jueves, 13 de febrero de 2025

HOJA PARROQUIAL. DOMINGO VI DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C

         

                                           
            

HOJA PARROQUIAL

15 y 16 de Febrero de 2025

Domingo VI del Tiempo Ordinario. Ciclo C



Parroquias de Ntra. Sra. de la Concepción,
de Ntra. Sra. del Carmen
y de San Joaquín y Santa Ana







ENLACE DEL DIBUJO DE FANO


“Bienaventurados los pobres. Ay de vosotros los ricos


LECTURAS




Primera lectura del Profeta Jeremías 17, 5-8


Esto dice el Señor:

«Maldito quien confía en el hombre,
y busca el apoyo de las criaturas,
apartando su corazón del Señor.

Será como cardo en la estepa,
que nunca recibe la lluvia;
habitará en un árido desierto,
tierra salobre e inhóspita.

Bendito quien confía en el Señor
y pone en el Señor su confianza.

Será un árbol plantado junto al agua,
que alarga a la corriente sus raíces;
no teme la llegada del estío,
su follaje siempre está verde;
en año de sequía no se inquieta,
ni dejará por eso de dar fruto».


Salmo 1, 1-2. 3. 4 y 6 R/. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.


Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche. R/.

Será como un árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin. R/.

No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal. R/.


Segunda lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 15, 12. 16-20


Hermanos:

Si se anuncia que Cristo ha resucitado de entre los muertos, ¿cómo dicen algunos de entre vosotros que no hay resurrección de muertos?

Pues si los muertos no resucitan, tampoco Cristo ha resucitado; y, si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido, seguís estando en vuestros pecados; de modo que incluso los que murieron en Cristo han perecido.

Si hemos puesto nuestra esperanza en Cristo solo en esta vida, somos los más desgraciados de toda la humanidad.

Pero Cristo ha resucitado de entre los muertos y es primicia de los que han muerto.


Evangelio según San Lucas 6, 17. 20-26


En aquel tiempo, Jesús bajó del monte con los Doce, se paró en una llanura con un grupo grande de discípulos y una gran muchedumbre del pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón.

Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les decía:
«Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.

Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados.

Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.

Bienaventurados vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre.

Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.

Pero, ¡ay de vosotros, los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo!

¡Ay de vosotros, los que estáis saciados, porque tendréis hambre!

¡Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis!

¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que vuestros padres hacían con los falsos profetas».


Los textos son cogidos de la página de 







ver




Desde hace unos meses estamos asistiendo al auge de la llamada ‘Inteligencia Artificial’. Los usuarios de a pie disponemos de aplicaciones que permiten la creación de textos, imágenes, canciones… que en principio no se distinguen de realizaciones hechas por seres humanos. En un nivel superior, la Inteligencia Artificial puede complementar e incluso superar y sustituir las capacidades humanas en muchos ámbitos, sobre todo en tareas como el análisis de datos, diagnósticos médicos, estudios científicos… Muchos ven en la Inteligencia Artificial la solución a todos los problemas de la humanidad, pero otros temen que se genere una excesiva dependencia de la Inteligencia Artificial y que, como indican algunos estudios serios, ‘nos vuelva más tontos’.        

 




juzgar



En la 1ª lectura hemos escuchado: “Maldito quien confía en el hombre, y busca el apoyo de las criaturas”. No hay que olvidar que la Inteligencia artificial es una “criatura” de la inteligencia humana, y por tanto debe estar subordinada a la persona, y no al contrario. Precisamente por las implicaciones y riesgos que conlleva una aplicación indiscriminada de la Inteligencia Artificial, los Dicasterios Vaticanos para la Fe, la Cultura y la Educación han publicado una “Nota sobre la relación entre la Inteligencia Artificial y la inteligencia humana”, para ayudar al discernimiento y que el desarrollo científico esté al servicio de la persona, y no convierta a ésta en un mero conjunto de datos evaluables. 

Y una de las claves es tener siempre presente la diferencia entre la Inteligencia Artificial y la inteligencia humana. Resumiendo mucho lo indicado en el documento, «aunque la Inteligencia Artificial puede simular algunos aspectos del razonamiento humano y realizar ciertas tareas con increíble rapidez y eficacia, sus capacidades representan sólo una fracción de las posibilidades más amplias de la mente humana. Aunque las capacidades de la Inteligencia Artificial parezcan infinitas, son incomparables con las capacidades humanas de captar la realidad. Se puede aprender tanto de una enfermedad, como de un abrazo de reconciliación e incluso de una simple puesta de sol. Tantas cosas que experimentamos como seres humanos y nos ofrecen la posibilidad de alcanzar una nueva sabiduría. Ningún dispositivo, que sólo funciona con datos, puede estar a la altura de éstas y otras tantas experiencias». 

Y la inteligencia humana es un reflejo de la “Inteligencia divina”, porque el ser humano ha sido creado a imagen y semejanza de Dios (cfr. Gen 1, 27). La inteligencia humana «implica la apertura de la persona a las cuestiones últimas de la vida, una orientación hacia lo Verdadero y lo Bueno. Para los creyentes, esta capacidad implica la posibilidad de crecer en el conocimiento de los misterios de Dios a través de la profundización racional de las verdades reveladas». El correcto desarrollo y uso de la Inteligencia Artificial requiere, por tanto, que la inteligencia humana refleje la Inteligencia Divina, para que sirva al bien común. 

