Viernes Santo
La Cruz: Símbolo de carga o de bendición
Queridos hermanos y hermanas
Todos los años, el Viernes Santo, los sacerdotes se pueden plantear una cuestión importante: predicar o no predicar una homilía... después de haber leído un largo Evangelio: la Pasión de Cristo. También los fieles que asisten a la liturgia pueden plantearse la misma pregunta. La liturgia especial del Viernes Santo es muy significativa incluso sin el sermón. Aun así, sería útil reflexionar sobre algunos aspectos especiales de la Cuaresma para participar en estas experiencias espirituales especiales de manera más significativa.
Comenzamos la reflexión con una pregunta: ¿La cruz es un símbolo de carga o de bendición? Parece paradójico y de hecho lo es. Llamamos Semana Santa sólo a esta semana y Viernes Santo sólo a este viernes. ¿Qué tiene de sagrado? ¿Qué tiene de santo la traición de un amigo, la negación de otro amigo, el simulacro de juicio, la condena de los inocentes y la brutal violencia desatada sobre Jesús y la muerte en la cruz? Nada de esto se acerca a la definición de santidad. Pero, para Jesús, las definiciones sólo están para ser "redefinidas". Al someterse a todos los acontecimientos de la Semana Santa, Jesús quiso redefinir a Dios: un Dios dispuesto a sufrir.
La muerte por crucifixión era la tortura más dolorosa que habían inventado los romanos. La cruz era la forma de castigo más despreciada, reservada a los peores criminales. Jesús soportó los momentos más dolorosos, tanto física como mentalmente, en la cruz. ¿Por qué lo hizo? Nos amaba. San Pablo dice con razón en su carta a los Romanos: "Rara vez morirá alguien por un justo, aunque por una persona buena quizá alguien se atreva a morir. Pero Dios demuestra así su amor por nosotros: Siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros". (Rom 5,7-8). Para Jesús, la cruz fue más una bendición que una carga, ya que se convirtió en el canal de salvación para el mundo. Esta es la razón que supera todas las demás razones para llamar "Santa" a esta semana y a este día.
Personalicemos la pregunta: Hoy, ¿es la cruz una bendición o una carga en mi vida? Todas nuestras vidas llevan una cruz y nunca podemos pedir sólo alegría en nuestras vidas. Nuestra vida conlleva responsabilidades en cada etapa... estudios, trabajo, paternidad, etc. A veces no van a ser fáciles, pero cuando hay amor, tenemos una perspectiva totalmente diferente. Después de tres décadas de matrimonio, el marido notó un cambio en la forma de cocinar de su mujer. Curioso, le preguntó a qué se debía. Él le respondió amablemente: "Normalmente, encuentro pelos negros en nuestra comida, pero hoy he notado pelos blancos". El mensaje era claro: a través de años de amor, incluso los retos se afrontan con humor y comprensión.
Durante mi formación sacerdotal en una aldea india, pasé un mes inmerso en sus ritmos. Una tarde, acompañé a una abuelita a recoger leña. El camino estaba lleno de espinas y piedras. Intenté ir con cuidado, pero las espinas me pinchaban los pies a pesar de llevar sandalias. Tenía curiosidad por saber cómo hacía la abuelita para caminar descalza por un sendero tan difícil. Me sorprendió su nobleza. Con admiración y asombro, pensé:
Yo me salto las espinas, ella las quita del camino.
Mientras yo aspiro a abrirme paso, ella lo consigue.
Yo evito la situación, ella la afronta.
Yo tengo "yo" en mi mente, ella tiene "otros" en su corazón.
Recordé la invitación de San Pablo: "Llevad los unos las cargas de los otros, y así cumpliréis la ley de Cristo".
La cruz es especial porque está llena de amor, mostrándonos que Jesús siempre está ahí. Incluso en medio de la angustia, el fracaso y las pruebas de la vida, la cruz ofrece esperanza. Nos desafía: ¿llevamos nuestras cargas y las de los demás, repartiendo alegría? Los árboles susurraban: "Esta gente no deja de fabricarnos cruces. ¿Cuándo encarnarán ellos mismos a Cristo?". Jesús cargó con la cruz y trajo bendiciones a cada uno de nosotros. Amén.
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