La vida parroquial de las Parroquias de la Concepción, el Carmen y San Joaquín y Santa Ana
sábado, 5 de abril de 2025
jueves, 3 de abril de 2025
RELACIÓN INGRESOS Y GASTOS EN LAS PARROQUIAS EN EL MES DE MARZO DE 2025
En las cuentas del Carmen, observarán un gasto grande de "compras de material para la venta", que es la compra de objetos que luego se venden. En gastos excepcionales, hay un pago de 483 euros que corresponden a la guagua del 1 de Mayo.
miércoles, 2 de abril de 2025
HOJA PARROQUIAL. DOMINGO V DE CUARESMA. CICLO C
HOJA PARROQUIAL
5 y 6 de Abril de 2025
Domingo V de Cuaresma. Ciclo C
ENCUESTA SOBRE LOS HORARIOS DE MISA
ENLACE A TODOS LOS PORTALES DE LA PARROQUIA
“Anda, y no peques más”
LECTURAS
Primera lectura del Profeta Isaías 43, 16–21
Salmo 125, 1-2ab. 2cd-3. 4-5. 6 R/. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Segunda lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Filipenses 3, 8-14
Hermanos:
Todo lo considero pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor.
Por él lo perdí todo, y todo lo considero basura con tal de ganar a Cristo y ser hallado en él, no con una justicia mía, la de la ley, sino con la que viene de la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios y se apoya en la fe.
Todo para conocerlo a él, y la fuerza de su resurrección, y la comunión con sus padecimientos, muriendo su misma muerte, con la esperanza de llegar a la resurrección de entre los muertos.
No es que ya lo haya conseguido o que ya sea perfecto: yo lo persigo, a ver si lo alcanzo como yo he sido alcanzado por Cristo.
Hermanos, yo no pienso haber conseguido el premio. Solo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta, hacia el premio, al cual me llama Dios desde arriba en Cristo Jesús.
Evangelio según San Juan 8, 1-11
En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.
E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.
Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos, Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante.
Los textos son cogidos de la página de
ver
En esta etapa final de la Cuaresma es muy habitual que en las comunidades parroquiales se organicen celebraciones penitenciales comunitarias con confesión y absolución individuales. Y, salvo excepciones, de año en año se nota la disminución de la participación en estas celebraciones. Y lo mismo ocurre el resto del año: cada vez son menos los fieles que piden confesión. Las causas son muchas: separación entre fe y vida, pérdida del sentido del pecado pero hay una que supone un fuerte obstáculo: ‘Decir los pecados al confesor’. Muchos piensan que por qué deben contarle al cura sus pecados, y por eso prescinden de este Sacramento.
juzgar
actuar
Aunque ‘decir los pecados al confesor’ nos suponga un obstáculo, acojamos la invitación que hoy el Señor nos hace para vivir la experiencia de la mujer adúltera. Como dice el Papa Francisco: «El sacramento de la Penitencia nos asegura que Dios quita nuestros pecados. La Reconciliación sacramental no es sólo una hermosa oportunidad espiritual, sino que representa un paso decisivo, esencial e irrenunciable para el camino de fe de cada uno. En ella permitimos que Señor destruya nuestros pecados, que sane nuestros corazones, que nos levante y nos abrace, que nos muestre su rostro tierno y compasivo. No hay mejor manera de conocer a Dios que dejándonos reconciliar con Él, experimentando su perdón. Por eso, no renunciemos a la Confesión, sino redescubramos la belleza del sacramento de la sanación y la alegría, la belleza del perdón de los pecados». (Bula de convocatoria del Jubileo 2025)
DOCUMENTO FINAL
POR UNA IGLESIA SINODAL:
COMUNIÓN, PARTICIPACIÓN Y MISIÓN
14. La Iglesia existe para testimoniar al mundo el acontecimiento decisivo de la historia: la resurrección de Jesús. El Resucitado trae la paz al mundo y nos da el don de su Espíritu. Cristo vivo es la fuente de la verdadera libertad, el fundamento de la esperanza que no defrauda, la revelación del verdadero rostro de Dios y del destino último del hombre. Los Evangelios nos dicen que, para entrar en la fe pascual y ser testigos de ella, es necesario reconocer el propio vacío interior, las tinieblas del miedo, de la duda y del pecado. Pero quienes, en la oscuridad, tienen el valor de salir y ponerse a buscar, descubren realmente que son buscados, llamados por su nombre, perdonados y enviados junto a sus hermanos y hermanas.
