jueves, 11 de abril de 2024

HOMILÍA DE LA VIGILIA PASCUAL

Vigilia Pascual de la resurrección del Señor

Queridos hermanos y hermanas

En esta gloriosa mañana de Pascua, os deseo de corazón alegría, paz y la esperanza inquebrantable que brota de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo.

 

Pensad en esto: ¿cuál es el elemento más esencial para nuestra vida física? Sin dudarlo un instante, respondemos: el aliento. Nos sostiene, nos mantiene vivos. En el ámbito de la fe, la Pascua desempeña el mismo papel esencial. La resurrección de Cristo es la base sobre la que se asienta nuestra vida cristiana. Los Evangelios no se limitan a relatar la resurrección; es la resurrección la que da vida a los Evangelios. Es a partir de este gran clímax que el viaje cristiano toma verdaderamente vuelo. Creer en la resurrección no es un aditamento de la fe cristiana; es la esencia misma de la fe cristiana.

 

Profundicemos hoy en el corazón de la Pascua reflexionando sobre tres preguntas clave: ¿Qué es la Pascua? ¿Cómo entendemos la resurrección? Y, por último, ¿qué mensaje tiene para nosotros la Pascua?

 

¿Qué es esta Pascua? En toda la historia de la humanidad, ningún acontecimiento es comparable a la magnitud de la resurrección de Cristo. La resurrección marca un giro decisivo y nos asegura que la muerte no es el fin último. Pasando las páginas de la historia, descubrimos que el Domingo de Resurrección fue la primera y más importante fiesta celebrada por las comunidades cristianas, remontándose hasta el siglo I. Todas las demás fiestas cristianas, incluso la querida Navidad, surgieron mucho más tarde. Hoy tenemos el domingo como día del Señor. Esto se debe a la Pascua. Incluso hoy, los judíos, con quienes compartimos nuestras raíces, tienen el sábado como día de reposo. La Pascua deriva de Eostre, la fiesta que se celebraba en primavera. Así, la Pascua señala una nueva vida de primavera basada en la nueva esperanza. La Pascua es una melodía memorable que da sentido a nuestras vidas.

 

¿La idea de la muerte nos llena de miedo? En la obra de Shakespeare Julio César, el propio César tranquiliza a su esposa, preocupada por su encuentro con Bruto: "De todas las maravillas que aún he oído, me parece más extraño que la gente tema la muerte, un final necesario, llegará cuando tenga que llegar". La Pascua nos da el valor para afrontar la muerte sin miedo. Proclama con claridad inquebrantable que la muerte no es más que una coma, no un punto final, en nuestro camino hacia Dios. Justo antes de su martirio, el arzobispo Óscar Romero pronunció estas poderosas palabras: "Muchas veces me han amenazado de muerte. Debo decirles que, como cristiano, no creo en la muerte sin resurrección. Si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño". La Pascua se levanta desafiante contra la muerte.

 

¿Cómo entendemos el hecho de la resurrección? ¿Se basa únicamente en la tumba vacía, o apelamos a nuestro corazón? La tumba vacía es sólo un símbolo para que entremos y experimentemos la resurrección. Miremos en la Escritura. En el Antiguo Testamento no se cree en la vida después de la muerte. El Salmo 115, 17 dice: "Los muertos no alaban al Señor". En las etapas medias surge la creencia. Esto lo podemos ver en Is 26,19 (vuestros muertos vivirán), Ez 37 (la visión del valle lleno de huesos secos) y en el escrito apocalíptico de Daniel 12,2. En el Nuevo Testamento, Pablo lo explica maravillosamente en su carta a los primeros Corintios, capítulo 15. La prueba de la resurrección va más allá de las expectativas humanas en el Evangelio. La tradición judía no admitía a las mujeres como testigos válidos, pero aquí son las primeras portadoras de la buena nueva pascual. La primera lectura refuerza aún más este punto. Se centra en la vida de los discípulos antes y después de la resurrección. Estos doce hombres, testigos de Cristo resucitado, lo proclamaron durante cuarenta años, inquebrantables incluso ante las palizas, la tortura, el encarcelamiento y, finalmente, el martirio. Lo soportaron todo por esta verdad.

 

¿Qué mensaje tiene para nosotros la Pascua? La Pascua no es un simple final feliz de una historia. Es algo mucho más poderoso. Imagínate en un momento de desesperación total, cuando toda esperanza parece perdida. La Pascua es Dios tendiéndote la mano en ese preciso momento.

 

Piensa en Roslin, una mujer confinada a una silla de ruedas que conocí durante mis estudios. Al principio, ella veía su silla como un símbolo de sus luchas. Pero entonces ocurrió algo extraordinario. Empezó a verla como su resurrección, una herramienta que le permitía vivir una vida plena. Es un recordatorio de que donde el mundo sólo ve una cruz, el cristiano ve la posibilidad de algo más.

 

La película "Quo Vadis", dirigida por Mervyn LeRoy, presenta una escena en la que el apóstol Pedro se aleja de Roma y Dios interviene y le pregunta "Quo Vadis" (¿Adónde vas?). Vuelve a Roma para estar con el pueblo en el momento de la persecución de Nerón. La resurrección nos llama a volver a nuestro trabajo con esperanza. A Pedro, el leñador, le gustaba pasarse la vida haciendo meditación. Dejó su trabajo y pasó años en meditación. Una vez iluminado, volvió a su trabajo, cortar la leña. Alguien le preguntó qué diferencia había en su vida, ya que hacía el mismo trabajo antes y después de iluminarse. Él respondió: "Ahora, corto la madera con la conciencia de que corto la madera". Estamos llamados a vivir con la conciencia de que somos el pueblo pascual, el pueblo de la esperanza, el pueblo que comunica el mensaje de la esperanza. Hoy no cantamos "Aleluya" simplemente porque Jesús resucitó de entre los muertos, sino porque nosotros también hemos resucitado con él. Somos pueblo pascual y el Aleluya es nuestro canto.  Amén.


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