miércoles, 30 de abril de 2025

HOJA PARROQUIAL. DOMINGO III DE PASCUA. CICLO C

                    

                                           
            

HOJA PARROQUIAL

3 y 4 de Mayo de 2025

Domingo de III de Pascua. Ciclo C


ENLACE A TODOS LOS PORTALES DE LA PARROQUIA


Parroquias de Ntra. Sra. de la Concepción,
de Ntra. Sra. del Carmen
y de San Joaquín y Santa Ana











ENLACE DEL DIBUJO DE FANO


“Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado


LECTURAS

 

Primera lectura de los Hechos de los Apóstoles 5, 27b-32. 40b-41


En aquellos días, el sumo sacerdote interrogó a los apóstoles, diciendo:
«¿No os habíamos ordenado formalmente no enseñar en ese Nombre? En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre».

Pedro y los apóstoles replicaron:
«Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. Dios lo ha exaltado con su diestra, haciéndolo jefe y salvador, para otorgar a Israel la conversión y el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que lo obedecen».

Prohibieron a los apóstoles hablar en nombre de Jesús, y los soltaron. Ellos, pues, salieron del Sanedrín contentos de haber merecido aquel ultraje por el Nombre.


Salmo 29, 2 y 4. 5 y 6. 11 y 12a y 13b R/. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.


Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.
Señor, sacaste mi vida del abismo, 
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa. R/.

Tañed para el Señor, fieles suyos,
celebrad el recuerdo de su nombre santo;
su cólera dura un instante;
su bondad, de por vida;
al atardecer nos visita el llanto; 
por la mañana, el júbilo. R/.

Escucha, Señor, y ten piedad de mí;
Señor, socórreme.
Cambiaste mi luto en danzas. 
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre. R/.


Segunda lectura del libro del Apocalipsis 5, 11-14


Yo, Juan, miré, y escuché la voz de muchos ángeles alrededor del trono, de los vivientes y de los ancianos, y eran miles de miles, miríadas de miríadas, y decían con voz potente:
«Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza».

Y escuché a todas las criaturas que hay en el cielo, en la tierra, bajo la tierra, en el mar —todo cuanto hay en ellos—, que decían:
«Al que está sentado en el trono y al Cordero la alabanza, el honor, la gloria y el poder por los siglos de los siglos».

Y los cuatro vivientes respondían:
«Amén».

Y los ancianos se postraron y adoraron.


Evangelio del día

Lectura del santo Evangelio según San Juan 21, 1-19


En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, apodado el Mellizo; Natanael, el de Caná de Galilea; los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.

Simón Pedro les dice:
«Me voy a pescar».

Ellos contestan:
«Vamos también nosotros contigo».

Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.

Jesús les dice:
«Muchachos, ¿tenéis pescado?».

Ellos contestaron:
«No».

Él les dice:
«Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis».

La echaron, y no podían sacarla, por la multitud de peces. y aquel discípulo a quien Jesús amaba le dice a Pedro:
«Es el Señor».

Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos doscientos codos, remolcando la red con los peces.

Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan.

Jesús les dice:
«Traed de los peces que acabáis de coger».

Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.

Jesús les dice:
«Vamos, almorzad».

Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.

Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos después de resucitar de entre los muertos.

Después de comer, dice Jesús a Simón Pedro:
«Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?».

Él le contestó:
«Sí, Señor, tú sabes que te quiero».

Jesús le dice:
«Apacienta mis corderos».

Por segunda vez le pregunta:
«Simón, hijo de Juan, ¿me amas?».

Él le contesta:
«Sí, Señor, tú sabes que te quiero».

Él le dice:
«Pastorea mis ovejas».

Por tercera vez le pregunta:
«Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?».

Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez:
«¿Me quieres?»

Y le contestó:
«Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero».

Jesús le dice:
«Apacienta mis ovejas. En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras».

Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió:
«Sígueme».