La Iglesia Pueblo de Dios, sacramento de unidad
15. Del Bautismo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo brota la identidad del Pueblo de Dios. Se realiza como llamada a la santidad y envío en misión para invitar a todos los pueblos a acoger el don de la salvación (cf. Mt 28,18-19). Es, pues, del Bautismo, en el que Cristo nos reviste de Sí mismo (cf. Ga 3,27) y nos hace renacer por el Espíritu (cf. Jn 3,5-6) como hijos de Dios, de donde nace la Iglesia sinodal misionera. Toda la vida cristiana tiene su fuente y su horizonte en el misterio de la Trinidad, que suscita en nosotros el dinamismo de la fe, de la esperanza y de la caridad.
16. “Quiso Dios santificar y salvar a los hombres no individualmente, como excluyendo su mutua conexión, sino hacer de ellos un pueblo para que le conociera de verdad y le sirviera con una vida santa” (LG 9). El Pueblo de Dios, en camino hacia el Reino, se alimenta continuamente de la Eucaristía, fuente de comunión y de unidad: “Porque el pan es uno, nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo, pues todos comemos del mismo pan” (1 Cor 10,17). La Iglesia, alimentada por el sacramento del Cuerpo y la Sangre del Señor, se constituye como su Cuerpo (cf. LG 7): “Vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro” (1 Cor 12,27). Vivificada por la gracia, ella es el Templo del Espíritu Santo (cf. LG 717): es Él, en efecto, quien la anima y construye, haciendo de todos nosotros las piedras vivas de un edificio espiritual (cf. 1 Pe 2,5; LG 6).
17. El proceso sinodal nos ha hecho experimentar el “sabor espiritual” (EG 268) de ser Pueblo de Dios, reunido de todas las tribus, lenguas, pueblos y naciones, viviendo en contextos y culturas diferentes. Ese Pueblo, no es nunca la mera suma de los bautizados, sino el sujeto comunitario e histórico de la sinodalidad y de la misión, todavía peregrino en el tiempo y ya en comunión con la Iglesia del cielo. En los diversos contextos en los que están arraigadas cada una de las Iglesias, el Pueblo de Dios anuncia y testimonia la Buena Nueva de la salvación; viviendo en el mundo y para el mundo, camina junto a todos los pueblos de la tierra, dialoga con sus religiones y culturas, reconociendo en ellas las semillas de la Palabra, avanzando hacia el Reino. Incorporados a este Pueblo por la fe y el Bautismo, somos sostenidos y acompañados por la Virgen María, “signo de esperanza segura y de consuelo” (LG 68), por los Apóstoles, por quienes han dado testimonio de su fe hasta dar la vida, por los santos de todo tiempo y lugar.
18. En el Pueblo santo de Dios, que es la Iglesia, la comunión de los Fieles (Communio Fidelium) es al mismo tiempo comunión de las Iglesias (communio Ecclesiarum), que se manifiesta en la comunión de los Obispos (communio Episcoporum), en razón del antiquísimo principio de que “el Obispo está en la Iglesia y la Iglesia en el Obispo” (S. Cipriano, Epístola 66, 8). Al servicio de esta comunión multiforme, el Señor puso al apóstol Pedro (cf. Mt 16,18) y a sus sucesores. En virtud del ministerio petrino, el Obispo de Roma es “principio y fundamento perpetuo y visible” (LG 23) de la unidad de la Iglesia.