miércoles, 1 de noviembre de 2023

HOJA PARROQUIAL. DOMINGO XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO A

    

   




HOJA PARROQUIAL

4 y 5 de Noviembre del 2023

                   Domingo XXXI del tiempo ordinario. Ciclo A

Parroquias de Ntra. Sra. de la Concepción,
de Ntra. Sra. del Carmen
y de San Joaquín y Santa Ana





“ El primero entre vosotros será vuestro servidor ”



  


  


    La liturgia de hoy nos muestra como Dios sigue llamando a cada uno de nosotros, sus hijos,  para integrarnos en su proyecto de amor, dándonos pautas en su seguimiento para transformar nuestras vidas desde la misericordia y la compasión. Además nos convoca para darnos a conocer de una manera sencilla y comprensible,  su deseo de comunicarnos su vida, su gracia y su perdón.


    Por eso,  Jesús nos invita a vivir nuestra vida cristina desde la alegría, la entrega y el servicio y no convertirnos en  profesionales legalistas de la religión que dicen y no hacen, enseñan y no cumplen sus propias enseñanzas viviendo lejos de la realidad de la gente. Al contrario,  se refugian en los cultos vacíos buscando honores y privilegios. Jesús nos quiere humildes y sencillos, todos somos hermanos y estamos invitados a construir juntos una Iglesia cada vez más evangélica y sinodal.


    Por eso, es importante discernir en el hoy de la historia el hoy de un Dios compasivo y misericordioso, captando las nuevas oportunidades y encontrar caminos siempre nuevos para proclamar su evangelio, “remando mar adentro” con confianza, abandonando las orillas conocida y segura, para desarrollar una pastoral sinodal y de proximidad.



LECTURAS



Primera lectura de la profecía de Malaquías 1, 14b-2, 2b. 8-10


«Yo soy un gran rey,
dice el Señor del universo,
y todas las naciones temen mi nombre.
Esto es lo que os mando, sacerdotes:
Si no escucháis y no ponéis todo vuestro corazón en glorificar mi nombre, dice el Señor del universo, os enviaré la maldición.

Os habéis separado del camino recto y habéis hecho que muchos tropiecen en la ley, invalidando la alianza de Leví, dice el Señor del universo.

Pues yo también os voy a hacer despreciables y viles para todo el pueblo, ya que vuestra boca no ha guardado el camino recto y habéis sido parciales en la aplicación de la ley.

¿No tenemos todos un mismo padre?
¿No nos creó el mismo Dios?
¿Por qué entonces nos traicionamos unos a otros profanando la alianza de nuestros padres?


Salmo 130, 1. 2. 3 R. Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor.


Señor, mi corazón no es ambicioso,
ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas
que superan mi capacidad. R/.

Sino que acallo y modero mis deseos,
como un niño en brazos de su madre;
como un niño saciado
así está mi alma dentro de mí. R/.

Espere Israel en el Señor
ahora y por siempre. R/.


Segunda lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 2, 7b-9. 13


Hermanos:
Nos portamos con delicadeza entre vosotros, como una madre que cuida con cariño de sus hijos.

Os queríamos tanto que deseábamos entregaros no solo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas, porque os habíais ganado nuestro amor.

Recordad, hermanos, nuestros esfuerzos y fatigas; trabajando día y noche para no ser gravosos a nadie, proclamamos entre vosotros el Evangelio de Dios.

Por tanto, también nosotros damos gracias a Dios sin cesar, porque, al recibir la palabra de Dios que os predicamos, la acogisteis no como palabra humana, sino, cual es en verdad, como palabra de Dios que permanece operante en vosotros los creyentes.


Evangelio según san Mateo 23, 1-12


En aquel tiempo, habló Jesús a la gente y a sus discípulos, diciendo:

«En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen. Lían fardos pesados y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar.

Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y agrandan las orlas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias en las plazas y que la gente los llame “rabbí”.

Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar “rabbí”, porque uno solo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos.

Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo.

No os dejéis llamar maestros, porque uno solo es vuestro maestro, el Mesías.

El primero entre vosotros será vuestro servidor.

El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».






1. La experiencia del proceso sinodal 


   20. Un obstáculo especialmente importante para caminar juntos es el escándalo de los abusos cometidos por miembros del clero o por personas que ejercen cargos eclesiásticos: en primer lugar los abusos contra menores y personas vulnerables, pero también los de otro tipo (espirituales, sexuales, económicos, de autoridad, de conciencia). Es una herida abierta que sigue infligiendo dolor a las víctimas y a los supervivientes, a sus familias y a las comunidades: «se ha hecho constante referencia al impacto de la crisis de los abusos sexuales del clero [...]. Para muchos, las consecuencias siguen siendo un tema espinoso y sin resolver. Se ha advertido la urgencia de reconocer el horror y el mal causados, y de aumentar los esfuerzos para proteger a los vulnerables, reparar el daño hecho a la autoridad moral de la Iglesia y reconstruir la confianza. Algunas diócesis informaron de que los participantes querían que reconocieran y enmendaran los abusos del pasado» (CE Australia). Una cuidadosa y dolorosa reflexión sobre el legado de los abusos llevó a muchos grupos sinodales a pedir un cambio en la cultura eclesial con miras a una mayor transparencia, responsabilidad y corresponsabilidad. 


    21. Finalmente, en demasiados países el proceso sinodal se ha topado con las guerras que ensangrientan nuestro mundo, «dando rienda suelta a fanatismos de todo tipo y a persecuciones, incluso masacres. Se han observado formas de incitación sectaria y étnica que han degenerado en conflictos armados y políticos a menudo sangrientos» (Iglesia maronita). Son especialmente dolorosas las situaciones en las que los cristianos, incluyendo los católicos, viven en países en guerra entre sí. Incluso en estas situaciones de fragilidad, que hacen más intenso el encuentro con el Señor crucificado y resucitado, las comunidades cristianas han sabido acoger la invitación que se les ha hecho a construir experiencias de sinodalidad y a reflexionar sobre lo que significa caminar juntos, expresando el deseo de seguir haciéndolo: «en relación con la tragedia del genocidio contra los tutsis, que tanto ha dividido al pueblo ruandés, debería profundizarse mejor el tema de la comunión, con vistas a una auténtica sanación de la memoria colectiva. Este Sínodo nos ha hecho comprender mejor que la pastoral de la unidad y la reconciliación debe seguir siendo una prioridad» (CE Ruanda).


1.2 La dignidad bautismal común 


    22. Las prácticas de la sinodalidad vivida han constituido «un momento crucial y precioso para darse cuenta de cómo todos, por el bautismo, compartimos la dignidad y la vocación común de participar en la vida de la Iglesia» (CE Etiopía). Esta referencia fundacional al bautismo —en términos no abstractos, sino como una identidad realmente percibida— pone inmediatamente en primer plano el vínculo entre la forma sinodal de la Iglesia y la posibilidad de cumplir su misión: «ha crecido la conciencia de la importancia de que quienes han recibido la gracia del bautismo caminen juntos, compartiendo y discerniendo a qué les llama la voz del Espíritu. Hay una profunda toma de conciencia de que en una Iglesia sinodal caminar juntos es el camino para ser una Iglesia misionera» (CE Japón). Muchas Iglesias locales, en contextos en los que están presentes muchas confesiones cristianas, ponen de relieve la dignidad bautismal común a todos los cristianos y la misión común al servicio del Evangelio: un proceso sinodal no está completo sin el encuentro con las hermanas y hermanos de otras confesiones, sin compartir y dialogar con ellos y sin comprometerse en acciones comunes. Las síntesis expresan el deseo de un diálogo ecuménico más profundo y la necesidad de formación a este respecto. 

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