Los textos son cogidos de la página de 







ver





Una persona adquirió un nuevo teléfono móvil y comenzó a comprobar los ajustes, funcionamiento de las aplicaciones, descarga de archivos… pero tras un tiempo algunas cosas empezaron a fallar y se le bloqueó. Un amigo le dijo que le hacía falta reiniciar el teléfono para que todo eso que tenía abierto ‘se pusiese en su sitio’. Así lo hizo y el teléfono funcionó correctamente. Esto que ocurre con los dispositivos electrónicos nos ocurre también a nosotros: vamos atendiendo las tareas y problemas cotidianos, pero llega un momento en que estamos muy dispersos y acabamos bloqueándonos, y necesitamos ‘reiniciarnos’ para volver a funcionar bien.  




juzgar


En el Evangelio hemos escuchado “la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos después de resucitar de entre los muertos”. Ellos, en los últimos tres años, han vivido muchas cosas: el encuentro con Jesús, la llamada a ser sus discípulos, el anuncio del Evangelio, los milagros y signos que Jesús ha realizado… Sobre todo, los últimos días han sido muy intensos: la pasión y muerte de Jesús con todo lo que conllevó, la sorpresa del encuentro con Jesús Resucitado… Tienen muchos frentes abiertos, por eso, no es de extrañar que, cuando intentan volver a su vida cotidiana (“Simón Pedro les dice: «Me voy a pescar». Ellos contestan: «Vamos también nosotros contigo»”), estén bloqueados: “Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada”. 

Les hacía falta un ‘reinicio’: la situación que hoy hemos escuchado en el Evangelio de Juan es muy similar a la que se produjo cuando Jesús les llamó por primera vez a ser ‘pescadores de hombres’ y que recogen los Sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas). Es este reinicio el que les permite reconocer a Jesús Resucitado: “Es el Señor”, hasta el punto de que “ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor”. 

Y este reinicio es el que les hará reemprender su vida pero ya no como antes, como una simple vuelta a lo de siempre, sino ahora como apóstoles, como testigos de Cristo Resucitado. 

Como hemos dicho, nosotros necesitamos de vez en cuando un ‘reinicio’, también en lo referente a nuestra fe. Por una parte, la mayoría llevamos muchos años como cristianos; por otra parte, además, hemos vivido la Semana Santa con todo lo que conlleva. Pero estamos ya en el tercer domingo de Pascua, hemos vuelto a nuestras tareas cotidianas y quizá la celebración de la Resurrección de Jesús empieza a quedar como algo pasado, y que seguimos igual que antes, quizá incluso nos sentimos ‘bloqueados’ porque no experimentamos ningún avance significativo. 

Por eso hoy se nos llama a que hagamos un reinicio. La Pascua debería ser el tiempo verdaderamente ‘fuerte’ para nosotros, más que la Cuaresma, porque el tiempo Pascual es el tiempo propicio para hacer un reinicio espiritual, para ‘re-cordar’, para volver a pasar por el corazón, nuestros primeros pasos en la fe, las personas, las celebraciones, lecturas, experiencias comunitarias, que fueron significativas para nosotros y que nos llevaron a seguir al Señor. 

La Pascua también es el tiempo propicio para hacer un reinicio respecto a la Eucaristía, que quizá se nos ha vuelto demasiado rutinaria, para vivirla como un verdadero encuentro con el Resucitado. Como “aquel discípulo a quien Jesús amaba” necesitamos redescubrir que “es el Señor” quien está presente; como “Simón Pedro”, cada domingo debemos ‘echarnos al agua’, venir con ganas a su encuentro; y no como espectadores pasivos, sino ‘arrastrando la red’, participando de forma activa. Y, sobre todo, necesitamos la experiencia de que es el mismo Jesús quien, a cada uno, “se acerca, toma, el pan y se lo da”.






actuar




¿En qué aspectos de mi vida me siento bloqueado? ¿Creo que necesito un reinicio, también en mi vida de fe? ¿Qué me ha quedado de la Semana Santa? ¿Cómo vivo la Eucaristía dominical? 

En un dispositivo electrónico, hacer un reinicio supone volver a cargar el sistema operativo, es decir, lo básico que permite que todo los demás programas funcionen. Hagamos también nosotros un reinicio de nuestra vida de fe para desbloquearla y que todas las demás dimensiones de nuestra vida funcionen correctamente, y así también podamos llevar adelante nuestras tareas cotidianas pero ahora como ‘apóstoles’, como testigos creíbles de que verdaderamente Jesús ha resucitado.









