jueves, 11 de abril de 2024

HOMILÍA DEL LUNES DE LA OCTAVA DEL PADRE VIJIBOSE

 Lunes de la Octava de Pascua

Queridos hermanos y hermanas

En este lunes de Pascua, el Evangelio (cf. Mt 28,8-15) nos presenta el relato de María Magdalena y de la otra María. Llegan al sepulcro de Jesús, lo encuentran vacío y ven a un Ángel que les anuncia que Jesús ha resucitado. No encuentran sentido a todo esto. Justo antes de llegar al sepulcro, hablaban: "¿Quién nos quitará la piedra de la entrada del sepulcro?". Ahora, la piedra es removida, la tumba de Jesús está abierta, vacía y ellas escuchan la noticia de que Jesús ha resucitado. El asombro de las mujeres es también nuestro asombro. En su mensaje Urbi Et Orbi en este día de Pascua, el Papa Francisco dice que un nuevo camino conduce a través de esa tumba vacía: el camino que ninguno de nosotros, sino sólo Dios, podría abrir: el camino de la vida en medio de la muerte, el camino de la paz en medio de la guerra, el camino de la reconciliación en medio del odio, el camino de la fraternidad en medio de la hostilidad. La resurrección nos llena de esperanza y de valor, de lo que somos testigos en la primera lectura de hoy.

 

La segunda parte del Evangelio pone de relieve la fabricación de la verdad de la resurrección. Los que negaron a Jesús niegan ahora su resurrección. Me recuerda el dicho de Buda: 'Tres cosas no pueden ocultarse por mucho tiempo: el sol, la luna y la verdad'. Cuando Jesús dice: 'No tengáis miedo', es un mensaje tranquilizador para los corazones desesperados de que la Verdad triunfará, pase lo que pase.

 

No tengamos miedo ni dudas: Cristo, la Verdad, ha resucitado. El Papa Francisco nos invita: Proclamamos la Resurrección de Cristo cuando su luz ilumina los momentos oscuros de nuestra vida y podemos compartirla con los demás: cuando sabemos sonreír con los que sonríen y llorar con los que lloran; cuando caminamos al lado de los que están tristes y corren el riesgo de perder la esperanza; cuando contamos nuestra experiencia de fe a los que buscan sentido y felicidad. Con nuestra actitud, con nuestro testimonio, con nuestra vida, decimos: ¡Jesús ha resucitado! Digámoslo con toda el alma. Amén.


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