La tarde se ha vuelto gris, desapacible, aquí y también aquel año en Palestina. A la hora de nona muere Jesús, muere nuestro Señor.
No hay motivos para la esperanza. Y eso que la habíamos puesto toda. Ya no podemos caminar juntos en esperanza. “Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas”.
No hay motivos para vivir.
No hay motivos para amar.
No hay motivos para hacer bien.
Ha muerto nuestro Señor.
Las lecturas nos ponen en situación:
1ª lectura: el cántico del siervo, isaías 52. desfigurado no parecía hombre,
ni tenía aspecto humano […] Lo vimos sin aspecto atrayente,
despreciado y evitado de los hombres,
como un hombre de dolores,
acostumbrado a sufrimientos,
O en el Salmo: Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos:
me ven por la calle y escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cacharro inútil.
En el evangelio la muerte de Jesús.
Tenemos ante nosotros un panorama desolador. Todo nos habla de destrucción y de muerte.
Y sin embargo, cuando todo parece terminar, cuando casi queremos tirar la toalla, nos iluminan las lecturas. Me ceñiré al poema del Siervo de la primera lectura. La tarde negra se tiñe de verde esperanza.
El cuarto poema habla del sufrimiento del Siervo, pero no es un cántico triunfal: el dolor ha servido, ha transformado a los hombres, que ahora comprenden.
Por eso el poema comienza con un grito de triunfo: «Mirad, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho.» El futuro no es nunca incertidumbre, sino fundamentalmente promesa, y puesto que quien promete es Dios, promesa firme y que no fallará.
Posteriormente su sujeto cambia: de un singular a un plural.
Ese plural se ha vuelto del todo concreto: somos los que rodeamos al Siervo, que reconocemos no sólo que él ha adquirido la sabiduría en el sufrimiento, sino que en él la hemos adquirido todos. Su "éxito" es el éxito de todos, su "prosperidad", la prosperidad de todos. Somos seres humanos nuevos, en el sufrimiento de este Siervo. El valor salvador del sufrimiento, y eso sólo lo puede saber sufriendo.
Y puesto que él mismo ofreció la espalda a los que lo golpeaban, la mejilla a los que tiraban de su barba, entonces el Señor puede asegurar que el Siervo consigue su objetivo: realizar en él la revelación del sufrimiento, el sentido total del sufrimiento.
El poema no nos presenta una teoría del sufrimiento vicario y redentor: más bien pone a hablar al Salvador y a los salvados, nos pone en diálogo con Dios, y ese diálogo, ese poder hablar con Dios ("como un amigo con su amigo") es ya la salvación.
Y también el evangelio nos llena de esperanza. “Está cumplido” de manera que alude a que su vida se realiza según un plan. La aparente impotencia de Dios es al contrario, una maravillosa estrategia del cielo para redimirnos. Todo estaba preparado. Todo pasó según el plan. Dios sigue llevando el control.
Por ello, la esperanza no decae, no ha sido destruida, la esperanza no defrauda. Jesús ha cumplido todo lo que el Padre ha dispuesto. Por ello, podemos SEGUIR CAMINANDO JUNTOS EN ESPERANZA.
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