Y en el Evangelio hemos escuchado cómo la Inteligencia Divina se guía por parámetros que difieren totalmente de la simple cuantificación de datos que guía a la Inteligencia Artificial, y también difieren de lo que en principio piensa la inteligencia humana: “Bienaventurados los pobres, los que ahora tenéis hambre, los que ahora lloráis, cuando os odien…” Jesús no está enalteciendo el sufrimiento por sí mismo, ni tampoco pretende consolar con falsas ilusiones. Jesús los llama “bienaventurados” porque son los primeros en el corazón de Dios y, también, los más capaces de poner en Dios su esperanza. Como decía la 1ª lectura: “Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza”, porque, como estamos celebrando en el Jubileo, Dios es “la esperanza que no defrauda”. 

Los diferentes “¡Ay de vosotros…!” son una llamada a que los cristianos entremos en esta dinámica de la Inteligencia Divina y nos esforcemos en reflejarla con nuestra inteligencia, poniendo en acto los recursos necesarios para que, como Peregrinos de esperanza, el Reino de Dios se abra paso.





actuar




 

La Inteligencia Artificial va a formar parte de nuestra vida, pero «hay que recordar que ha sido producida por mentes humanas, entrenada a partir de material producido por seres humanos, y sostenida por el trabajo humano. Aunque puede ponerse al servicio de la humanidad y contribuir al bien común, sigue siendo un producto de manos humanas». 

Es una llamada a utilizarla pero desde nuestra inteligencia humana, que refleje la Inteligencia divina, expresada en las Bienaventuranzas. «En un mundo marcado por la Inteligencia Artificial, necesitamos la gracia del Espíritu Santo, que permite ver las cosas con los ojos de Dios y descubrir su sentido. Los creyentes podrán actuar como agentes responsables capaces de utilizar esta tecnología para promover una visión auténtica de la persona humana y de la sociedad, a partir de una comprensión del progreso tecnológico como parte del plan de Dios para la creación».







SECRETARÍA GENERAL DEL SÍNODO

INSTRUMENTUM LABORIS

XVI ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS

PARA LA SEGUNDA SESIÓN

(OCTUBRE DE 2024)



98. La experiencia de las Asambleas continentales fue la novedad de la primera fase del proceso sinodal, dando una aplicación más coherente a la indicación conciliar de tomar en serio la peculiaridad «en cada gran territorio sociocultural” en busca de «una acomodación más profunda en todo el ámbito de la vida cristiana» (AG 22). Esta experiencia, así como el camino de las Iglesias en algunas regiones, plantea la cuestión de articular el dinamismo sinodal y colegial mediante expresiones institucionales apropiadas, por ejemplo, asambleas eclesiales y Conferencias Episcopales, a quienes poder encomendar tareas coordinadas de elaboración y toma de decisiones, en un contexto continental o regional. También pueden adoptarse métodos de discernimiento que incluyan a una diversidad de actores eclesiales en los procesos de elaboración de documentos y de toma de decisiones. Además, se propone que el discernimiento pueda incluir también, bajo formas adaptadas a la diversidad de los contextos, espacios de escucha y de diálogo con las instituciones civiles, los representantes de otras religiones, las organizaciones no católicas y la sociedad en general.


99. El deseo de que el diálogo sinodal local no se agote, sino que se prolongue en el tiempo, y la necesidad de una inculturación efectiva de la fe en ámbitos territoriales significativos, conducen a una nueva valoración de la institución de los Concilios Particulares, tanto provinciales como plenarios, cuya celebración periódica ha sido una obligación durante gran parte de la historia de la Iglesia. A partir de la experiencia adquirida en la vía sinodal, se pueden prever formas que articulen una asamblea sólo de obispos y una asamblea eclesial compuesta también por otros fieles (presbíteros, diáconos, consagrados y consagradas, laicos y laicas), delegados por los consejos pastorales de las diócesis o eparquías implicadas, o designados de otro modo para reflejar la variedad de la Iglesia en la región. Por ello, debería reformarse el procedimiento de la recognitio de las conclusiones de los Concilios particulares, a fin de favorecer su oportuna publicación.


El servicio a la unidad del Obispo de Roma


100. Responder a la pregunta «¿Cómo ser una Iglesia sinodal en misión?» exige también revisar la dinámica que une sinodalidad, colegialidad y primacía, para que pueda fortalecer las relaciones entre las instituciones a través de las cuales encuentra una expresión concreta.


101. El proceso sinodal ha demostrado la verdad de la afirmación conciliar de que «dentro de la comunión eclesiástica, existen legítimamente Iglesias particulares, que gozan de tradiciones propias, permaneciendo inmutable el primado de la cátedra de Pedro, que preside la asamblea universal de la caridad, protege las diferencias legítimas y simultáneamente vela para que las divergencias sirvan a la unidad en vez de dañarla» (LG 13). En virtud de esta función, el Obispo de Roma, como principio visible de unidad de toda la Iglesia (cf. LG 23), es el garante de la sinodalidad. A él le corresponde llamar a toda la Iglesia a la acción sinodal, convocando, presidiendo y confirmando los resultados de los Sínodos de los Obispos. Asimismo, debe velar por que la Iglesia crezca en un estilo y en un forma sinodal.


102. La reflexión sobre las formas de ejercicio del ministerio petrino debe realizarse también en la perspectiva de la «saludable descentralización» (EG 16), urgida por el Papa Francisco y solicitada por muchas Conferencias Episcopales. En la formulación que le da la Constitución Apostólica Praedicate Evangelium, supone «dejar a la competencia de los pastores la facultad de resolver en el ejercicio de “su propio cargo del magisterio” y como pastores las cuestiones que conocen bien y que no afectan a la unidad de doctrina, disciplina y comunión de la Iglesia, actuando siempre con esa corresponsabilidad que es fruto y expresión de ese mysterium communionis específico que es la Iglesia» (PE II, 2).

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