DOCUMENTO FINAL

POR UNA IGLESIA SINODAL:

COMUNIÓN, PARTICIPACIÓN Y MISIÓN


30. Más detalladamente, la sinodalidad designa tres aspectos distintos de la vida de la

Iglesia:


a) en primer lugar, se refiere al “estilo peculiar que califica la vida y la misión de la Iglesia expresando su naturaleza como el caminar juntos y el reunirse en asamblea del Pueblo de Dios convocado por el Señor Jesús en la fuerza del Espíritu Santo para anunciar el Evangelio. Debe expresarse en el modo ordinario de vivir y obrar de la Iglesia. Este modus vivendi et operandi se realiza mediante la escucha comunitaria de la Palabra y la celebración de la Eucaristía, la fraternidad de la comunión y la corresponsabilidad y participación de todo el Pueblo de Dios, en sus diferentes niveles y en la distinción de los diversos ministerios y roles, en su vida y en su misión” (CTI, n. 70a).


b) en segundo lugar, “la sinodalidad designa entonces, en un sentido más específico y determinado desde el punto de vista teológico y canónico, aquellas estructuras y procesos eclesiales en los que la naturaleza sinodal de la Iglesia se expresa a nivel institucional, de modo análogo, en los diversos niveles de su realización: local, regional, universal. Tales estructuras y procesos están al servicio del discernimiento autorizado de la Iglesia, llamada a identificar la dirección a seguir en la escucha del Espíritu Santo” (CTI, n. 70b);


c) en tercer lugar, la sinodalidad designa “la realización puntual de aquellos eventos sinodales en los que la Iglesia es convocada por la autoridad competente y según procedimientos específicos determinados por la disciplina eclesiástica, implicando de diferentes modos, a nivel local, regional y universal todo el Pueblo de Dios bajo la presidencia de los Obispos en comunión colegial y jerárquica con el Obispo de Roma, para el discernimiento de su camino y de las cuestiones particulares, y para la toma de decisiones y orientaciones en orden al cumplimiento de su misión evangelizadora” (CTI, n. 70c).


31. En el contexto de la eclesiología conciliar del Pueblo de Dios, el concepto de

comunión expresa la sustancia profunda del misterio y de la misión de la Iglesia, que tiene en la celebración de la Eucaristía su fuente y su culmen, es decir, la unión con Dios Trinidad y la unidad entre las personas humanas que se realiza en Cristo por medio del Espíritu Santo. En este contexto, la sinodalidad “indica la específica forma de vivir y obrar (modus vivendi et operandi) de la Iglesia Pueblo de Dios que manifiesta y realiza en concreto su ser comunión en el caminar juntos, en el reunirse en asamblea y en el participar activamente de todos sus miembros en su misión evangelizadora” (CTI, n. 6).


32. La sinodalidad no es un fin en sí misma, sino que apunta a la misión que Cristo ha confiado a la Iglesia en el Espíritu. Evangelizar es “la misión esencial de la Iglesia [...] es la gracia y la vocación propia de la Iglesia, su identidad profunda” (EN 14). Estando cerca de todos, sin diferencia de personas, predicando y enseñando, bautizando, celebrando la Eucaristía y el sacramento de la Reconciliación, todas las Iglesias locales y la Iglesia entera responden concretamente al mandato del Señor de anunciar el Evangelio a todas las naciones (cf. Mt 28,19-20; Mc 16,15-16). Valorando todos los carismas y ministerios, la sinodalidad permite al Pueblo de Dios anunciar y testimoniar auténtica y eficazmente el Evangelio a las mujeres y a los hombres de todo lugar y tiempo, haciéndose “sacramento visible” (LG 9) de la fraternidad y unidad en Cristo querida por Dios. Sinodalidad y misión están íntimamente ligadas: la misión ilumina la sinodalidad y la sinodalidad impulsa a la misión.


