martes, 22 de abril de 2025

HOJA PARROQUIAL. DOMINGO II DE PASCUA. CICLO C

                   

                                           
            

HOJA PARROQUIAL

20 de Abril de 2025

Domingo de Resurrección. Ciclo C


ENLACE A TODOS LOS PORTALES DE LA PARROQUIA


Parroquias de Ntra. Sra. de la Concepción,
de Ntra. Sra. del Carmen
y de San Joaquín y Santa Ana











ENLACE DEL DIBUJO DE FANO


“A los ocho días, llegó Jesús


LECTURAS


Primera lectura de los Hechos de los Apóstoles 5, 12-16


Por mano de los apóstoles se realizaban muchos signos y prodigios en medio del pueblo.

Todos se reunían con un mismo espíritu en el pórtico de Salomón; los demás no se atrevían a juntárseles, aunque la gente se hacía lenguas de ellos; más aún, crecía el número de los creyentes, una multitud tanto de hombres como de mujeres, que se adherían al Señor.

La gente sacaba los enfermos a las plazas, y los ponía en catres y camillas, para que, al pasar Pedro, su sombra, por lo menos, cayera sobre alguno.

Acudía incluso mucha gente de las ciudades cercanas a Jerusalén, llevando a enfermos y poseídos de espíritu inmundo, y todos eran curados.


Salmo 117, 2-4. 22-24. 25-27a R/. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.


Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia. R/.

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día que hizo el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo. R/.

Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor.
El Señor es Dios, él nos ilumina. R/.


Segunda lectura del libro del Apocalipsis 1, 9-11a. 12-13. 17-19


Yo, Juan, vuestro hermano y compañero en la tribulación, en el reino y en la perseverancia en Jesús, estaba desterrado en la isla llamada Patmos a causa de la palabra de Dios y del testimonio de Jesús.

El día del Señor fui arrebatado en espíritu y escuché detrás de mí una voz potente como de trompeta que decía:
«Lo que estás viendo, escríbelo en un libro y envíalo a las siete iglesias».

Me volví para ver la voz que hablaba conmigo, y, vuelto, vi siete candelabros de oro, y en medio de los candelabros como un Hijo de hombre, vestido de una túnica talar, y ceñido el pecho con un cinturón de oro.

Cuando lo vi, caí a sus pies como muerto. Pero él puso su mano derecha sobre mí, diciéndome:
«No temas; yo soy el Primero y el Último, el Viviente; estuve muerto, pero ya ves: vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del abismo. Escribe, pues, lo que estás viendo: lo que es y lo que ha de suceder después de esto.


Evangelio según San Juan 20, 19-31


Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».

Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
«Hemos visto al Señor».

Pero él les contestó:
«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».

A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
«Paz a vosotros».

Luego dijo a Tomás:
«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente».

Contestó Tomás:
«Señor mío y Dios mío!».

Jesús le dijo:
«¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto».

Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.












Los textos son cogidos de la página de 







ver





Una de las posibilidades de los sistemas de inteligencia artificial es la de generar imágenes: el usuario introduce un texto con una descripción detallada y se transforman en una imagen que refleja todos los detalles deseados. Como en ocasiones el resultado es muy realista y se hace difícil saber si esa imagen es real o artificial, han surgido también herramientas informáticas que, a partir de las características de una imagen, permiten detectar si ha sido generada artificialmente.  






juzgar


El Evangelio del segundo domingo de Pascua nos presenta el encuentro de los Discípulos con Jesús Resucitado: “estaban en una casa, con las puertas cerradas. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Pero Tomás, uno de los Doce, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor»”. 

Siguiendo el ejemplo del Ver, los Discípulos están mostrando a Tomás ‘una imagen’: Jesús ha resucitado. Una imagen que tiene detalles específicos: “Les enseñó las manos y el costado”. Pero esto no es suficiente para Tomás: él piensa que es una imagen ‘artificial’, una alucinación generada por ellos mismos, debido a su añoranza del Señor, y por el trauma que ha supuesto su muerte en la Cruz… y por eso Tomás necesita verificar que esa imagen es real. “Él les contestó: «si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo»”. 

El apóstol Tomás siempre nos ha resultado muy cercano porque eso de ‘si no lo veo, no lo creo’ lo comprendemos perfectamente, más aún en lo referente a la fe: hay un peligro cierto de dejarnos llevar por fantasías, ilusiones, alucinaciones… que toman la forma del Señor, la Virgen, Santos… 

Por eso, en los tiempos actuales, en los que además se desdibuja fácilmente la frontera entre lo real y lo artificial, la actitud de Tomás debe ayudarnos a que nuestro testimonio, la imagen que ofrecemos de Jesús Resucitado sea ‘real’, y no una imagen artificial, generada por nosotros mismos, por nuestras proyecciones psicológicas, miedos o intereses. Para eso, debemos utilizar unas ‘herramientas’ que lo verifiquen, y la Palabra de Dios nos ha mostrado algunas: 

La 1ª lectura nos decía que “por mano de los apóstoles se realizaban muchos signos y prodigios en medio del pueblo”. Un modo de verificación de que realmente creemos que Jesús ha resucitado es nuestro estilo de vida: los ‘signos y prodigios’ no son cosas espectaculares, sino un modo de estar y de compartir la misma vida de todos pero con la esperanza que nos da Cristo, como celebramos en este Jubileo. 

La 2ª lectura nos ha mostrado a Juan “desterrado en la isla llamada Patmos a causa de la Palabra de Dios y del testimonio de Jesús”. El estilo de vida cristiano no es ‘cómodo’, supone ir contracorriente y, a menudo, aceptar ser ‘desterrado’ por quienes nos rodean y no aceptan nuestro testimonio de fe. 

