio, ha iluminado los corazones y los pasos de los cristianos de todos los tiempos. Por tanto, debemos sentir la urgencia de invitar a todos a sumergirse en este río de luz y de vida que proviene del reconocimiento de Cristo en el rostro de los necesitados y de los que sufren. El amor a los pobres es un elemento esencial de la historia de Dios con nosotros. El amor a los que son pobres —en cualquier modo en que se manifieste dicha pobreza— es la garantía evangélica de una Iglesia fiel al corazón de Dios» (103).
actuar
‘Tú, Señor, eres mi esperanza’. «No es casualidad que la Jornada Mundial de los Pobres se celebre hacia el final de este año de Jubileo. Cuando se cierre la Puerta Santa, tendremos que transmitir los dones divinos que han sido derramados a lo largo de todo un año de oración, conversión y testimonio. Los pobres no son objetos de nuestra pastoral, sino sujetos creativos que nos estimulan a encontrar siempre formas nuevas de vivir el Evangelio hoy (6). Los pobres son para la Iglesia los hermanos y hermanas más amados, porque cada uno de ellos nos provoca a tocar con las manos la verdad del Evangelio. Por eso, la Jornada Mundial de los Pobres quiere recordar a nuestras comunidades que los pobres están en el centro de toda la acción pastoral. No sólo de su dimensión caritativa, sino también de lo que la Iglesia celebra y anuncia. Dios ha asumido su pobreza para enriquecernos a través de sus voces, sus historias, sus rostros. Toda forma de pobreza, sin excluir ninguna, es un llamado a vivir concretamente el Evangelio y a ofrecer signos eficaces de esperanza» (5).
DOCUMENTO FINAL
POR UNA IGLESIA SINODAL:
COMUNIÓN, PARTICIPACIÓN Y MISIÓN
125. Las Conferencias Episcopales expresan y ponen en práctica la colegialidad de los Obispos para favorecer la comunión entre las Iglesias y responder más eficazmente a las necesidades de la vida pastoral. Son un instrumento fundamental para crear vínculos, compartir experiencias y buenas prácticas entre las Iglesias, adaptando la vida cristiana y la expresión de la fe a las diferentes culturas. También desempeñan un papel importante en el desarrollo de la sinodalidad, con la participación de todo el Pueblo de Dios. Sobre la base de lo que surgió durante el proceso sinodal, se propone:
a) recoger los frutos de la reflexión sobre el estatuto teológico y jurídico de las Conferencias Episcopales;
b) precisar el ámbito de la competencia doctrinal y disciplinar de las Conferencias Episcopales. Sin comprometer la autoridad del Obispo en la Iglesia que le ha sido confiada, ni poner en peligro la unidad y la catolicidad de la Iglesia, el ejercicio colegial de esta competencia puede favorecer la auténtica enseñanza de la única fe de manera adecuada e inculturada en los diversos contextos, identificando las expresiones litúrgicas, catequéticas, disciplinares, pastorales, teológicas y espirituales apropiadas (cf. AG 22);
c) realizar una evaluación de la experiencia del funcionamiento efectivo de las Conferencias Episcopales, de las relaciones entre los Episcopados y con la Santa Sede, con el fin de identificar las reformas concretas a realizar. Las visitas ad limina Apostolorum podrían ser una ocasión propicia para dicha evaluación;
d) garantizar que todas las diócesis formen parte de una Provincia Eclesiástica y de una Conferencia Episcopal (cf. CD 40);
e) precisar el vínculo eclesial que las decisiones tomadas por una Conferencia Episcopal generan, respecto a su propia diócesis, para cada Obispo que haya participado en esas mismas decisiones;
126. En el proceso sinodal, las siete Asambleas Eclesiales Continentales, celebradas a comienzos de 2023, representaron una novedad significativa y son un legado que hay que valorar como una forma eficaz de poner en práctica la enseñanza del Concilio sobre el valor de “cada gran territorio sociocultural” en la búsqueda de “una acomodación más profunda en todo el ámbito de la vida cristiana” (AG 22). Su estatuto teológico y canónico, así como el de las agrupaciones continentales de Conferencias Episcopales, deberá clarificarse mejor para poder explotar su potencial para el ulterior desarrollo de una Iglesia sinodal. Corresponde especialmente a los presidentes de las agrupaciones continentales de Conferencias Episcopales alentar y apoyar la prosecución de esta experiencia.
127. En las asambleas eclesiales (regionales, nacionales, continentales) los miembros, que expresan y representan la variedad del Pueblo de Dios (incluidos los Obispos), participan en el discernimiento que permitirá a los Obispos, colegialmente, tomar las decisiones a las que están obligados en virtud del ministerio que les ha sido confiado. Esta experiencia muestra cómo la sinodalidad permite articular concretamente la implicación de todos (el Pueblo santo de Dios) y el ministerio de algunos (el colegio episcopal) en el proceso de toma de decisiones sobre la misión de la Iglesia. Se propone que el discernimiento pueda incluir, en formas adaptadas a la diversidad de los contextos, espacios de escucha y diálogo con los otros cristianos, representantes de otras religiones, instituciones públicas, organizaciones de la sociedad civil y la sociedad en general.
128. A causa de particulares situaciones sociales y políticas, algunas Conferencias Episcopales tienen dificultades para participar en asambleas continentales o en organismos eclesiales supranacionales. Estará a cargo de la Santa Sede el ayudar a estas Conferencias Episcopales promoviendo el diálogo y la confianza recíproca con los Estados, para que se les dé la posibilidad de entrar en relación con otras Conferencias Episcopales, con vistas al intercambio de dones.









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