33. La autoridad de los pastores “es un don específico del Espíritu de Cristo Cabeza para la edificación de todo el Cuerpo” (CTI, n. 67). Este don está vinculado al sacramento del Orden, que configura a quienes lo reciben con Cristo Cabeza, Pastor y Siervo, y los pone al servicio del Pueblo santo de Dios para salvaguardar la apostolicidad del anuncio y promover la comunión eclesial a todos los niveles. La sinodalidad ofrece “el marco interpretativo más adecuado para comprender el propio ministerio jerárquico” (Francisco, Discurso en conmemoración del 50 aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos, 17 de octubre de 2015) y sitúa en la justa perspectiva el mandato que Cristo confía, en el Espíritu Santo, a los Pastores. Por ello, invita a toda la Iglesia, incluidos los que ejercen la autoridad, a la conversión y a la reforma.


martes, 22 de abril de 2025

HOJA PARROQUIAL. DOMINGO II DE PASCUA. CICLO C

                   

                                           
            

HOJA PARROQUIAL

20 de Abril de 2025

Domingo de Resurrección. Ciclo C


ENLACE A TODOS LOS PORTALES DE LA PARROQUIA


Parroquias de Ntra. Sra. de la Concepción,
de Ntra. Sra. del Carmen
y de San Joaquín y Santa Ana











ENLACE DEL DIBUJO DE FANO


“A los ocho días, llegó Jesús


LECTURAS


Primera lectura de los Hechos de los Apóstoles 5, 12-16


Por mano de los apóstoles se realizaban muchos signos y prodigios en medio del pueblo.

Todos se reunían con un mismo espíritu en el pórtico de Salomón; los demás no se atrevían a juntárseles, aunque la gente se hacía lenguas de ellos; más aún, crecía el número de los creyentes, una multitud tanto de hombres como de mujeres, que se adherían al Señor.

La gente sacaba los enfermos a las plazas, y los ponía en catres y camillas, para que, al pasar Pedro, su sombra, por lo menos, cayera sobre alguno.

Acudía incluso mucha gente de las ciudades cercanas a Jerusalén, llevando a enfermos y poseídos de espíritu inmundo, y todos eran curados.


Salmo 117, 2-4. 22-24. 25-27a R/. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.


Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia. R/.

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día que hizo el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo. R/.

Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor.
El Señor es Dios, él nos ilumina. R/.


Segunda lectura del libro del Apocalipsis 1, 9-11a. 12-13. 17-19


Yo, Juan, vuestro hermano y compañero en la tribulación, en el reino y en la perseverancia en Jesús, estaba desterrado en la isla llamada Patmos a causa de la palabra de Dios y del testimonio de Jesús.

El día del Señor fui arrebatado en espíritu y escuché detrás de mí una voz potente como de trompeta que decía:
«Lo que estás viendo, escríbelo en un libro y envíalo a las siete iglesias».

Me volví para ver la voz que hablaba conmigo, y, vuelto, vi siete candelabros de oro, y en medio de los candelabros como un Hijo de hombre, vestido de una túnica talar, y ceñido el pecho con un cinturón de oro.

Cuando lo vi, caí a sus pies como muerto. Pero él puso su mano derecha sobre mí, diciéndome:
«No temas; yo soy el Primero y el Último, el Viviente; estuve muerto, pero ya ves: vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del abismo. Escribe, pues, lo que estás viendo: lo que es y lo que ha de suceder después de esto.


Evangelio según San Juan 20, 19-31


Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».

Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
«Hemos visto al Señor».

Pero él les contestó:
«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».

A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
«Paz a vosotros».

Luego dijo a Tomás:
«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente».

Contestó Tomás:
«Señor mío y Dios mío!».

Jesús le dijo:
«¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto».

Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.












Los textos son cogidos de la página de 







ver





Una de las posibilidades de los sistemas de inteligencia artificial es la de generar imágenes: el usuario introduce un texto con una descripción detallada y se transforman en una imagen que refleja todos los detalles deseados. Como en ocasiones el resultado es muy realista y se hace difícil saber si esa imagen es real o artificial, han surgido también herramientas informáticas que, a partir de las características de una imagen, permiten detectar si ha sido generada artificialmente.  






juzgar


El Evangelio del segundo domingo de Pascua nos presenta el encuentro de los Discípulos con Jesús Resucitado: “estaban en una casa, con las puertas cerradas. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Pero Tomás, uno de los Doce, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor»”. 