Y el Evangelio nos ha ofrecido la ‘herramienta principal’ de verificación, de la que se derivan las anteriores: Jesús “sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo»”. Ser cristiano es dejarse guiar por el Espíritu Santo que recibimos en nuestro Bautismo. Él es quien marca la diferencia entre una fe ‘aprendida’, intelectual (conceptos, mandamientos, normas morales…) y que necesita pruebas tangibles, a una fe ‘vivida’, experiencial, que lleva a un encuentro personal con el Señor Resucitado, como lo tuvo Tomás y le llevó a exclamar: “¡Señor mío y Dios mío!”, sin necesidad ya de ‘ver y tocar’, un encuentro tan real que nos hace creíbles cuando decimos: “Hemos visto al Señor”.






actuar




¿Alguna vez he dudado si una imagen era real o artificial? ¿Sé cómo verificarlo? ¿Descubro imágenes ‘artificiales’ de Jesús Resucitado, sé detectarlas? ¿Qué imagen muestro yo? ¿Mi estilo de vida favorece o impide que mi testimonio resulte creíble? ¿Me dejo guiar por el Espíritu Santo? 

Del mismo modo que en la vida real se nos advierte que no nos dejemos engañar por imágenes artificiales, también en la fe hemos de estar atentos a esas imágenes de Jesús Resucitado que pueden ser muy llamativas pero que no son reales. Para detectarlas, siguiendo también el ejemplo de Tomás, es necesario vivir la fe de forma comunitaria, como ‘iglesia’, porque “donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18, 20). Entonces nuestro estilo de vida será real, coherente con la fe que profesamos, y resultaremos creíbles a afirmar: “Hemos visto al Señor”.









DOCUMENTO FINAL

POR UNA IGLESIA SINODAL:

COMUNIÓN, PARTICIPACIÓN Y MISIÓN


27. Existe un estrecho vínculo entre synaxis y synodos, entre la asamblea eucarística y la asamblea sinodal. Aunque bajo formas diferentes, en ambas se realiza la promesa de Jesús de estar presente allí donde dos o tres se reúnen en Su nombre (cf. Mt 18,20). Las asambleas sinodales son acontecimientos que celebran la unión de Cristo con su Iglesia por la acción del Espíritu. Es Él quien asegura la unidad del cuerpo eclesial de Cristo en la asamblea eucarística como en la asamblea sinodal. La liturgia es una escucha de la Palabra de Dios y una respuesta a su iniciativa de alianza. La asamblea sinodal es también una escucha de la misma Palabra, que resuena tanto en los signos de los tiempos como en el corazón de los fieles, y una respuesta de la asamblea que discierne la voluntad de Dios para ponerla en práctica. Profundizar el vínculo entre liturgia y sinodalidad ayudará a todas las comunidades cristianas, en la pluriformidad de sus culturas y tradiciones, a adoptar estilos celebrativos que manifiesten el  rostro de una Iglesia sinodal. Con este fin, solicitamos la creación de un Grupo de estudio específico, al que confiamos la reflexión sobre cómo hacer que las celebraciones litúrgicas sean más expresivas de la sinodalidad; también podría ocuparse de la predicación dentro de las celebraciones litúrgicas y del desarrollo de una catequesis sobre la sinodalidad en clave mistagógica.


Significado y dimensiones de la sinodalidad


28. Los términos “sinodalidad” y “sinodal” derivan de la antigua y constante práctica eclesial de reunirse en sínodo. En las tradiciones de las Iglesias orientales y occidentales, la palabra “sínodo” se refiere a instituciones y acontecimientos que han adoptado diferentes formas a lo largo del tiempo, implicando una pluralidad de sujetos. En su variedad, todas estas formas están unidas por el hecho de reunirse para dialogar, discernir y decidir. Gracias a la experiencia de los últimos años, el significado de estos términos se ha comprendido mejor y se ha vivido aún más. Se han asociado cada vez más al deseo de una Iglesia más cercana a las personas y más relacional, que sea hogar y familia de Dios. A lo largo del proceso sinodal, ha madurado una convergencia sobre el significado de la sinodalidad que subyace en este Documento: la sinodalidad es el caminar juntos de los cristianos con Cristo y hacia el Reino de Dios, en unión con toda la humanidad; orientada a la misión, implica reunirse en asamblea en los diferentes niveles de la vida eclesial, la escucha recíproca, el diálogo, el discernimiento comunitario, llegar a un consenso como expresión de la presencia de Cristo en el Espíritu, y la toma de decisiones en una corresponsabilidad diferenciada. En esta línea entendemos mejor lo que significa que la sinodalidad sea una dimensión constitutiva de la Iglesia (CTI, n. 1). En términos simples y sintéticos, podemos decir que la sinodalidad es un camino de renovación espiritual y de reforma estructural para hacer a la Iglesia más participativa y misionera, es decir, para hacerla más capaz de caminar con cada hombre y mujer irradiando la luz de Cristo.


29. En la Virgen María, Madre de Cristo, de la Iglesia y de la humanidad, vemos resplandecer a plena luz los rasgos de una Iglesia sinodal, misionera y misericordiosa. Ella es, en efecto, la figura de la Iglesia que escucha, ora, medita, dialoga, acompaña, discierne, decide y actúa. De ella aprendemos el arte de la escucha, la atención a la voluntad de Dios, la obediencia a su Palabra, la capacidad de captar las necesidades de los pobres, la valentía de ponerse en camino, el amor que ayuda, el canto de alabanza y la exultación en el Espíritu. Por eso, como afirmaba san Pablo VI, “la acción de la Iglesia en el mundo es como una prolongación de la solicitud de María” (MC 28).

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