Siguiendo el ejemplo del Ver, los Discípulos están mostrando a Tomás ‘una imagen’: Jesús ha resucitado. Una imagen que tiene detalles específicos: “Les enseñó las manos y el costado”. Pero esto no es suficiente para Tomás: él piensa que es una imagen ‘artificial’, una alucinación generada por ellos mismos, debido a su añoranza del Señor, y por el trauma que ha supuesto su muerte en la Cruz… y por eso Tomás necesita verificar que esa imagen es real. “Él les contestó: «si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo»”. 

El apóstol Tomás siempre nos ha resultado muy cercano porque eso de ‘si no lo veo, no lo creo’ lo comprendemos perfectamente, más aún en lo referente a la fe: hay un peligro cierto de dejarnos llevar por fantasías, ilusiones, alucinaciones… que toman la forma del Señor, la Virgen, Santos… 

Por eso, en los tiempos actuales, en los que además se desdibuja fácilmente la frontera entre lo real y lo artificial, la actitud de Tomás debe ayudarnos a que nuestro testimonio, la imagen que ofrecemos de Jesús Resucitado sea ‘real’, y no una imagen artificial, generada por nosotros mismos, por nuestras proyecciones psicológicas, miedos o intereses. Para eso, debemos utilizar unas ‘herramientas’ que lo verifiquen, y la Palabra de Dios nos ha mostrado algunas: 

La 1ª lectura nos decía que “por mano de los apóstoles se realizaban muchos signos y prodigios en medio del pueblo”. Un modo de verificación de que realmente creemos que Jesús ha resucitado es nuestro estilo de vida: los ‘signos y prodigios’ no son cosas espectaculares, sino un modo de estar y de compartir la misma vida de todos pero con la esperanza que nos da Cristo, como celebramos en este Jubileo. 

La 2ª lectura nos ha mostrado a Juan “desterrado en la isla llamada Patmos a causa de la Palabra de Dios y del testimonio de Jesús”. El estilo de vida cristiano no es ‘cómodo’, supone ir contracorriente y, a menudo, aceptar ser ‘desterrado’ por quienes nos rodean y no aceptan nuestro testimonio de fe. 

Y el Evangelio nos ha ofrecido la ‘herramienta principal’ de verificación, de la que se derivan las anteriores: Jesús “sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo»”. Ser cristiano es dejarse guiar por el Espíritu Santo que recibimos en nuestro Bautismo. Él es quien marca la diferencia entre una fe ‘aprendida’, intelectual (conceptos, mandamientos, normas morales…) y que necesita pruebas tangibles, a una fe ‘vivida’, experiencial, que lleva a un encuentro personal con el Señor Resucitado, como lo tuvo Tomás y le llevó a exclamar: “¡Señor mío y Dios mío!”, sin necesidad ya de ‘ver y tocar’, un encuentro tan real que nos hace creíbles cuando decimos: “Hemos visto al Señor”.






actuar




¿Alguna vez he dudado si una imagen era real o artificial? ¿Sé cómo verificarlo? ¿Descubro imágenes ‘artificiales’ de Jesús Resucitado, sé detectarlas? ¿Qué imagen muestro yo? ¿Mi estilo de vida favorece o impide que mi testimonio resulte creíble? ¿Me dejo guiar por el Espíritu Santo? 

Del mismo modo que en la vida real se nos advierte que no nos dejemos engañar por imágenes artificiales, también en la fe hemos de estar atentos a esas imágenes de Jesús Resucitado que pueden ser muy llamativas pero que no son reales. Para detectarlas, siguiendo también el ejemplo de Tomás, es necesario vivir la fe de forma comunitaria, como ‘iglesia’, porque “donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18, 20). Entonces nuestro estilo de vida será real, coherente con la fe que profesamos, y resultaremos creíbles a afirmar: “Hemos visto al Señor”.









DOCUMENTO FINAL

POR UNA IGLESIA SINODAL:

COMUNIÓN, PARTICIPACIÓN Y MISIÓN


27. Existe un estrecho vínculo entre synaxis y synodos, entre la asamblea eucarística y la asamblea sinodal. Aunque bajo formas diferentes, en ambas se realiza la promesa de Jesús de estar presente allí donde dos o tres se reúnen en Su nombre (cf. Mt 18,20). Las asambleas sinodales son acontecimientos que celebran la unión de Cristo con su Iglesia por la acción del Espíritu. Es Él quien asegura la unidad del cuerpo eclesial de Cristo en la asamblea eucarística como en la asamblea sinodal. La liturgia es una escucha de la Palabra de Dios y una respuesta a su iniciativa de alianza. La asamblea sinodal es también una escucha de la misma Palabra, que resuena tanto en los signos de los tiempos como en el corazón de los fieles, y una respuesta de la asamblea que discierne la voluntad de Dios para ponerla en práctica. Profundizar el vínculo entre liturgia y sinodalidad ayudará a todas las comunidades cristianas, en la pluriformidad de sus culturas y tradiciones, a adoptar estilos celebrativos que manifiesten el  rostro de una Iglesia sinodal. Con este fin, solicitamos la creación de un Grupo de estudio específico, al que confiamos la reflexión sobre cómo hacer que las celebraciones litúrgicas sean más expresivas de la sinodalidad; también podría ocuparse de la predicación dentro de las celebraciones litúrgicas y del desarrollo de una catequesis sobre la sinodalidad en clave mistagógica.


Significado y dimensiones de la sinodalidad


28. Los términos “sinodalidad” y “sinodal” derivan de la antigua y constante práctica eclesial de reunirse en sínodo. En las tradiciones de las Iglesias orientales y occidentales, la palabra “sínodo” se refiere a instituciones y acontecimientos que han adoptado diferentes formas a lo largo del tiempo, implicando una pluralidad de sujetos. En su variedad, todas estas formas están unidas por el hecho de reunirse para dialogar, discernir y decidir. Gracias a la experiencia de los últimos años, el significado de estos términos se ha comprendido mejor y se ha vivido aún más. Se han asociado cada vez más al deseo de una Iglesia más cercana a las personas y más relacional, que sea hogar y familia de Dios. A lo largo del proceso sinodal, ha madurado una convergencia sobre el significado de la sinodalidad que subyace en este Documento: la sinodalidad es el caminar juntos de los cristianos con Cristo y hacia el Reino de Dios, en unión con toda la humanidad; orientada a la misión, implica reunirse en asamblea en los diferentes niveles de la vida eclesial, la escucha recíproca, el diálogo, el discernimiento comunitario, llegar a un consenso como expresión de la presencia de Cristo en el Espíritu, y la toma de decisiones en una corresponsabilidad diferenciada. En esta línea entendemos mejor lo que significa que la sinodalidad sea una dimensión constitutiva de la Iglesia (CTI, n. 1). En términos simples y sintéticos, podemos decir que la sinodalidad es un camino de renovación espiritual y de reforma estructural para hacer a la Iglesia más participativa y misionera, es decir, para hacerla más capaz de caminar con cada hombre y mujer irradiando la luz de Cristo.


29. En la Virgen María, Madre de Cristo, de la Iglesia y de la humanidad, vemos resplandecer a plena luz los rasgos de una Iglesia sinodal, misionera y misericordiosa. Ella es, en efecto, la figura de la Iglesia que escucha, ora, medita, dialoga, acompaña, discierne, decide y actúa. De ella aprendemos el arte de la escucha, la atención a la voluntad de Dios, la obediencia a su Palabra, la capacidad de captar las necesidades de los pobres, la valentía de ponerse en camino, el amor que ayuda, el canto de alabanza y la exultación en el Espíritu. Por eso, como afirmaba san Pablo VI, “la acción de la Iglesia en el mundo es como una prolongación de la solicitud de María” (MC 28).